Distracción y atención - David Topí
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Por
norma general, se suele decir que el ser humano tiene un tiempo
limitado de atención, y qué, inmediatamente después, su mente divaga y
salta de una cosa a otra, impidiendo mantenerla más allá de unos pocos
minutos de forma natural. La Wikipedia define este intervalo de atención
como la capacidad que un individuo tiene para mantener su concentración
en una sola tarea o estímulo, sin ser distraído por otros en su
entorno, y se enfatiza en que la capacidad de enfocarse en un objetivo
es muy necesaria para el aprendizaje, y para completar
satisfactoriamente cualquier proyecto. En general, el intervalo de
atención de una persona, por supuesto, será distinto para diferentes
estímulos, ya que es más fácil, por ejemplo, que un niño preste atención
por un largo intervalo a la televisión que a un discurso político.
También se suele explicar, que, en general, un intervalo de atención
demasiado corto reviste un problema, y, en casos extremos, puede ser
parte de una patología o un trastorno del aprendizaje.
El
caso es que, el hecho de que todos tengamos generalmente poca capacidad
y poder de concentración, de nuevo, y por mucho que suene reiterativo,
es producto de la manera en la que estamos hechos y programados.
Un potencial mental impresionante
La
mente humana tiene un potencial increíble, enorme, inimaginable para
nosotros, y la concentración y la focalización son herramientas que la
vuelven poderosa y potencialmente inigualable a la hora de mover
energía, de crear y manifestar, etc. La atención como herramienta es la
capacidad de focalizar y mantener la concentración en algo, la
distracción es la habilidad de los mecanismos de limitación humana de
evitar que eso ocurra.
Así, la distracción está
basada en una constante puesta en marcha de los programas de la psique
para irse de un lado a otro, de una cosa a otra, de saltar de un
escenario al de más allá, para mantenernos, esencialmente, sin poder
focalizar toda nuestra energía y capacidades de forma natural en una
sola cosa al mismo tiempo, algo que facilitaría enormemente la
cristalización y materialización de los objetivos de cada uno, al menos
en el aspecto práctico de la atención a una acción que estemos
ejecutando. Esto es debido a que, donde pones tu atención, allá va tu
energía, y dónde pones tu energía, allá va tu realidad, de forma que,
estando dispersos en múltiples cosas y aspectos, y saltando regularmente
en la mente de uno a otro, se dispersa esa energía, y, por lo tanto, se
dificulta y ralentiza la consecución o finalización de cualquier cosa
que tengamos entre manos.
El esfuerzo de mantenerse atento
¿Porqué
nos cuesta tanto mantenernos atentos? Porque la mente y el ego, se
“aburren” si no reciben estímulos constantes que le permitan mantener un
alto estado de actividad y ajetreo, ya que mantener la atención en algo
es como ponerlos en stand-by temporalmente, domando, dirigiendo y
“estancando” estos procesos, y obligando parcialmente a acallar el ruido
interior para estar por lo que hacemos, y eso, como todo, sigue yendo
en contra de las rutinas básicas del ego, ya que cuando estamos atentos y
focalizados hacemos que entre la consciencia necesaria para estar
presentes “en algo”.
Y es que para estar atento realmente, hay que estar “presente”, para estar presente hay que forzar la existencia en el “aquí y ahora”, y eso es algo que la mayoría de mecanismos automáticos que tenemos no pueden o saben gestionar.
El poder de la voluntad para mantener la atención
El
proceso de mejorar la atención está ligado al poder de la voluntad. Sin
la voluntad de estar atentos no hay desarrollo de la capacidad de
mantenerse concentrado durante más y más tiempo. La voluntad, además,
depende de varios componentes, tales como la glándula pineal o el tercer chakra posterior,
así como de programas que forman parte de las esferas mentales. A mayor
desarrollo de la voluntad, más fácilmente se recupera la atención
puesta sobre algo cuando nos hemos despistado y hemos vuelto a evadirnos
divagando sobre cualquier cosa, bien porque hemos recibido un estímulo
externo que ha hecho saltar algún patrón de pensamiento, bien porque
simplemente el ego ha detonado un recuerdo que te lleva mentalmente a
cualquier tipo de escenario, donde te alejas de aquello en lo que
estabas focalizado.
En las prácticas meditativas,
por ejemplo, esta es una de las cosas en las que con mayor frecuencia
uno termina cayendo, y, por ende, muchas de las técnicas que existen
para ayudarnos a calmar nuestros procesos mentales, insisten en aprender
a domar, como si de un caballo salvaje se tratara, el habito de la
distracción para potenciar la cualidad y herramienta de la atención.
Aprendamos a mantener la atención
Si
todos nosotros consiguiéramos estar 100% atentos a lo que hacemos en
cada momento, rara vez estaríamos funcionando en piloto automático, con
lo que rara vez nos dejaríamos influenciar por programas, patrones y
pensamientos que pudieran detonarse por la cantidad de estímulos
externos que recibimos.
La atención, como tal, es
un mecanismo que nos permite concentrar energía en algo, la distracción
es un hábito y rutina que la dispersa. Hagamos lo que hagamos,
aprendamos a mantener la atención y estar presentes en todo, y
ejercitemos la voluntad para no dispersarnos y desaprovechar el
potencial que podamos poner en todo aquello que hacemos.
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