Yo, yo mismo y Dios


Si no existe el tiempo ni el espacio y somos seres eternos, significa que viajamos a través de dimensiones, jugando con el tiempo y el espacio. En un tiempo lineal, de pasado, presente y futuro mis reencarnaciones serían conforme la historia marca: antes sería una persona, después de morir ésta sería otra y cuando muera seré otra. Pero en la concepción de no tiempo y no espacio sería ridículo pensar en estas limitaciones, ya que como conciencias, manipuladoras de energía y viajeras, tendríamos más posibilidades. Ejemplo: ahora soy un hombre que vive en España y está escribiendo estas palabras, pero eso no quita que yo ya esté viviendo en el siglo IV en China o que yo esté ahora mismo en el siglo XXV en Francia (si es que existe) Yo sería consciente de esta vida ahora, la del que escribe y plantea estas cosas, pero eso no quita para que mi yo del IV también sea consciente de sí mismo o mi yo del XXV, y podemos poner miles o cientos de miles de encarnaciones, que ahora mismo está ocurriendo en edades diferentes, en espacios diferentes.

Pero la cosa no queda ahí, si ya es casi una herejía lo que planteo, lo que voy a decir a continuación será más: no solamente no estamos reencarnando en diferentes tiempos y espacios, y en realidad todo ocurre ahora mismo, aunque nosotros lo clasifiquemos cronológicamente, sino que probablemente ocurran en otras dimensiones, en otros planetas y a la misma vez, de suerte que si no me ando con cuidado puedo toparme conmigo mismo en esta época o conmigo mismo en otra dimensión o que me abduzca un extraterrestre que para más inri sea yo mismo. Casi con toda seguridad, ese encuentro sería como si me hallara ante un desconocido, como cuando te miras en un espejo a la mañana siguiente de una fiesta: no te reconoces. Esta posibilidad de reencarnaciones sin límites de espacio y tiempo, abre un abanico de explicaciones y posibilidades, como que se entiendan fenómenos parapsicológicos o místicos, y se explique la sincronía, las “casualidades”, las premoniciones, las “medias naranjas”, los encuentros con la sombra y sus proyecciones, etc. Aunque ahora no estoy por la labor de desglosar tales suposiciones, explicaría muchos misterios, aunque abriría un sinfín de nuevos interrogantes.

No finaliza de todos modos mis proposiciones heréticas, la última, la que puede dejarnos helados es la siguiente: si no hay limitaciones a causa del tiempo y del espacio, ni en dimensiones, eso significaría que ya, en alguna parte y tiempo, un yo ha alcanzado la iluminación y es un dios, y si eso está ocurriendo ahora mismo entonces ahora mismo, lo que yo considero una pobre y modesta persona, el que escribe esto, ha alcanzado la iluminación y la divinidad plena. Esto también abre otro abanico de preguntas. Entonces si ya, se supone, que soy perfecto, ¿qué necesidad hay de que coexistan el resto de encarnaciones, o es que sin estas reencarnaciones no habría un yo iluminado? Sabiendo esto, ¿podría atrasar o cambiar el momento o la encarnación iluminada? A veces es mejor no contestarse. Lo que sí parece obvio, bajo esta perspectiva, que se haga lo que se haga, por mucho que uno quiera boicotearse a sí mismo, un yo ha alcanzado ese punto de divinidad.

Así que habría que plantear todo al revés, no desde “abajo” sino desde “arriba”. El auténtico y genuino yo, siempre ha sido y será un dios perfecto, y es así por su experiencia vivida, porque los de “abajo”, sus miles y millones de proyecciones (encarnaciones) le han dado ese título. Así que somos como un sueño de nuestro auténtico yo, de un dios en potencia que lo es de facto por sus sueños. Lo que no podemos ni imaginar, aunque parezca mentira, es cuántos yoes secundarios o proyectados son los que forman parte de ese primero yo. Tal vez el yo que está escribiendo esto está casado consigo mismo en el cuerpo de una mujer o tal vez mi padre también fuese yo o quizás mi enemigo principal resulta que también soy yo.

Preguntas y más preguntas se abren, tal es así, que podría uno plantearse una única y escalofriante pregunta de la que no estoy capacitado para responder: ¿Y si cada uno de nosotros, en todas las épocas, espacios, dimensiones, planetas y universos, fuésemos en realidad un único yo: Dios? Ir más allá es locura, aunque ya parezca suficiente locura lo planteado hasta ahora. Pero no es descartable, así como cada uno de nosotros con sus respectivas reencarnaciones tiende y debe ir en el camino de la consciencia plena y unicidad en el yo auténtico, para así estar plenamente conscientes e identificados en un único ser divino, pudiera ser que cada uno de esos yoes auténticos deban plantearse la misma cuestión y buscad la unicidad plena en otro yo más lejano y primordial; esto nos lleva a Dios, al que por supuesto no podremos analizar bajo la misma técnica, ya que se pierde más allá de lo impensable.

Ahora cobra todo su sentido las palabras de Jesús: “Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Amar al prójimo como uno mismo es en realidad más que un consejo, es una descripción de la realidad, el prójimo  tú, en última instancia, sois el mismo, y probablemente, como no lo sabes bien, puede que muchos de los prójimos sean, en primera instancia, tú mismo. Lo del amor a Dios se sobreentiende, todos somos Dios, y es lógico amarse a uno mismo.

José Luis Velázquez Rodríguez.

Comentarios

Entradas populares