Hay momentos en los que ignorar es responder con Inteligencia
A veces ignorar es responder con
inteligencia. Es una sabiduría que se adquiere con el tiempo y con las
experiencias y que, sin ninguna duda, es adaptativa. ¿Por qué? Porque de
sobra es sabido que nuestras relaciones no siempre nos aportan cosas
positivas, aunque lo deseemos y lo esperemos.
Así que en ocasiones ignorar es más una
cuestión de salud emocional y de protección de nuestro equilibrio mental
que una decisión consciente y meditada sobre nuestra realización y
nuestra forma de enfocar las relaciones con determinadas personas.
Pero habitualmente no conseguimos con
facilidad darnos cuenta de que alimentamos intercambios tóxicos en pro
de una recompensa emocional que no va a llegar. O sea, sacrificamos
nuestro bienestar por relaciones insanas que no nos aportan buenas
emociones.
HAY QUE APRENDER A IGNORAR PARA COMENZAR A VIVIR TRANQUILOS
Por eso debemos ignorar situaciones que
nos turban sin sentido y regalar nuestra ausencia cuando no se valora
nuestra presencia. Así, a palabras necias, oídos inteligentes. Pero…
¿Cuándo?
• Cuando las críticas no sean constructivas y no hayamos pedido opinión.
• Cuando notemos que en las acciones o comentarios de los demás hay malas intenciones.
• Cuando quien tenemos al lado se empeñe en crear inseguridades y frustración en nuestro esquema vital.
• Cuando nos hagan preocuparnos por cosas que no podemos controlar.
• Cuando los demás se excedan en su auto-ensalzamiento con clara intención de restregar sus éxitos y menospreciarnos.
• Cuando nos impidan crecer y desarrollarnos como consecuencia de intereses o egoísmos ajenos.
• Cuando las críticas no sean constructivas y no hayamos pedido opinión.
• Cuando notemos que en las acciones o comentarios de los demás hay malas intenciones.
• Cuando quien tenemos al lado se empeñe en crear inseguridades y frustración en nuestro esquema vital.
• Cuando nos hagan preocuparnos por cosas que no podemos controlar.
• Cuando los demás se excedan en su auto-ensalzamiento con clara intención de restregar sus éxitos y menospreciarnos.
• Cuando nos impidan crecer y desarrollarnos como consecuencia de intereses o egoísmos ajenos.
DESATIENDE LO QUE PRETENDE ANULARTE
Palabras, comentarios, actos,
sentimientos, emociones… Hay situaciones que bien por su hostilidad o
bien por su toxicidad pueden resultarnos altamente perjudiciales. En
ocasiones, puede que incluso la balanza emocional se incline hacia el
lado de nuestro bienestar y que el sufrimiento sea inevitable.
Sin embargo tenemos que conseguir
manejar las distancias, darle a nuestra mente y a nuestro cuerpo la
oportunidad de descargarse y de no auto-anularse. Podemos escapar si
trabajamos nuestro diálogo interior de aquello que nos bloquea.
Así, conseguir que lo que alguien haga o
no haga no nos afecte actúa como un bálsamo. Puede que resulte costoso
al principio, pero los resultados comienzan a notarse bien pronto en
nuestra salud emocional.
EL PERDÓN A LAS “SALIDAS DE TONO” DE LA GENTE
Es complicado perdonar palabras de más y
palabras hirientes que se dicen en momentos de rabia o de calentón, tal
y como se suele expresar. Incluso también hay momentos de euforia que
hacen que nuestra lengua se descontrole y que acaban teniendo terribles
consecuencias.
Es de sobra conocido ese cuento en el
que un padre pide a su hijo, ante la incredulidad de este, que clave
unas puntas de acero en una preciosa madera lisa pues necesita enseñarle
algo. El padre, pacientemente, espera a que el chico termine la tarea
para hacerle quitar cada una de las puntas y expresarle la moraleja.
La tabla nunca volverá a su estado
original a pesar de que intentemos reparar el daño y sacar las pequeñas
dagas en forma de puntas de acero. Por eso es esencial que hagamos un
esfuerzo por evitar causar dolor a los demás con nuestras malas acciones
o malos comportamientos.
Debemos tener cuidado con el perdón y
dejar muy claro que el hecho ofrecerlo no da derecho a nadie a volver a
dañarnos. Esto es importante de recalcar porque habitualmente las
personas “nos mal-acostumbramos” y herimos por mero descuido.
También tenemos que saber perdonarnos a
nosotros mismos porque hemos causado malestar, conflicto y dolor a
quienes queríamos. Debemos reconocer nuestros errores y aceptar lo que
no podemos cambiar y lo que sí, aprender de las diferencias y vivir sin
remordimientos, culpas y odios.
Cuando no perdonamos la alegría y la paz
desaparecen de nuestra vida y nos volvemos esclavos del rencor y los
malos sentimientos, enfadándonos con facilidad y potenciando las
rivalidades. Algo de lo que sin duda podemos escapar si nos atrevemos a
ignorar y a perdonar cuando corresponda.
Fuente: Buscándome
TOMADO DE http://www.shurya.com
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