Cinco pasos para la Plenitud y la Salud permanentes




11092097_742265285891195_7881314781716710744_n                                                                  Somos perfect@s en origen y estamos provist@s y abastecid@s con todo cuanto necesitamos para vivir una vida de plenitud y salud permanentes. Nuestro ADN, nuestro código genético cósmico y divino, contiene en sus doce hebras toda la información, energía, inteligencia, sabiduría y poder necesarios para nuestra vida aquí, en el planeta Tierra y en la encarnación densa de la materia en la que ahora nos encontramos. Somos seres espirituales eternos y estamos dotad@s de una sabiduría y de un poder infinitos, por algo y para algo fuimos cread@s a imagen y semejanza de la Energía Creadora, plena de Conciencia, Vitalidad, Amor, Sabiduría, Inteligencia y Luz, todo ello combinado de una manera única y especial en cada un@ de nosotr@s y también, porque todo lo que existe y vive tiene un origen divino, en las plantas, los minerales, los animales y todas las demás criaturas visibles e invisibles que habitan la Vida Una, que la expresan y la enriquecen con sus experiencias, en el reino y la dimensión en que cada una de esas criaturas nos desarrollamos y actualizamos nuestra sabiduría para que así, cada vez más, todo eso que somos, todo Eso que la Vida Es, sea progresivamente más hermoso, amoroso y perfecto. Sí, puede pensarse que si la Fuente Creadora Origen de Todo es ya perfecta en sí misma, ¿qué necesidad habría entonces de que se manifieste y continúe perfeccionándose? Es muy posible que la mente humana, lógica y racional, carezca de entendimiento y explicación para este misterio que, como todos los misterios, no puede sino descubrirse y alumbrarse saliendo del plano material e intelectual, situándonos como consecuencia en un plano metafísico, espiritual y sutil, en el que todo está contenido y en el que todo es, sin necesidad de preguntas, razonamientos ni explicaciones.
                                                                  La palabra inglesa para referirse a la salud es health, derivada del griego hael, que significa plenitud. De modo que, a lo que habitualmente nos referimos como salud, incluye muchos más ingredientes que la ausencia de síntomas o procesos físicos que afecten a nuestro cuerpo biológico, como hace varios años entendió la Organización Mundial de la Salud, definiendo ésta como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. En mi opinión, que tanto para la salud como para todo lo demás se apoya en el punto de vista del alma, del espíritu y del Misterio, es necesario añadir a esa definición esta perspectiva que acabo de mencionar: la perspectiva de que todo nace y se origina más allá de lo físico, en el plano de la energía, la conciencia y la vida, un plano lleno a rebosar de amor, sabiduría, inteligencia y luz, tomando después forma y materializándose en esta dimensión de mayor densidad en la que nos movemos con nuestro traje terrestre, con la carroza material necesaria para permanecer aquí y movernos por la vida en la Tierra mientras ésta viaja por el Sistema Solar en el que orbita y que, a su vez, viaja por la Vía Láctea, viajera a su vez del Cosmos Infinito y, como tal, compañera de otras galaxias, sistemas solares, planetas y universos. Pienso y siento también que, en cuanto la medicina, la psicología, la psiquiatría, la física, la astronomía y todas las demás ciencias adopten el punto de vista espiritual y la conciencia como el verdadero origen de todo cuanto existe, desde el átomo más pequeño hasta la mayor de las galaxias, se abrirán ante la humanidad las puertas de un mundo completamente nuevo y distinto, un mundo que está ahí y que siempre lo ha estado, esperando nuestro despertar y la elevación de la vibración energética y la conciencia que éste lleva consigo, ya que gracias a ellos, los velos quedarán retirados y la Vida se mostrará en todo su esplendor y magnificencia, una Vida que tod@s y cada un@ de nosotr@s también somos, una Vida que todo cuanto existe es. Sí, así es y no podría de ser de otro modo.
                                                                  El cuerpo físico, y también todos los demás cuerpos que somos: mental, emocional y energético-espiritual, estrechamente unidos y dándonos la posibilidad de hacer cosas en el mundo y relacionarnos con él, conservan y fortalecen su salud a través de un mecanismo que recibe el nombre de homeostasis, es decir, un proceso que tiene lugar gracias a un conjunto de fenómenos de autorregulación, conducentes al mantenimiento de una relativa constancia en la composición, las propiedades, el buen estado y el funcionamiento perfecto del medio interno de un organismo. Dicho de manera más sencilla, la homeostasis tiene que ver con la armonía y el equilibrio de todas y cada una de las partes que componen un organismo. A su vez, cada una de esas partes constituyentes, conservan su homeostasis gracias al equilibrio de cada uno de sus componentes, llegando así hasta la unidad más pequeña de todo cuanto existe: las partículas subatómicas. De este modo, mientras todo esté perfectamente conectado y realizando las funciones que le son específicas, el organismo de que se trate estará en un perfecto estado de salud y, por consiguiente, pleno de energía, vitalidad y capacidad para actuar y moverse en el mundo, cualquiera que sea su mundo: vegetal, animal, humano, mineral, espiritual, etc. En el momento en que hay la más leve desconexión, la más pequeña variación en ese equilibrio, todo el organismo se verá afectado. De mantenerse esa desarmonía en el tiempo, las consecuencias serán cada vez mayores y, de continuar, muy fácilmente podrían desembocar en síntomas y afecciones físicas, llevando la definición al cuerpo biológico, que de prolongarse en el tiempo y en intensidad podrían dar lugar a un proceso de enfermedad mayor.
                                                                  Llevado este concepto más allá de la biología, podemos aplicar el mismo razonamiento al resto de los cuerpos que nos componen e, incluso, al cuerpo mayor que contiene a todos: la sociedad en su conjunto que, al fin y al cabo, no es sólo una palabra ni un concepto teórico, sino el conjunto de todas las personas que formamos parte de ella, cada una con nuestra idiosincrasia, desarrollo, grado de conciencia, vibración energética, conocimientos, experiencias, etc. Todo está conectado con todo y todo influye en todo lo demás. Como seres humanos viviendo con otros seres humanos, continuamente nos influimos l@s un@s a l@s otr@s, en positivo y en todas las demás formas, influyendo a su vez la relación de tod@s con tod@s en el conjunto de la sociedad. De igual manera, somos continuamente influid@s por cuanto nos rodea. Esto no significa que tengamos que dejarnos condicionar por ello, en eso ya entrarían en juego nuestra voluntad y nuestra decisión personal. Tampoco excluye nuestra capacidad y nuestra libertad para actuar y modificar esa influencia en la medida de lo posible, y para decidir hasta dónde y cómo dejamos que actúe en nosotr@s y en nuestra vida. La homeostasis de los grupos y de toda la sociedad está relacionada por tanto con el equilibrio y la armonía de todos y cada uno de los individuos que la forman. En la medida en que tengamos esto en cuenta y trabajemos para que así sea, veremos cómo emerge una forma más sana y plena de ser, de vivir y de hacer cosas en el mundo material en el que ahora nos encontramos.
                                                                  Las conexiones apropiadas dentro del sistema, cualquiera que éste sea: persona, familia, grupo social, montaña, planeta, galaxia…, son las que favorecen el funcionamiento equilibrado y perfecto de ese sistema. En cuanto se produce una desconexión, el equilibrio se rompe y el sistema se ve afectado de alguna manera. También es imprescindible que la información que viaja por todas las vías que componen ese sistema sea fluida y precisa, para que pueda llegar en perfectas condiciones a su destino y realizar en él la tarea concreta que ha de realizar. La información, en cualquiera de sus formas, siempre es luz, como dicen l@s Pleyadian@s. Así que eso es lo que llega a todas partes cuando las vías a través de las que la información se transmite están libres de obstáculos, de interferencias, de energías de baja vibración pegadas en sus paredes. A través de esas conexiones también se retroalimenta todo el sistema, es decir, se fortalece, se renueva y se reactiva de manera permanente. Las conexiones de retroalimentación son esenciales tanto para la salud y la plenitud fisiológicas como para la salud y la plenitud en todos los ámbitos y seres de la naturaleza, y no sólo para la naturaleza material, también para todas las demás. De modo que la conexión de la retroalimentación es vital en la plenitud, ya sea ésta energética, física, emocional, mental, espiritual, social, global y cósmica. El cuerpo físico humano es intrínsecamente sabio y lleva dentro de sí todo lo necesario para conservar y potenciar su equilibrio, salud y plenitud. Incluso cuenta con los mecanismos, herramientas y dones para restablecerlas cuando por algún motivo se ven afectadas y disminuidas. Sólo es necesario un requisito, que todo cuanto forma parte de ese sistema biológico esté adecuadamente conectado porque, cuando hay conexión y la información y la energía circulan libre y fluidamente, cualquier sistema tiene la capacidad para sanarse, permanecer íntegro y evolucionar. El mismo razonamiento y el mismo proceso se dan en el resto de nuestros cuerpos o centros de vida y de ser: mental, emocional, energético-espiritual y relacional.
                                                                  Cinco aspectos y cinco pasos básicos para conseguir (y conservar) la plenitud y la salud de manera permanente son éstos: atención, conexión, autorregulación, orden y bienestar. (Schwartz, Russek y colaboradores).

Paso 1. Atención voluntaria. Esto es tan simple como prestar atención a tu cuerpo y sentirlo, sintiendo también la energía y el poder que fluyen dentro de él, así como entre el medio que te rodea y tú.

Paso 2. La atención crea conexión. Cuando permites a tu mente, consciente o inconscientemente, experimentar la energía y la información, este proceso promueve conexiones no sólo dentro de tu cuerpo, sino también entre el cuerpo y el medio que te rodea.

Paso 3. La conexión conlleva autorregulación. Como un equipo de atletas o de músic@s que consiguen éxitos en el deporte o el jazz, las conexiones dinámicas entre los integrantes permiten que el equipo se organice y se controle (se autorregule), con la ayuda de entrenador@s y director@s.

Paso 4. La autorregulación promueve el orden. Lo que experimentas como plenitud, éxito e incluso belleza, refleja un proceso organizador realizado por las conexiones que permiten la autorregulación.

Paso 5. El orden se expresa con bienestar. Cuando cada cosa está conectada adecuadamente, y las partes (sus integrantes) están preparados para cumplir con sus respectivos papeles, el proceso de autorregulación puede ocurrir de manera fácil y sin esfuerzo. El proceso fluye.

                                                                  También es cierto lo inverso. Es decir, hay cinco pasos básicos para conseguir y mantener en el tiempo la desintegración y la enfermedad, físicas, mentales, emocionales, energético-espirituales y en las relaciones: desatención, desconexión, desregulación, desorden y enfermedad. Si desatiendes tu cuerpo (Paso 1), se crea desconexión dentro de tu cuerpo y entre tu cuerpo y el ambiente que te rodea (Paso 2), promoviendo la desregulación del cuerpo (Paso 3), que podría ser medida como desorden del sistema (Paso 4) y experimentada como enfermedad (Paso 5). De manera que, la conexión lleva al orden y al bienestar, mientras que la desconexión lleva al desorden y la enfermedad. Estos pasos conectados, o desconectados, aparecen en todos los ámbitos de la vida, desde el energético, a través de la relación mente-emociones-cuerpo, hasta el espiritual. La clave para comprender y establecer este nuevo tipo de salud y de plenitud en ti está en el prefijo re: reatención, reconexión, re-regulación, reordenamiento sanador, reactivación, regeneración. Esta clase de salud y de plenitud están instauradas en todas las hebras de tu ADN y en todas las cuerdas de tu rejilla electromagnética. Para que se manifiesten en tu vida cotidiana, sólo es necesario que seas consciente de ello y lo asumas como la verdad que es. El segundo requisito es que, una vez despierta esa conciencia y aceptada esa verdad, te pongas manos a la obra y hagas los cambios oportunos para que todas las hebras vuelvan a conectarse y todas las cuerdas a activarse. Recuerda también que tu ADN y tu rejilla están unidos al ADN de Gaia, el Ser del planeta Tierra, y a su rejilla, que conecta toda manifestación de vida existente en el planeta en este momento. Igualmente, el ADN y la rejilla de Gaia están conectados con el ADN y la rejilla cósmicos, formando todo un entramado de energía, vida, inteligencia, amor y luz, de forma tal que, lo que haces contigo, sea como sea y tanto por activa y consciente como por pasiva e inconsciente, se lo estás haciendo a la Vida en todas partes.
María Sánchez-Villacañas de Toro
Alcántara Psicología y Espiritualidad
Escuela para la Evolución del Alma
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