Trascender
No tienes que trascender nada. Tienes
que vivir todo lo que sea natural para ti, y vivirlo plenamente, sin
inhibición, alegremente, estéticamente. Simplemente por vivirlo con
profundidad, la trascendencia vendrá.
No tienes que trascender nada. Recuerda
mis palabras. La trascendencia viene por sí misma, y cuando lo hace es
una gran liberación y una gran libertad.
Si tratas de trascender, vas a reprimir,
y la represión es la única razón por la que la gente no puede
trascender; así estás entrando en un círculo vicioso. Quieres trascender
y por eso reprimes, y como reprimes no puedes trascender, por lo que
reprimes aún más. Al reprimir más te haces más incapaz de trascender.
Vívelo plenamente, sin condena, sin que
la religión interfiera con tu vida. Vívelo con naturalidad,
intensamente, totalmente, y la trascendencia vendrá. No es algo que
hagas, es algo que ocurre. Y cuando viene por sí misma, no hay
represión, no hay antagonismo.
Estás por encima de todas las cosas que
querías trascender, por ejemplo, el sexo. Pero una trascendencia real no
significa que no puedas hacer el amor. Por supuesto que tu amor tendrá
una cualidad completamente diferente. No será sexual, no será un impulso
biológico, no será animal; simplemente será un juego entre dos energías
humanas.
Si la trascendencia viene por sí misma,
entonces hay muchas cosas que, en mayor o menor medida, desaparecen.
Pero no estás en contra de las cosas que desaparecen. Todavía puedes
disfrutar de ellas. Por ejemplo, en un estado de trascendencia no eres
un adicto a la comida, pero eso no quiere decir que no disfrutes de vez
en cuando de ir a un restaurante chino.
La trascendencia te hace libre; no te da
una nueva atadura: primero eras tan adicto que tenías que ir al
restaurante, ahora eres tan adicto que no puedes ir. La trascendencia
significa que a partir de ese momento toda adicción desaparece: puedes
ir y puedes no ir. No estás a favor ni en contra.
Puede que fumes. La trascendencia no
significa que de vez en cuando no puedas fumarte un cigarrillo con tus
amigos. No creo que fumar un cigarrillo de vez en cuando destruya tu
espiritualidad. Y si la destruye, entonces esa espiritualidad no merece
la pena.
Algunos no pueden fumar, no por la
trascendencia, sino por evitar o acentuar un problema respiratorio. No
siento ningún antagonismo contra los pobres cigarrillos; lo que sucede
es que no puedo tolerar el olor del tabaco ni puedo inhalar el humo.
Pero esto es un problema de mi cuerpo, es mi alergia. Cuando veo a
alguien fumando no pienso que esa persona esté condenada para siempre,
no pienso que vaya a ir al fuego del infierno.
En mí no surge una condena. Está sólo,
no tiene nada más que hacer, y sus padres y la sociedad le repiten
continuamente que es mejor hacer algo que no hacer nada…, por eso el
pobre hombre prefiere hacer algo que no hacer nada. Al menos está
fumando.
La trascendencia se parece mucho a un estado infantil.
La trascendencia es un estado de no-adicción…, como el juego de un niño.
Cuando el sexo lo vives intensamente,
con el tiempo lo trasciendes, de la misma forma que trasciendes jugar al
tenis. Una día lo arrojas lejos de ti: «¡Ya basta!». Trasciendes el
fútbol, trasciendes todo tipo de cosas.
Para mí la trascendencia es producto de
la experiencia. Ves la inutilidad de algo y dejas atrás la adicción.
Entonces, de vez en cuando, para cambiar, si quieres fumar no le veo
nada malo; si quieres hacer el amor no le veo nada malo. El daño lo
produce la adicción, no el acto mismo. Y la trascendencia no tiene que
ver con el acto; la trascendencia tiene que ver con la adicción.
Y estar completamente libre de adicciones supone una gran libertad.
Fuente: Osho Espiritual
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