El encuentro consigo mismo
Sin importar nuestra edad, puede que hayamos llegado a la conclusión que nos conocemos lo suficiente para afirmar: “soy así”
porque nos hayamos basado en un registro de reacciones, formas de
pensamiento, actitudes, aptitudes de las que somos conocedores.
La historia personal
también nos ha permitido conocernos en los distintos roles (como hijos,
padres, amigos y otros) y ensayar definiciones de quiénes somos para
irnos acostumbrando a “ser de un modo establecido”. Re-definirnos,
desaprendiendo y cambiando las auto-imágenes, será una tarea difícil de
afrontar cuanto mayor haya sido el grado de identificación con ese “soy
así” que inicialmente forjamos.
Cuando las circunstancias de la vida nos generan dudas, crisis, incertidumbre
y nos enfrentamos a lo desconocido; ser de un modo u otro, parece no
alcanzar para sortear los nuevos desafíos; quizás entonces hasta sin
proponernos, descubramos que somos un misterio. Sí, un misterio que se
devela o revela según las circunstancias que vivimos, seres en proceso de crearnos.
Pero ¿de dónde surge lo misterioso que
hay en nosotros, aquello que de descubre? Del propio inconsciente,
necesitamos bucear en sus aguas, estableciendo una relación o vínculo de
amistad que implica respeto y cuidado. La aceptación de que sólo
conocemos aspectos superficiales de nosotros mismos cuyo conjunto
llamamos personalidad, nos permite comprender que conocernos implica
incorporar al inconsciente profundo permitiéndole que se revele.
Cuando deseamos explorar y conocer el
misterio que somos, emprendemos un viaje simbólico de reencuentro con
nosotros que puede significar atender alguna herida emocional,
reparándola, cicatrizando el tejido enfermo. Así como un hábil cirujano
repara una herida corporal, el inconsciente tiene capacidad de cerrar y
sanar heridas en el tejido emocional.
También en este viaje vendrá la renuncia
al pasado “no digerido” para aprovechar los aprendizajes y la renuncia
al futuro con su ansiedad; para experimentar el presente. Habrá tiempo
para explorar las Creencias abandonando las que ya no funcionen e
incorporando otras nuevas en su reemplazo y se abrirán los senderos que
conducen a una sana valoración de sí mismo, que se aleja de los vínculos
y las relaciones tóxicas.
Además de explorar y develarnos quiénes
somos, el inconsciente nos permitirá mirar los acontecimientos de
nuestra vida en perspectiva, como piezas de un todo integrado. La
comprensión de que los sucesos están encadenados en una cadena que nos
invita a crecer y evolucionar o a sufrir una y otra vez por la
reiteración de los errores, nos sorprende y maravilla. Cuando vemos la
totalidad que sólo integrar el inconsciente a nuestra conciencia
proporciona, hallamos la calma y la esperanza.
La calma para sobrellevar los momentos
difíciles como parte del proceso y la esperanza en que avanzamos a una
nueva integración, hacia un nuevo todo, forma parte del Conocernos y
penetrar el misterio.
Por mucho tiempo, los seres humanos
hemos temido al inconsciente con cierta razón, ya que es poderoso,
misterioso y reacciona a la falta de cuidado o de respeto; pero se puede
ingresar a él en forma amorosa y obtener de él la colaboración para
procesos tanto físicos, como emocionales y mentales. Su sabiduría se
basa en que es la primera estructura psíquica que se forma durante la
vida fetal y es la fuente del misterio de la vida que se despliega a
medida que vivimos.
Aprendemos a confiar en él y en sus
orientaciones a medida que nos alejamos de los estereotipos de la
personalidad y sus defectos, porque el inconsciente nos abre todas las
posibilidades del Ser, devolviéndonos la posibilidad de elegir
libremente.
Las perspectivas futuras tanto en la
Psicología, como en la Espiritualidad, tendrán al Inconsciente de
protagonista, hasta me aventuro a decir que no habrá concepto de salud
que cuestione la exploración e interpretación de los contenidos
inconscientes en relación con la recuperación de las diversas afecciones
y enfermedades.
por María Inés Figueroa
FUENTE http://www.shurya.com/
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