CADA VEZ QUE LLORAS APRENDES ALGO
En mi opinión, las lágrimas nunca debieran ser gratuitas.
Es evidente que las lágrimas son una de las formas de
expresión de los sentimientos, y cada vez que se llora –incluso cuando
es por un motivo triste o por dolor-, tenemos una oportunidad excelente
para aprender a relacionarnos mejor con nuestros sentimientos, para
progresar en la costumbre y necesidad de expresarlos, y para acercarnos
más y mejor a ese componente esencial de nuestra personalidad y
manifestación del Ser Humano.
Cada vez que veo una persona llorando, la animo para que
siga haciéndolo y que luego sea consciente de lo que ha pasado. Y cada
vez que veo a otra persona que se entromete en el llanto y le dice, con
toda su buena voluntad, que no llore -y aunque no la conozca ni tenga
confianza para hacerlo-, la reprendo, porque no se deben negar las
manifestaciones de los estados. Necesitan hacerlo. Y, además, eso nos
facilita el acercamiento a nosotros mismos y nos ofrecen una información
nuestra muy íntima y personal.
Se dice que los sentimientos son la forma de hablar del
alma, la forma en que manifiesta sus alegrías, sus tristezas, sus
desencantos. Por eso, al escucharlos, al dejarles que se manifiesten,
accedemos a nuestra sensibilidad humana, y a aquello a lo que nuestra
mente no puede acceder por la falta de sintonía y capacidad de
entendimiento entre ambos.
Cada vez que lloras, como cada vez que ríes o cada vez que te manifiestas puramente, aprendes algo.
Y el llanto, las lágrimas, la congoja, incluso la
sensación pesarosa que todo ello provoca, que sólo parecen ser
gratificantes cuando son por un motivo de alegría, son grandes maestros,
y es preciso y conveniente escucharlos.
Cada uno de las llantos, que aparentan ser iguales,
tienen un origen distinto, y es acudiendo a ese origen donde podemos
encontrar su motivo, lo que no hicimos bien o lo que nos hicieron y no
nos gustó, aquello que no cumplió nuestras expectativas y nos provocó
una desilusión, el principio de la decepción, o, también, nuestros
miedos secretos, nuestros temores inútilmente escondidos, nuestras
inservibles fantasías, la falta de sentido común y de criterio
razonable, los sueños que jamás dejarán de ser sueños, o el origen de
nuestras felicidades… cada persona es un mundo y solo a ella le
pertenece su mundo y le corresponde resolverlo.
Cada persona, en solitario si es valiente, equilibrada y
consecuente, o de la mano de un profesional si lo necesita para
sentirse arropada y orientada, debería hacer el camino inverso de sus
lágrimas, adentrarse en el origen, con una sinceridad que no admita
resquebrajamientos, con una honradez a prueba de cualquier contratiempo,
y con una ilusión, aunque sea moderada, porque más o menos escondida,
con mayor o menor claridad, está el hecho que lo provocó, y nos está
diciendo algo, y es un mensaje personalizado que cada uno debe
interpretar y aplicarlo.
¿Cuál ha sido el origen REAL del llanto?
Y es imprescindible que en la pregunta, y en la
respuesta, aparezca lo que es REAL, porque todos sabemos que a veces lo
que aparenta ser una razón no es más que una excusa que enmascara la
realidad. Y en la mayoría de los casos lo primero que se ve, y lo que
aparenta ser, solamente es el detonante que aparenta haber provocado el
hecho, pero el motivo REAL ha ido gestándose y la manifestación –por esa
falta de costumbre de contactar con el interior y con la realidad- es
otra.
Por ejemplo: hay personas que dicen que no quieren
morir, cuando en realidad lo que no quieren es dejar de vivir, que no es
lo mismo. Hay personas que lloran cuando conocen una desgracia de otra
persona y puede que, en realidad, estén llorando por sí mismas. O que
creen llorar la muerte de sus padres cuando, en realidad, por lo que
lloran es por su orfandad.
El llanto es una señal de aviso, una manifestación del
interior, y conviene saber interpretarlo correctamente, y hacerlo,
porque es una lección de la honesta humanidad, y es bueno que nos
sintamos orgullosos de ella.
Por todo lo expuesto, es muy conveniente dejar que se
manifieste cuando se presente, y no reprimirlo, pero también es muy
provechoso averiguar después cuál es el motivo, y ver si es correcto –y
entonces quedarse bien- o es por un asunto pendiente de resolver –y
entonces ponerse a resolverlo-.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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