La Búsqueda del Verdadero Ser


Nosotros no nacemos simplemente a la existencia humana. Como dirían los existencialistas: la existencia humana es en principio la consciencia del ego. Y esto sólo aparece en un niño nacido y criado en una sociedad humana, generalmente después de los dos años, cuando el sistema neurológico ha madurado completamente. La consciencia del Ego aparece entonces como una afinación de uno mismo, como el Yo-ego; como una discriminación entre lo que uno mismo es y lo que no es -el otro- y como un hecho presentado a uno mismo y reconocido por el ego. Inmediatamente surge la disociación en el ego: el ego percibido en la consciencia del ego, al mismo tiempo ego como sujeto y ego como objeto. No obstante los intentos dramáticos de escapar a este condicionamiento subjetivo, el ego pareciera no poder nunca ser un sujeto sin un objeto, a menos que, y con algo de ayuda, pueda entrar en la raíz misma de su contradicción fundamental.
De hecho, con la consciencia-del-ego y su provocativa ambigüedad se ha despertado en nosotros un extraño e inmediato sentido de responsabilidad, Esto me acerca a lo que puedo reconocer como propio. Especialmente si recuerdo que ser responsable significa, en propiedad, responder, contestar. Todo lo que posiblemente puedo hacer es, de hecho, lo que hago, responder, responder a mi propia existencia. Lo que realmente define y nos muestra a un hombre es su respuesta. Si hay para mí la pequeña posibilidad de elegir en medio de las leyes operantes, ya sea por el azar o la necesidad, no es en la forma que respondo, esto es, en la calidad de mi participación en todo lo que me es dado a través de la experiencia inmediata de mi vida?
Aclaremos que mi genuina responsividad no se encontrará en las respuestas formales que mi computador programado nunca deja de producir. Tiene que ser buscada más allá de eso. Es el acto intencional de saber, el que tiene una capacidad singular de libertad ya que puede existir mas allá de mi condicionamiento formal. Esta respuesta primaria, libre, es mi atención. Mi atención es mi propia y fundamental respuesta
a mi existencia. Es ambas cosas: mi respuesta y aquello de lo que soy responsable. Es una apertura y un compromiso, es mi estar presente a lo que es, es hic et nunc mi participación en la actualidad de ser. Surgiendo como un acto básico de conocimiento a través del estar siendo, mi atención se despierta simultáneamente a mí mismo y al mundo. Todo lo demás, quiero decir todas las otras respuestas que son formales, toda mi actuación, todas mis manifestaciones externas proceden, por así decirlo, por sí mismas, dependiendo en su calidad de la calidad de mi atención.
La idea de calidad de atención no es una idea familiar, tampoco lo es la idea de distintos niveles de atención. Digamos solamente que nuestra atención es mucho más de lo que generalmente pensamos. Es mucho más que un simple mecanismo mental o cerebral. Involucra todo nuestro ser. Si sus potencialidades están lejos de haberse realizado completamente en nuestra vida diaria, puede ser precisamente porque no se la reconoce como un tablero de comando multidimensional y como el principio unificador de nuestro ser.
Paradójicamente, este acto básico de saber, que es la atención, sólo se realiza cuando no sabemos -esto es- cuándo hay una pregunta. Su nivel y, por así decirlo, su grado o nivel de totalización son proporcionales a nuestro cuestionamiento. Ustedes probablemente han notado que cuando una pregunta es vital -cuando nos involucra hasta nuestras entrañas, como ustedes dicen- se suspenden todos nuestros movimientos innecesarios, emocionales y físicos, así como también los mentales. Despeja el camino para una consciencia y sensibilidad real, que son componentes de mi poder total de atención. Es sólo entre mi
no saber y mi urgencia de saber que me encuentro movilizado, abierto, renovado – para decirlo en una palabra – atento.
La atención en su forma activa es por lo tanto inseparable del cuestionamiento; es esencialmente en su pureza, un acto de cuestionamiento. Este acto es el privilegio de nuestra existencia humana. Un animal se contenta a sí mismo con existir. La responsabilidad de un hombre es el cuestionarse a sí mismo respecto del significado de su ser.
En nuestra sociedad, principalmente preocupada de la productividad y eficiencia, el drama es que nuestra capacidad de cuestionamiento tan vívida en nuestra infancia, es rápidamente erradicada o dejada a un lado para beneficiar nuestra capacidad de responder. Cuando un niño tiene una pregunta real, la mayor parte del tiempo, inmediatamente le dan una respuesta estúpida. En el mejor de los casos, el educador va al diccionario para asegurarse que su respuesta sea correcta, Pero de todas maneras, inconscientemente, si no orgullosamente, él clausura la pregunta. Desde el colegio hasta el final de nuestras vidas es necesario responder-contestar. Somos compelidos a aprender a contestar. Si no respondemos, simplemente no servimos. Así lentamente nos transformamos en una especie de máquina modelo con capacidad para contestar a todas las situaciones con toda la necesaria ceguera que esto requiere respecto de sus propias contradicciones, Este tipo de respuesta, cuyo grado de sofisticación puede muchas veces escondernos su carácter condicionado, es exigido por nuestra vida. Pero bajo su dominante necesidad, es posible mantener vivo en nosotros la capacidad más auténtica y preciada, que es la de cuestionar?
Esta es la totalidad del problema que enfrentamos actualmente. Pero, somos suficientemente fuertes, libres y estamos suficientemente comprometidos para realmente cuestionarnos mientras respondemos?
El desafío es tan difícil como enfrentar un koan Zen. Mientras representemos nuestro papel, mientras estemos involucrados en la situación que nos atañe, sin hacer trampas, podemos al mismo tiempo, sin afirmar ni negar, sin resistir ni seguir, asumir que no sabemos ni desconocemos que somos incapaces? Podemos estar intensamente presentes a lo que es, sin juzgar y sin indiferencia, sin ninguna solución o escape? Significaría estar consciente en todos los frentes, renunciando a lo conocido por lo desconocido, resistiéndonos al principio inevitable de la repetición, quedándonos quietos dentro de nuestro propio movimiento.
El total cuestionamiento en nuestra vida es la llave para ser, pero quien se aventure sin preparación en la experiencia encontrará un muro de resistencia en sí mismo, o si no simplemente el miedo de ser estúpido, incapaz, etc, Sólo los buscadores excepcionalmente motivados se arriesgarán y dejarán espacio para el cuestionamiento, e irán más allá de los fantasmas de la inseguridad. La mayoría de nosotros estamos tan ocupados respondiendo exitosamente y tan identificados con nuestra propia imagen que necesitamos severos impactos o experiencias tales como muerte, sufrimiento, enfermedad, profunda frustración, o supergratificación para despertar al cuestionar.
La pregunta está aquí, esperando por nosotros, siguiéndonos a todas partes, ya que nosotros mismos somos la pregunta. He comenzado preguntando Qué soy yo?, pero este enfoque me mantiene como un extraño, como un mero observador de mí mismo. Cuando la pregunta surge de la mente, pide una respuesta por medio de la mente y me mantiene dividido entre mi compulsión de obtener una explicación y el poder sobre mi mundo objeto. El comprender requiere más. Necesita de la experiencia, esto es, estar a prueba y ser aprobado. Tengo que ser fuerte e involucrarme y responder totalmente en el acto de conocerme a mí mismo, Surgiendo del ser, la pregunta encuentra una respuesta a través del ser. Por lo tanto nuestra pregunta ha girado desde un punto de vista centrado en la razón a uno centrado en el ser y se ha transformado en Quién soy yo?
Detrás del engañoso escenario de todas las otras interrogantes está la pregunta de cada hombre por su propia existencia humana. Es su primera y última pregunta. Lo es hoy y lo fue siglos atrás. A través de la historia de la humanidad, luces débiles, brillantes o iluminadoras han reactivado repetidamente esa pregunta. Es el eje alrededor del cual se mueve en espiral la eterna revolución de la cultura humana.
Toda la problemática humana deriva de una alienación fundamental, que surge con la consciencia del
ego, la que natural y necesariamente agobia a cada ser humano con la responsabilidad de cuestionar y encontrar su propia identidad, su significado real, su libertad. La evidencia sintomática del problema, detrás de su expresión polimorfa, es el sufrimiento humano y consecuentemente la necesidad de ayuda para obtener una respuesta. La psicoterapia y las enseñanzas espirituales tradicionales se han originado en la necesidad de resolver esta alienación, para contestar nuestra pregunta existencial básica Quién soy yo? El considerarlas contra el trasfondo de esta pregunta refiriéndola al ser no es mera tautología. Proporciona una perspectiva relativista, la cual no sólo las contiene a ambas, sino que además nos incluye a todos nosotros. Y más aún, nos ayudará para clarificar por qué, a pesar de responder a la misma necesidad, yo considero que no debieran ser confundidas, especialmente si nos percatamos que ambas operan en diferentes niveles.
Primeramente debe estar claro que el tema que nos ocupa deja casi al margen en su totalidad la mayor parte de la psiquiatría. Alteraciones de la consciencia del ego, retardadas, deterioradas o regresivas, no están en consideración aquí. Nuestro tema se refiere a un ego relativamente desarrollado que puede ver, y reconocer como propios, sus problemas, sus conflictos, o sus limitaciones, un ego de cuyo sufrimiento surge un deseo consciente de clarificar y manejar la situación y que activamente busca ayuda, ya sea en la psicoterapia o en una guía espiritual. Pero a pesar de estar limitado a situaciones corrientes, el problema aun involucra, en el fondo, la necesidad de una doctrina psicopatológica consistente, que por sí sola pueda disipar la confusión respecto de los límites de la psiquiatría.
También está claro que yo no puedo hablar en nombre de la psicoterapia o de las enseñanzas espirituales como tales. Ciertamente estaría perdido si siquiera intentara hacer una relación completa de todas sus manifestaciones. Pero, por otro lado, no las estoy considerando desde el exterior. Por muchos años he estudiado personalmente, experimentado, y trabajado dentro de líneas específicas de ambos campos, y a través de este compromiso he tratado de comprender muchas otras líneas tan bien como he podido, Ambos ámbitos son de gran interés para mí.
Hablando en general, yo las llamaría a ambas: escuelas de autoconocimiento. Su tipo de conocimiento tiene implicancias inusuales. Tiene que estar organizado en una forma definida, Su doble exigencia está dirigida
a saber lo que uno es y a ser lo que uno sabe.
Ambas escuelas nos dicen que vivimos en la ignorancia de nosotros mismos, separados de nosotros, que debemos descubrirnos y reunificarnos para ser o llegar a ser lo que realmente somos. Para ambas escuelas el camino es la consciencia. En su más auténtica y genuina forma, ambas nos apoyan en el difícil camino de la atención pura, donde nuestra dualidad existencial puede ser sentida y quizás incluso resuelta. Todos su conceptos, protocolos, rituales, técnicas y severas disciplinas, sirven como medios o apoyos necesarios, pero provisionales para la realización de las potencialidades del ser, a través de la autoconsciencia.
Cuando estas escuelas se degeneran, y la lucha básica y práctica por la consciencia desaparece, dan lugar a fuerzas incontroladas, al pensamiento mágico, a la sugestión, a la imitación, y ciega repetición. En vez de conducir al despertar, su conocimiento se transforma en algo muerto o peligroso, fomentando los convencionalismos y normativas, institucionalizando patrones e incluso viajes delirantes o histéricos.
Tenemos que admitir, desde un punto de vista práctico, que las enseñanzas se convierten en lo que el hombre hace de ellas; ellas son lo que los hombres que las conducen son. Yo sólo deseo referirme a lo que me parece serio: a saber, la transmisión del conocimiento, y la experiencia guiada, en la cual los guías honestamente saben lo que están haciendo y conocen sus propias limitaciones, saben con precisión en qué están trabajando, los caminos y medios, las condiciones necesarias y las indicaciones, los resultados objetivos y son asi mismo capaces de adaptar los principios generales a situaciones individuales.
Pienso que un compromiso con la psiquiatría o con los caminos espirituales puede brindar al menos el sabor de la apertura de la consciencia de sí, de la propia trascendencia y armonía interna. Sin embargo, a pesar
de ser difícil de rastrear, existe una línea (o mejor una frontera de transición), que separa el proceso terapéutico de un auténtico trabajo o transformación espiritual, una línea que separa la condición patológica de lo que son los niveles superiores de la existencia humana. De hecho, sólo si su delimitación se mira como separando distintos niveles de ser, y no diferentes campos de acción, es que estas experiencias pueden ser comprendidas tanto en su implícita similitud como en su diferencia externa.
Esto requiere que consideremos el ser desde una perspectiva genética o evolutiva, en las cuales recurre el problema central de la libertad y correlativamente el de la alienación.
Considerado en el marco de nuestra cultura, el ego, a través de las fases de desarrollo que constituyen la progresiva integración de su mundo objeto, se organiza a sí mismo como un sujeto capaz de relacionarse libremente a su mundo, interior y exterior, y de actuar bajo el control de su razón. La madurez en la existencia humana no es sólo un mero ajuste o adaptación social a una norma, sino el logro de la voluntad libre, de la autonomía, por la cual el ego es y se siente libre (aunque simultáneamente responsable) de sus elecciones, sus metas y destino próximo.
Es demasiado evidente que la libertad del ego es marcadamente relativa y condicionada, un hombre sensible y responsable es confrontado con la alienación compartida con otros, la cual sólo puede ser resuelta en un nivel más alto de la consciencia de su ser. Más aún, él no es todavía un individuo, en el sentido de que permanece dividido en la estructura dual del ego, siempre volviendo a ser un sujeto separado de su insondable objeto.
La psicoterapia es de un valor inestimable si puede fomentar en un hombre su cuestionamiento o la reflexión activa de sí mismo y ayudarlo, a través de variadas formas de experiencias conscientes, a explorar más profundamente la totalidad de su mundo funcional y de todas las posibles influencias que condicionaron su existencia. La psicoterapia llegaría a sus niveles más altos de excelencia si desarrollara en nosotros un sentido de solidaridad hacia la especie humana y su alienación colectiva, si efectivamente nos involucrara en el trabajo activo con otros con miras a resolver, cuestionándonos juntos, el más central de todos los problemas culturales.
Así la primera tarea de la psicología es ayudar a una persona a transformarse en un egoísta libre y consciente. Su segunda tarea, que es más educacional, sería el estimularlo a convertirse en un miembro vigente de la comunidad, como un promotor activo de su propia realización.
Sentirse uno con la sociedad y con la existencia significa entrar al campo de la religión. La religión no es una cuestión personal, es una preocupación pública. Es lo que liga al hombre a la totalidad de su mundo. Es lo que todos los hombres tienen en común, Es, etimológicamente, aquello que relaciona. Se inicia cuando el egocentrismo comienza a dejar espacio a un nivel más alto de ser, que induce a una nueva percepción de la propia existencia. Desde este punto de vista podemos considerar que la psicoterapia, en muchas instancias, puede servir como una preparación valiosa antes de entrar a un auténtico trabajo espiritual.
Aquí hay entonces una diferencia fundamental entre la psicoterapia y la religión. Nosotros vamos a iniciar
la psicoterapia por nuestra propia iniciativa, para resolver nuestros problemas personales, para recibir ayuda. Está a nuestra disposición y la usamos para nuestro propio beneficio, aunque visualicemos que puede indirectamente beneficiar a otros. La religión, sin embargo, nos llama a entregarnos a ella. No está ahí para nosotros, hasta que entendamos que pertenecemos a ella. Somos parte de un todo que necesita ser reconocido ahora y está siempre presente. Podemos ser muy ayudados, pero sólo si primero estamos dispuestos a ayudar. Requiere que estemos maduros, en un nivel en que la realidad es más atractiva que los asuntillos propios de nuestro ego.
En algunas escuelas la fuerza del ego, de su motivación, puede ser probada a través de todo tipo de pruebas o dificultades formales o no. Pero dichas pruebas usualmente sirven para revelar cómo se maneja el ego con sus deseos en el contexto del principio de la realidad. En los caminos espirituales el problema para el ego es tener la suficiente determinación en su elección radical de ser sacrificado por algo superior. El ego en la consciencia-de-ego debe ser conducido a su propia muerte, y así hacer posible el renacimiento del verdadero Individuo en la nueva condición de autoconsciencia o consciencia de sí, este nuevo ser descrito como no otro o como coincidente o como un reflejo del SER universal.
La religión auténtica es una experiencia existencial dentro de un nivel más alto de ser y no una regresión a una especie de seudo nirvana compensador. Sin embargo, el resultado de traducir a términos de psicología corriente algunos conceptos y técnicas del Este puede resultar en un total malentendido. Pueden resultar no sólo distorsiones sino verdaderos peligros al no abordarlos con las claves adecuadas, así como también por su mal uso. Es evidente que la práctica religiosa no está enfocada a beneficiar al ego, sino a servir la finalidad opuesta de una liberación desde el ego, desde un sujeto centrado en la mente.
La religión es una gran universidad. Su conocimiento abarca todo. Incluye, en diferentes niveles, una enseñanza metafísica, cosmológica y psicológica. Una aproximación apropiada al lenguaje de lo sagrado incluiría el estudio de muchas ciencias relacionadas, desde la numerología hasta la respiración. La religión es de hecho una unión, una yoga que se desarrolla entre dos niveles que están reflejados en la gnosis y en la praxis. La atracción actual de los caminos orientales se debe principalmente al hecho que la praxis, el completo compromiso del cuerpo, satisface una carencia que se siente fuertemente en nuestro modo occidental de vida.
Tales religiones no son un mero camino sentimental. Es tratar con energía. Es una ciencia de los procesos internos de energía. Por eso el trabajo espiritual requiere de un guía especial y competente. Es evidente
que nuestro acercamiento a la relajación o a la sexualidad, por ejemplo, es extremadamente infantil, en comparación a lo que se conoce en las enseñanzas orientales.
Pienso que la psicoterapia, en sus nuevos caminos, se ha embarcado en un difícil desafío -el cual yo mismo he experimentado por largo tiempo- que dice relación con reconciliar dos aspectos del progreso humano, que a primera vista aparecen como irreconciliables: la evolución del conocimiento y la evolución del ser. Y serán irreconciliables mientras el primero domine al segundo. Esta dificultad o aparente contradicción puede ser fácilmente ilustrada.
El conocimiento y la psicoterapia están evolucionando. Un psicoanalista puede pensar, por ejemplo, que está en gran deuda con Freud por sus conocimientos, pero él asume que muchos nuevos descubrimientos se han hecho desde entonces, por lo que él puede saber mucho más de lo que Freud conocía. En esta perspectiva, el conocimiento mental evoluciona y está interminablemente agregando algo nuevo. El conocimiento tradicional pareciera ser lo contrario. Es eterno, no cambia, Evoca una realidad que no cambia pero que tiene que ser reconocida a través de un cambio en nuestro ser. Este cambio se realiza gracias a la ayuda de una influencia que nos llega a través de un vínculo espiritual, desde un nivel de ser más alto. Tiene que ser transmitida a través de seres evolucionados, para que pueda estar viva ahora y tenga una relación con nosotros. Tiene que ser enseñada correctamente – lo cual es una bendición – para así ser experimentada y si no, no podemos recibirla en nuestro estado habitual de alienación. Esta influencia es vital para el hombre, y actúa sobre él. Aun si éste lo niega, le recuerda la dimensión del ser. Por eso, desde una perspectiva tradicional, el pasado es tan importante. Es ejemplificador. Nos recuerda que nuestros antecesores son aquellos que han estado antes que nosotros en el camino. Ellos han vivido lo que nosotros no hemos vivido aún, nos sirven como ejemplo y como guías. Necesitamos su experiencia ahora que estamos en el escenario de la vida, en el que debemos mostrar por nuestros actos lo que realmente somos, lo que comprendemos, cómo existimos. Pero este estado mental está muy lejos de nuestra moderna forma de pensar.
Todo el problema está en pasar del cuestionamiento que se hace un ego centrado en su mente al que se hace el ser balanceado o total. Se puede considerar como un cambio del centro de gravedad de nuestra atención desde la mente a un centro más particular dentro de nuestro cuerpo. Muchas personas, hoy en día, hablan del Hara. Pero, como otras personas dicen, el mapa no es el territorio. De hecho, es sólo cuando la mente deja de hablar que alguna experiencia de mí mismo puede ser posible, porque el centro de gravedad de mi atención entonces cesa de estar inmerso inconsciente y pasivamente en la corriente de energía centrífuga que reviste al objeto. Este objeto también puede ser una imagen o un problema abstracto en la mente, Así mi centro de gravedad se reincorpora a aquella única base donde la consciencia-de-sí tiene sus raíces naturales. Quiero decir que el campo de la corporalidad es entonces reactivado o recordado. Dejando de ser insensible, puedo sentir que el permanecer-en-mí-mismo es, sin embargo, muy frágil; aun no tengo ningún equilibrio, y permanecerá así mientras mi energía interna esté fuertemente polarizada hacia la mente, mientras me identifique a mismo con esta actividad mental en la cual permanezco como un sujeto alienado a un objeto. Pero si entro en una experiencia de totalidad – como se hace durante una relajación profunda – se produce un cambio radical cuando la mente se rinde, sacrifica el poder usurpado y dedica su atención al intensificado despertar o consciencia del cuerpo. Acto seguido
un nuevo equilibrio aparece en mí, alrededor de la sutil sensación de una presencia interior. A esta sensación podría llamarla atención del cuerpo. Yo estoy entonces consciente de mí como un campo dinámico de fuerzas.
Sin la experiencia correspondiente es casi imposible hablar del siguiente paso. Este es el despertar o atención del sentimiento, el cual a través de un esfuerzo similar trae una tercera dimensión a mi consciencia: consciencia del ser redescubierto. Dicho sentimiento tiene la propiedad de brindarnos una nueva calidad de energía unificando al aún “dividido ser”.
Yo diría que cada uno de estos mecanismos funcionales – pensamiento, sensación y sentimiento – transporta una energía y una atención o sensibilidad especifica. Cuando se movilizan juntas en virtud del cuestionamiento se potencializan recíprocamente y contribuyen a la rara experiencia de estar realmente presente, consciente de uno mismo. Todo el mundo ha saboreado con mayor o menor fuerza dicho estado
de consciencia en ciertas ocasiones o eventos de su vida.
Cuando estamos más conscientes de nosotros mismos somos capaces de contener nuestra energía y al mismo tiempo permanecer abiertos y permeables, observando – pero no interfiriendo – lo que sea que tenga que suceder en nosotros. Este es ya un gran cambio interior. Pero se necesita aún más. Me gustaría explicar lo que quiero decir por medio de una imagen.
La consciencia total significa el estar presente al mismo tiempo a toda nuestra interioridad, Contener todo de igual manera y al mismo tiempo sería idealmente posible dentro de una esfera o círculo. Bien, para un círculo se requiere de un centro. La dificultad real de encontrar un centro en nosotros mismos se debe al movimiento, porque todo se mueve. Se mueve de arriba abajo: es la vida. Resistirse a la vida es el no adaptarse. Pero hay un camino, el aceptar el movimiento de la vida y sin embargo no ser desplazado. Es posible si yo experimento al mismo tiempo que Yo no soy sólo eso.
Esto ocurre, de hecho, cuando me doy cuenta de dos movimientos simultáneos de energía que ocurren dentro de mí y a los cuales reconozco como inherentes a la vida universal. Uno es el movimiento hacia afuera, que va hacia el mundo fenoménico, ya sea afuera o dentro de mí mismo; el otro es un movimiento hacia adentro que se dirige hacia lo que hemos llamado presencia interior, la cual no cambia a través de los años. El primer movimiento pertenece al proceso creativo ininterrumpido y el otro es el movimiento de volver a la fuente, a la aparente indiferenciación, a la cual también podríamos llamar muerte. El segundo de estos movimientos no es tomado en cuenta usualmente en la idea moderna de consciencia. El camino para expandir la consciencia pareciera con demasiada frecuencia ser un nuevo secreto para la expansión del ego. Pienso que, como estamos, no hay nada que expandir pero sí mucho que contraer.
Tenemos que aprender a volver atrás. La pregunta es si podemos participar consciente y simultáneamente en estas dos corrientes de nuestra vida diaria, Si podemos, quizás podremos transformar completamente nuestra impresión de nosotros mismos y nuestra actitud interior hacia la vida.
El segundo movimiento, el de la muerte, es el más difícil de comprender, No lo considero para nada en el sentido de entropía, o como un camino hacia un estado estático sin tensión. Debemos entenderlo como el dinamismo revertido de la vida, el movimiento ascendente de la evolución, el cual está necesariamente contenido en todo el proceso que se expresa en el concepto de revolución o ciclo.
Podemos considerar cualquier fenómeno como la transformación de energía al interior de un ciclo específico, el cual participa en un ciclo mayor, el que, a su turno, pertenece a un ciclo aún mayor y así sucesivamente, como ocurre con las muñecas rusas. El tiempo en sí no es sólo lineal sino que también es una expresión del proceso cíclico de la existencia, Es relativo a la escala de cada ciclo en particular, de su total revolución. Ya que el movimiento Universal nunca se detiene, el tiempo se expresa a sí mismo, en cada nivel cíclico, por el ritmo. La temporalidad se expresa directamente, por ejemplo, en el latir en nuestras sienes de nuestros vasos sanguíneos. La vida de un organismo tomado como un todo, representa así mismo la revolución de un ciclo (que es armoniosamente polirrítmico). Sea que este proceso dure un microsegundo, una hora, un día, un mes, un año, cien años o miles de milenios, permanece fundamentalmente idéntico al Todo que está más allá de la temporalidad. Podemos tener una extraordinaria clave para muchas preguntas si consideramos que todo el ciclo de la existencia de un organismo – o fenómeno natural – en una escala está contenido al interior del ciclo de un solo aliento – que comprende la inspiración y expiración – en otra escala. La tradición Hindú habla de Brahma como siendo el respiro de todo el Universo, conteniendo estos dos movimientos de involución y evolución que suceden simultáneamente impregnando toda la Creación.
La unicidad de este movimiento dual es y permanece como el desafío supremo de la vida al cuestionamiento del hombre. Tanto la ciencia como la religión están sometidas al misterio de la unidad en la multiplicidad. Esto nos compromete más que una mera teoría o creencia, Podemos ser holísticos o monistas. Pero ser UNO en nosotros y en nuestro Ser es más difícil que ser un monista en pensamiento.
Michel de Salzmann
Traducido y extractado por Magdalena Reyes de
On the Way to Self Knowledge
Jacob Needleman and Dennis Lewis
Alfred A. Knopf.- New York

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