Condicionamiento, Desapego y Libertad por Vicente Beltrán Anglada
Barcelona, 22 de mayo de 1981
Vicente Beltrán AngladaVicente: … y
habida cuenta que el ser humano se está moviendo en tres dimensiones
distintas, pero muy compenetradas, como son el plano físico, el mundo
emocional y la mente, cabe decir que al hablar de ciencia de desapego a
una humanidad inteligente de nuestros días, (lo que intentamos) es
buscar el desapego hacia el mundo de la mente, o sea, de los
pensamientos, hacia el mundo de las emociones, es decir, actuando sobre
los deseos, y también sobre las sensaciones del cuerpo físico.
Bueno, ustedes dirán que esto ya lo
sabemos, yo también lo sé, todos lo sabemos, pero no se trata de saber,
se trata de aplicar, pues una cosa es el poder y otra es la
responsabilidad de este poder. La responsabilidad siempre nace por el
discernimiento, fruto del discernimiento es la voluntad y el propósito
espiritual de realizar, entonces, cuando hablamos del desapego nos
referimos al ser humano inmerso en un mundo conflictivo como el nuestro,
dentro del cual todos sin ningún género de dudas estamos adheridos,
estamos apegados a acontecimientos, a personas, a ideas, y todas estas
cuestiones de tipo nacional, internacional o local, que conturban
nuestro ánimo y llenan de complejos nuestra vida.
Bueno, esto es muy natural en un mundo
en donde se rinde culto a las sensaciones y a la ilusión de los sentidos
y al maya de todas las convicciones existentes, y desde el momento en
que el individuo se da cuenta en cierta medida de que está apegado a
algún hecho personal o acontecimiento, y se da cuenta al propio tiempo
que este apego es negativo para su propia evolución psicológica, empieza
la lucha por este descubrimiento del ser inmortal que todos llevamos
dentro y que tiene como objetivo supremo la liberación.
Es decir, que estamos muy limitados para
hablar de libertad, una palabra hueca como la palabra Dios, ¿verdad?
Porque…, qué sabemos de libertad, es una palabra, un tópico, y
esotéricamente sabemos que los tópicos no nos sirven para nada, y que
cuando hablamos de apego nos referimos a la liberación de todos los
tópicos existentes, incluida la idea de Dios y la idea de libertad.
Porque el último apego que tiene el ser humano es el apego a la propia
liberación o a la propia idea de Dios o la propia idea de libertad.
Desde el momento en que la persona se
siente libre deja de pensar en términos de libertad, deja de hablar de
la libertad, deja de expresar la libertad como una simple utopía mental.
Cuando sucede este raro hecho en la vida de la naturaleza –utilizo muy
intencionadamente esta palabra, intencionalmente–, cuando el individuo
está inmerso dentro de su propia libertad, que es la libertad del
Universo, que es la libertad de la Naturaleza, automáticamente se crea
dentro del ambiente social del mundo un centro de revolución.
Revolución contra todo lo establecido, y
no es que la persona se sienta revolucionaria, simplemente está
expresando libertad en un mundo que no la posee, y (en el cual) se
produce una reacción contra el hombre que posee esta libertad, y todas
las épocas de la humanidad, desde los tiempos de la barbarie primitiva
hasta nuestra era técnicamente civilizada, siempre ha habido una
reacción del ser humano mediocre, de lo más corriente, contra el hombre
superior, y me pregunto si podremos cambiar ese estado de cosas, porque
el hombre que se siente libre no lo expresa con palabras, es un centro
de radiación espiritual, un centro de radiación de la propia libertad
que ha conquistado, y para este individuo no existen tópicos.
La utopía ha desaparecido, la idea de
Dios se ha convertido en la presencia íntima de Dios, en la conciencia
de Dios, si podemos decirlo así, y también a este aspecto esencial en la
vida de la humanidad, a la cual se refirió tantas veces Cristo, de que
el hombre que se siente investigador esotérico –le damos místicamente el
nombre de discípulo– se convierte en un granito de sal en la tierra, le
da sabor a la existencia del mundo, de la misma manera que una pequeña
porción de levadura hace crecer una gran masa de harina. Así parece ser
que es el hombre liberado, el hombre que alcanzó la libertad, y que por
haber conquistado esas atribuciones del Ser Supremo está testimoniando
la vida de la naturaleza y se convierte, por así decirlo, en el brazo
derecho de la humanidad.
Bien, ustedes dirán que eso también son
palabras, lo que se trata aquí juntos, pensando y sintiendo en términos
de libertad, y no simplemente hablando en términos de libertad, de ver
si podemos aproximarnos más estrechamente a esta libertad suprema que
constituye la esencia pura de nuestro ser. Seamos conscientes de que
paralelamente a la vida social del hombre, a la vida de la actividad
cotidiana con sus problemas y dificultades, lo que podemos llamar
razones kármicas, existe también otra vida que desconocemos, una vida…,
no me atrevo a llamarla espiritual porque es una palabra…, pero existe
una porción de vida trascendente que corre a la par de la conducta
social, y que aparentemente hemos desligado del devenir de nuestra vida,
lo mismo que hace el aspirante cuando separa una porción de su vida
para dedicarla a la meditación.
No voy en contra de la meditación, estén
ustedes atentos a lo que voy a referirme, la persona medita a horas
fijas, ha establecido un horario, un ritmo, y se sujeta a aquel ritmo,
lo cual definitivamente puede ser una falta de libertad, porque se ha
condicionado a un ritmo, en tanto que para mí la meditación es algo
consustancial con la propia vida. La flor está meditando, ¿verdad?, el
árbol está meditando, está viviendo, la nube que pasa también está
meditando, el Universo entero está meditando, el único que no medita es
el hombre, (porque) está entregándose a las prácticas de la meditación
como si la meditación fuera algo aparte de su propia existencia.
Ahora bien, qué ocurrirá el día en que
el hombre medite las veinte y cuatro horas del día, entonces el día se
hace la noche, por así decirlo, (se trata de una vida) que no tenga
lugar a fracciones de su propia vivencia, que no establezca diferencia
en su vida social y en su vida espiritual, y que todo sea, o una vida
plenamente social, o una vida realmente espiritual, pues es la misma
cosa. ¿Por qué separamos la vida?, ¿no será porque nos falta libertad?
Libertad de acción, libertad de
elección, libertad en todos los sentidos, las complejidades de nuestra
propia vida nos está obligando a meditar, pero a veces la meditación se
convierte astutamente en la añagaza del yo para separarse de sus propios
problemas sociales; de la misma manera el hombre social entregado a la
lucha social se olvida de la vida espiritual.
Entonces, cuando yo hablo de libertad me
refiero a este punto de equilibrio que existe inexorablemente entre la
vida social y la vida llamada espiritual. ¿Acaso no son la misma cosa?
¿Podemos separar algún fragmento del propio Dios? Si Dios es la
totalidad evidentemente no podemos separar ni uno sólo de sus infinitos
fragmentos, y nosotros somos fragmentos de esta Divinidad.
De la misma manera, y aplicando el
sentido íntimo de la analogía, no podemos separar una porción de nuestra
vida para hacer algo aparte de lo que es la vida total del día o de la
noche, o la total existencia con sus problemas y dificultades y ese
momento en que decimos “vamos a buscar la iluminación, vamos a buscar la
protección, vamos a buscar a través de la meditación, de la plegaria, o
de la oración, un punto de contacto con el Ser supremo”, lo cual parece
negar la gran verdad esotérica de que si Dios está en todas las cosas y
en todos los hechos, y en todos los acontecimientos, al separar
arbitrariamente una fracción de la otra, estamos dividiendo al propio
Dios dentro de nuestro propio interior ¿Se dan cuenta? La cosa es muy
sencilla.
Me pregunto si hemos llegado a este
punto rotundo de síntesis dentro del corazón. Dentro del alma existe una
libertad de acción que está más allá de toda disciplina impuesta por el
yo, y no digo que la disciplina no sea algo natural en la vida de la
naturaleza, pues, ¿acaso un ritmo dentro de la vida de la Naturaleza no
es un ejercicio o una disciplina que se ha impuesto el propio Dios?
¿Acaso no son disciplinas las estaciones del año, o los meses del año, o
los días de la semana, o las horas del día, o las revoluciones de la
Tierra alrededor de su eje, o su vuelta alrededor del Sol? ¿Acaso no es
una disciplina? Pero es una disciplina sin autoimposición, es una
disciplina natural impuesta por el libre ejercicio de la propia
voluntad, pues Dios evidentemente en su Universo no prestará más
atención a un día que a un año, o a una fracción de su pequeña vida, o
de gran vida, con la gran vida que constituye la totalidad del Universo.
Es el caso de Krishna y Arjuna, Krishna es la totalidad y Arjuna es el
fragmento, y todos cuantos hayamos estudiado el Bhagavad Gita sabremos
estas cosas. Pero, ¿qué hemos hecho?, hemos cogido a Krishna, lo hemos
metido dentro de la pequeña vida de Arjuna y lo hemos allí limitado, lo
hemos condicionado, y hemos dicho “ya poseo a Dios, ya poseo la
libertad”, (pero) únicamente se está poseyendo su propio fragmento de la
libertad de Dios.
Bien, se trata de algo que aparentemente
es filosófico, pero yo creo que es algo social y espiritual al propio
tiempo, que constituye parte de nuestra propia evolución, si es que
podemos darnos cuenta de esta acción, que no es limitadora, que es el
enclave de la propias consecuencias divinas de nuestro corazón. Y,
naturalmente, ahí surge el gran problema de nuestra vida, el gran reto
de la existencia, el ser o no ser que ha imperado en las mentes de todos
los hombres que se preguntaron el porqué de las cosas, el porqué de su
procedencia, el porqué de sus actividades en el presente y el porqué del
objetivo que nos tiene reservado el propio Dios, lo cual significa que
estamos inmersos en un mundo conflictivo donde el karma tiene más
potencia que nuestra propia voluntad, y no podemos hablar de libertad en
tanto el karma esté por encima de nuestra pequeña noción de libertad.
Es verdad, todos estamos dentro de este
contexto natural, todos estamos tratando de vivir al amparo de razones
esotéricas, de razones místicas, o de razones sociales, como ustedes
quieran. Pero, me pregunto siempre si al final de nuestro destino no nos
daremos cuenta de que hemos perdido mucho tiempo pensando
fragmentariamente en un sector o en otro de nuestra vida, dando quizá
más importancia a nuestra posición social, o relación social, y menos
importancia quizá al mundo espiritual, o viceversa, quizá habremos
asignado a nuestra vida espiritual una importancia superior al propio
condicionamiento temporal de la sociedad donde estamos inmersos. Y éste
es un motivo de gran meditación, si ustedes aceptan ese término sin
darle el término que se le asigna arbitrariamente, el de separar un
fragmento de nuestro movimiento de cada día para hacer algo que
consideramos necesario.
Estoy hablando, por cuanto durante
muchos años he estado en una escuela esotérica en la cual los
estudiantes estaban preocupados por el devenir de sus estudios y de sus
propias meditaciones, y estaban lamentándose, arrepintiéndose,
sinceramente seguramente, de que no habían podido realizar su meditación
en cualquier día del mes y que estaban entristecidos porque entonces no
podían establecer como de costumbre su contacto diario con el Ángel
Solar, o con el Yo Superior, o con el Alma en su propio plano, lo cual
evidentemente es una negación de la propia espiritualidad del ser, por
cuanto la meditación es la atención hacia todo cuanto sea realmente
importante en la vida. Yo creo que no hay ningún momento en nuestra vida
que no sea importante, busquen cualquier momento que no sea importante y
díganme ustedes cuál es, y veremos a ver si es verdad; y por qué
entonces tiene más importancia el momento en que estoy condicionándome a
ciertas técnicas establecidas, o a ciertas autodisciplinas, o a
cualquier momento en la vida del tiempo de cada día en que realmente
somos importantes frente a la sociedad.
Bien, no quiero continuar porque espero
que abramos un diálogo sobre estos puntos, porque siempre he creído que
se han acabado los tiempos de las grandes conferencias y de los grandes
enunciados de palabras y de razonamientos. Hoy día estamos inmersos
todos dentro de un plano de igualdad social y espiritual, y dentro de
este plano de igualdad podemos siempre establecer un diálogo cordial,
dentro del cual seguramente podamos ampliar comentarios, podamos
sentirnos más unidos, podamos vivir más de acuerdo con la propia
realidad.
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