Despertar naciendo

Un camino donde los vagones de nuestra memoria sigan girando sustentados por la fuente de la vida

 Autor: Ana Silva - Fuente: El Secreto del Olivo

En ese recinto secreto de nuestro interior donde al fin volvamos a las raíces, a ser lo que fuimos.
“No hay método ni dialéctica, sólo tránsito,
transmutación de la tierra y la luz al agua y al fuego”

María Zambrano, Los Bienaventurados.
 
No necesita la memoria acentos ni ropajes baldíos para arrojar un tiempo nuevo. Funciona más bien como una noria, da vueltas, y con vagones múltiples adorna el ciclo de la vida. Transita. Somos la parte de memoria viva que habita en nuestro corazón. Y la experiencia, tronco de la memoria, nos marca y nos preexiste. Las huellas de la experiencia no son, como solemos pensar, un lastre. Más bien son un punto de partida, “es indispensable una cierta aventura y hasta una cierta perdición en la experiencia, un cierto andar perdido el sujeto en quien se  va formando. Un andar perdido que será luego libertad” 1.
Vivir es transitar por la tierra, aún cuando las circunstancias sociales y personales nos asfixian (lo de dentro influye en lo de fuera y viceversa). Así, en un contexto humano tan sumamente complejo como el que atravesamos, la incertidumbre nos ciega en lo más profundo del ser. Es fácil sentirnos opacos entre el anhelo de lo que no se puede alcanzar y la esperanza de lo que no termina de llegar. La buena noticia es que hay vida, aunque humillada, más allá de las circunstancias demoledoras que nos acechan.
Asaltan las dudas de cómo hacerlo, cuándo, con quién, por qué, hasta dónde. Una vez más, en un ejercicio de coherencia activa con nosotros mismos y con los demás, es honesto recurrir a las enseñanzas zambranianas. La mirada nítida de María Zambrano y su compromiso con la vida nos sirve de auténtica guía. Su afán por ayudar a la peripecia vital de los demás se traduce en una argumentación preclara sobre cómo transformar la vida del otro. La clave está en un método o camino que sea capaz de conducir la vida. Como dice en Claros del Bosque “sólo el método que se hiciese cargo de esta vida, al fin desamparada de la lógica, incapaz de instalarse como medio propio en el reino del logos asequible y disponible, daría resultado. Un método nacido de un Incipit nova total, que despierte y se haga cargo de todas las zonas de la vida”.2
No es sencillo, parece, hallar el método. Precisamente ahí radica su peculiaridad y grandeza: cada persona es gestora de su propio método. No existen fórmulas mágicas, sino la única certeza de que hay un camino por el que despertar la vida, dotarla de alegría y comenzar. Somos nosotros quienes individualmente debemos escarbar hacia adentro. Dejar brotar la experiencia, sin aplastarla, dejar que salga con ojos de inocencia, en condiciones de apertura para que el camino sea tan natural como fluido. Aunque no lo exponía exactamente en estos términos Zambrano, lo intuía al señalar“porque tiempo y luz son las constantes que encuadran, abren y cierran caminos y horizontes a la vida humana. El modo de habitar en la luz y en su privación, y el modo de transitar por el tiempo determinan los modos diversos de ser hombre”3
No se trata de ir por un camino recto, el que nos enseñaron, el que recibimos ya trazado en el momento de nacer. El método de transformación zambraniano, del que tan falto estamos, tiene más que ver con la capacidad del ser humano para adaptar el curso de su experiencia a las formas discontinuas de la luz y del tiempo. Con nuestra capacidad para reinventarnos, de metamorfosis, de volvernos flexibles. Un camino que parece escondido, pero que nos espera en ese entorno soñado de sabiduría experimental y silenciosa. En ese recinto secreto de nuestro interior donde al fin volvamos a las raíces, a ser lo que fuimos.
Lo que ha de salvarnos es algo que sea razón, pero más ancho, algo que se deslice también por los interiores, como una gota de aceite que apacigua y suaviza, una gota de felicidad. Razón poética, es lo que vengo buscando, escribía María Zambrano desde La Habana el 7 de noviembre de 1944 al escritor gallego Rafael Dieste.
Todo apunta a una verdadera revolución interior, de conciencia y de razón, pero inmensamente cargada de poesía. Un camino donde los vagones de nuestra memoria sigan girando sustentados por la fuente de la vida. Despertando. Sin acabar de nacer del todo. En continuas vías de nacer.

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