108 lagrimas luminosas de felicidad


Mi curiosidad me llevó a mirar más allá de la apariencia de las cosas y me reencontré niño mientras me reía mirando al infinito. Me pregunté cómo pude no darme cuenta antes, cómo pude estar tan ciego. Entonces busqué una respuesta. Pero no se la pedí a mis compañeros de viaje, ni siquiera la encontré en los libros. Me acordé. Me acordé de cómo se miraba el Sol, cómo se escuchaba su lenguaje y, con el tiempo, sus respuestas. Y me di cuenta de lo mucho que me había hablado, de cuanto amor me había dado constantemente, mientras yo estaba ocupado en esperar que la Verdad saliera de la boca de alguien. Su lenguaje es el de la mirada de un niño que mira a su mamá que lo amamanta, es la sonrisa transparente de quien entendió, el soplo de los vientos que te indican la dirección. La Verdad siempre está al alcance de la mano, pero estamos demasiado ocupados en luchar en contra de nuestros miedos. Comprender el lenguaje de la Naturaleza es simple, porque se expresa a través del amor y porque nosotros también somos Naturaleza. Una vez el Sol me habló. Me habló de mí y me dijo que yo era todo lo que me rodeaba. Fue el entusiasmo que me llevó a compartir con otros seres lo que había escuchado. Y los demás escucharon y vieron las mismas cosas. Entendí entonces que me estaba compartiendo a mí mismo. Así seguí y así sigo hasta el día de hoy. El Amor parece volverme ciego, sordo y loco. Pero, ¿quién no danzaría con los rayos del sol frente a este amanecer infinito? Contemplo el Sol y escucho sus palabras, me dijo que…
                                              De “Las 108 Perlas del Sol” (Ediciones Edes) de Daniel Lumera
FUENTE http://www.concienciasolarblog.com

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