La guerra cercana

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Nunca existió una buena guerra ni una mala paz. Benjamin Franklin
El odio cerval que te quema mientras oyes la opinión de ese listo de la tele al que no soportas hace que le oigas, pero no que le escuches. Para que le escucharas y tuvieras compasión por él o pudieras comprender su punto de vista tendrías que estar en paz. Y no lo estás, porque tiñes todo lo que percibes con tu emoción.
No estás en paz, mi amigo. Si odias es que te está comiendo el odio, o te está comiendo el miedo, o te come la negación, o tus prejuicios, o las fidelidades inconscientes. Y eso, ignorante de ti mismo, no te hace feliz, nunca podrá hacerlo. Nada bueno de tu odio puede salir para nadie, porque el mal multiplica el mal. Sin saberlo estás extendiendo el lado oscuro dentro de ti y entre los tuyos y produciendo el daño que destruye la felicidad en la tierra. Eres el incendio y la guerra. Sí, tú, sin darte cuenta.
Esto puede ser curado de dos maneras: la primera es a través del discernimiento, de la comprensión. Para comprenderte es necesario que te entiendas. Para entenderte es necesario que te mires. Pero no quieres mirarte porque estás lleno de malas emociones, y de miedo, y de duda, y eso te haría darte cuenta de que, a lo mejor, eres malo, cobarde e ignorante. ¿Quién querría verlo? Pero no es así, eso es solo una posesión. El niño inocente que fuiste y que vive en el fondo de ti, se daría cuenta de eso si mirara, porque no está tan lejos. De hecho, el niño es quien lee esto, más allá de la rabia, y el miedo, o la duda que sientes mientras lo lees.
La segunda manera de entenderte es a través del sufrimiento obligado, porque permite expresar el dolor que hay en el fondo de ti y rendirte. Y al rendirte podrás perdonar y perdonarte y quererte de nuevo, al recuperar la inocencia y la bondad y el placer de la verdad que fue original en ti, antes de que no te quisieras porque no te querían cómo tú necesitaste. El dolor es la pena por desamor. El dolor te da miedo. El miedo hace que te pongas agresivo, para defenderte. La agresividad la llevas tapando años. Y por eso sale en borbotones cuando ves al de la tele. Si no cambiamos, sufriremos.
Ese de la tele, querido amigo, también dice lo malo y lo estúpido porque sufre. Quiza no te lo parece y te confundes porque te parezca un listo. Ser listo está muy lejos de ser sabio. El sabio no sufre mucho, el listo sí. El que no sufre, y es adulto, es bueno. Si no distingues los sabios de los listos es porque casi todos los que oyes son listos, y a pocos sabios has escuchado. Alguno hay, pero apenas le distingues. Solo se reconocen entre ellos. No es tu culpa.
Cabe la posibilidad de que ni la comprensión, ni el sufrimiento te den la gracia de mejorarte con el tiempo. Eso te llevaría a otras tres salidas: la primera es casi como la locura, al separarte de la realidad y comenzar a vivir en un mundo interno y caótico. Prefieres así tener razón a ser feliz, tener razón a ver la realidad.  Literalmente, infernal.
La segunda  salida es la parálisis del no sentir, quedarte como muerto, ser un zombi que deja pasar el tiempo sin esperanza, por tanto, sin vivir.
La tercera es morir poco a poco de tristeza y odio, sintiéndose fracasado, buscando sin darse cuenta la muerte, perdiendo los días entre decepciones y rabias.
Mejor nos curamos.
Date cuenta, por tanto, de que todo lo que sientes y piensas del otro, no es el otro. No lo es. Eres tú: son tus pensamientos, son tus sentimientos, son tus emociones. Y uno debería poder sentirse responsable de uno mismo. Si lo haces, podrás mirarte con amor y compasión y poder curarte del chungo. En el fondo te gustaría, pero te da pereza el esfuerzo. Sí, es duro, pero es tu responsabilidad porque es necesario para tu felicidad. Imagino que aún deseas ser feliz. Y ayudar a hacer felices a los otros. ¿O prefieres guerra?
Por todo esto, mi hermano, mi hermana,  cuando salga en la tele ese listo, o ese tonto, o ese malo, obsérvate a ti mismo mientras le escuchas. Hazte responsable de ese odio y recíclalo dentro de ti hasta que se elimine,  no lo dejes que te vaya estropeando o salga empeorando aun más este mundo de insensatos que acceden al poder, a los medios de comunicación, a las redes sociales. No seas un agente del ciclo interminable de dolor y venganza que produce daño, temor y guerra.
Todo esto no es pesimista. No lo es. Es exactamente lo contrario.
Quizá no, quizá esté equivocado y tu ya vivas en paz, con buenos sentimientos y amor a la belleza de la verdad cuando ves invocar a la guerra al listo de la tele.
Mariano Alameda. 1-O. 2017

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