Por qué el desapego es la mejor filosofía

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En el mundo en el que vivimos, el apego parece ser algo normal e incluso deseable. Al menos esto es lo que nos dice nuestra cultura, basada en poseer cosas que nos puedan dar satisfacción o en alcanzar éxito a través de logros o felicidad a través de relaciones estables. Evidentemente el ser humano necesita resolver ciertas necesidades básicas, como tener comida, casa y un sentido de pertenencia y afecto dentro de un grupo social. El problema, sin embargo, yace en que tenemos la tendencia habitual de apegarnos y aferrarnos a las cosas que creemos que nos brindan seguridad y satisfacción y esto es siempre ya la raíz de un futuro sufrimiento, porque la realidad de este mundo es que todas las cosas son impermanentes. Ineludiblemente, el objeto que nos produce placer eventualmente dejará de hacerlo e igualmente la persona que nos brinda felicidad o seguridad eventualmente morirá o cambiará de tal forma que ya no lo haga. Si nos apegamos al objeto, esto sólo hará que suframos más cuando éste desaparezca o deje de producir los efectos que nos producen placer.
Es por eso que el desapego es una filosofía impecable. Apego no es lo mismo que afecto; igualmente, apego no significa que no tengamos deseos de alcanzar objetivos o tener cosas que nos produzcan bienestar, o que no formemos vínculos estrechos con las personas. Simplemente significa el entendimiento de que todo esto tarde o temprano desaparecerá, por lo cual es más inteligente no apegarnos o aferrarnos a nada, sino honrarlo y amarlo como lo que es, algo maravilloso e impermanente, que existe en este momento pero que no sabemos si lo hará en el siguiente. El desapego tampoco significa renunciar al mundo o deshacernos de todas nuestras posesiones, es sólo entender que ya sea que nos aferremos a ellas o que las regalemos o lo que sea, de todas maneras se van a ir. El desapego puede confundirse con el desinterés y la frialdad, pero en realidad está más cercano a la ecuanimidad, lo cual significa mirar las cosas sin prejuicios y sin proyecciones. Asimismo, ya que el desapego es la conciencia de que todo está surgiendo y desapareciendo, esto genera una proactividad, una relación de intensa atención al presente, ya que sabemos que lo que estamos viviendo es único y está por desvanecerse y por lo tanto sólo ahora podremos actuar.

El budismo mantiene que el apego o el aferramiento (upadana, en sánscrito) es una de las principales causas del sufrimiento que perpetúa la rueda de lo que llama el samsara, mientras que eliminar el apego permite que la mente alcance el estado del nirvana. En el sutra Cula-sihanada del Canon Pali, el Buda dice:

Monjes, cuando la ignorancia es abandonada y el verdadero conocimiento surge... entonces [un monje] deja de aferrarse a los placeres sensuales, ya no se aferra a los puntos de vista, ya no se aferra a las reglas y observancias, ya no se aferra a la doctrina del yo. Cuando ya no se aferra, ya no se agita. Cuando ya no se agita, alcanza el nirvana. Entiende: "El nacimiento es destruido, la vida sagrada es experimentada, lo que ha sido hecho ha sido hecho, ya no hay cambio hacia otro estado de ser".
Upadana, lo que a veces se traduce como apego y a veces como aferramiento, en sánscrito también significa "combustible" o "causa material". Esto es muy interesante porque justamente cuando se establece el estado de ecuanimidad o desapego, entonces se extinguen las causas o se agota el combustible que alimenta el samsara. Nirvana literalmente significa extinción o, de manera más precisa, "despiración", como una vela que se apaga.

Tradicionalmente, en el budismo se habla de cuatro diferentes apegos:
1. El apego a la doctrina de un yo.
2. El apego a una perspectiva incorrecta.
3. El apego a ritos y rituales.
4. El apego a placeres sensoriales.
Siendo el apego a los placeres sensoriales y el apego a ritos y rituales causados por los otros dos apegos más profundos. Sin un apego a un yo sólido, separado y estable no podríamos tener los demás apegos. Es por esto que la doctrina revolucionaria del Buda fue la doctrina del anatman, o ausencia de un yo intrínseco. El maestro tibetano Dzogchen Ponlop Rinpoche explica:
Según el Buda nos estamos apegando a un mito. Es sólo un pensamiento lo que dice "Yo", repetido tantas veces que crea un yo ilusorio, como un holograma que tomamos como sólido. Con cada emoción y pensamiento este "yo" parece cada vez más real, cuando sólo es una fabricación de nuestra mente. Es un hábito tan antiguo, tan enraizado en nosotros que este mismo apegarse se convierte en parte de nuestra identidad.
El desapego es la mejor filosofía, lo cual no significa que sea fácil. El desapego suele ser violentamente rechazado y combatido por el ego, que se siente amenazado de muerte. Incluso el ego mismo utiliza en ocasiones el desapego como una forma de afirmarse o apuntalarse. Por ejemplo, personas que utilizan la espiritualidad y el altruismo como formas de inflar su ego, creyendo que son superiores a los demás y están libres de las aflicciones comunes de personas poco desarrolladas. Puede ser que se liberen de las cosas materiales, pero están fuertemente adheridas a su ego y desde ahí se mueven: su apego es al acto de dar y de sentirse bien. Es por esto que el verdadero desapego necesariamente pasa por eliminar el control que tiene el ego sobre un individuo. Esto es lo más díficil, pero lo más valioso. Descubrir la posibilidad de que sin que estemos aferrados a un yo sólido que es el centro del universo y a través del cual todo lo filtramos, aun así hay conciencia, y un gozo más libre y abierto.

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