Tu lugar en el mundo
davidtopi.com
Imagino
que a más de uno le ha sucedido, en alguna época de su vida, no saber
cómo encajar en el mundo. La sensación de estar desubicados, de no
encontrar un propósito, de no tener claro el rumbo a seguir. Hay muchos
aspectos involucrados en este tipo de sensación: psicológicos,
energéticos, espirituales, e incluso físicos y hormonales, pues
diferentes etapas de la vida a partir de los diferentes ciclos que nos rigen,
nos hacen pasar por esas llamadas “crisis existenciales” de vez en
cuando. Cómo superar la sensación de desubicación requiere, como todo en
la vida, de trabajo interior para recomponer nuestra conexión con
nuestra hoja de ruta pre-planificada antes de nuestra primera entrada a
cada nueva existencia, y hay dos componentes importantes que hoy vamos a
explicar, un poco, para desgranar más a fondo como funciona eso del
“encaje” en el “plan mayor” que rige nuestras existencias, y nuestro
acople a la realidad en la que esta se desarrolla.
Una estructura energética compleja
Creo
que somos conscientes, la mayoría, que no somos nuestro cuerpo físico,
ni nuestras emociones, ni nuestra mente. Eso no es más que un traje
temporal para nuestra alma, y más allá, para nuestro ser o Yo Superior,
un envoltorio que se hace y se deshace, se forma y se destruye, se crea y
se descrea.
Así que el ser que somos requiere
múltiples capas, llamadas cuerpos sutiles, entrelazados entre sí,
involucrados y coordinados unos con otros, y donde el menos denso y más
energético, interpenetra al más denso y material. De esos cuerpos
tenemos varios, pero solo cinco están medianamente desarrollados en el
ser humano. No hemos llegado aún al nivel evolutivo en el cual se haya
de activar la materia que forman los cuerpos superiores en la mayoría de
las personas. Para el humano medio, excepciones aparte, la composición
que presentamos es la siguiente:
- Cuerpo físico, químico y orgánico
- Cuerpo vital o etérico
- Cuerpo emocional o astral
- Cuerpo mental
- Cuerpo causal
Así,
para cada encarnación, y referente al trabajo que nos proponemos hacer
en la misma, como misión o propósito, hay dos estructuras energéticas
que son importantes, pues son las que nos permiten encajar en la
totalidad del rompecabezas que representa la realidad humana a la que
entramos a formar parte, como la pieza de un puzle que si está
correctamente insertada en su lugar, permite que sintamos que formamos
parte de un propósito más amplio.
Así, en este
caso, los dos componentes del sistema energético que revisaremos como
parte de esa pieza del rompecabezas que nos permite encajar en el gran
esquema de las cosas, son, primero, una de las capas del aura (la
quinta), y, segundo, el llamado cordón dorado o línea del Hara.
La capa transetérica del aura
El
campo electromagnético que rodea al ser humano es llamado por la
mayoría de culturas orientales el “aura”, y forma parte de la estructura
del primero de nuestros cuerpos sutiles, el cuerpo etérico. En el
interior de este campo, se suelen distinguir 7 niveles.
Explica
Bárbara Ann Brennan y otros escritores del tema, que el quinto nivel
del campo electromagnético que poseemos, como parte de nuestro cuerpo
etérico, corresponde al nivel de la voluntad divina y de nuestra
ubicación en el mundo. Esta capa contiene no sólo la forma y molde de
nuestro cuerpo físico (algo de lo que se ocupa la información o
plantilla que forma la primera capa de este aura), sino también la
información que forma las plantillas del resto de la vida consciente en
la realidad con la que interactuamos, y, por ello, contiene el modelo
evolutivo, diagramas, y formas, de la vida que se manifiesta en nuestro
planeta y de la que somos parte. Es, por intentar explicarlo más
claramente, la parte de nuestro campo energético que contiene,
“impresionado” en él, la voluntad de los niveles superiores del ser
humano para cada encarnación, pero registrada en forma de esquemas,
modelos y formas, como los planos de algo que luego se va a crear y se
ha de construir en el mundo tangible a los sentidos.
De
esta manera, los planos y diagrama que forman nuestra plantilla de
existencia y nuestra hoja de ruta para cada encarnación existe dentro de
todos nosotros, y tenemos el libre albedrío de alinearnos o no con esa
planificación que no es más que una guía para el plan evolutivo de cada
uno, y así mismo de nuestra relación con la humanidad y nuestra
ubicación en la Creación. La energía que existe en esta plantilla en el
aura está viva, vibra y se despliega constantemente, a medida que
interactúa en su mismo nivel de frecuencia y vibración con el “molde”
global de la realidad humana de la que formamos parte, ya que cada nivel
de los campos y capas que nos componen resuena y vibra con un nivel
afín de la estructura dimensional de la realidad, de ahí que, si
pudiéramos sentir la energía de esta quinta capa aural, nos daría la
sensación intensa, casi inexorable, de voluntad e intención, de orden
perfecto. Es un nivel energético de precisión donde todas las cosas
tienen que encajar con todas para que la vida discurra correctamente.
Por
este motivo, parte de la sensación de desubicación y de no saber como
encajar en el mundo viene de la falta de alineación de la personalidad, y
la realidad que hemos manifestado, con el contenido de esta quinta
capa. Si uno está alineado con su propia plantilla de existencia,
diseñada por una consciencia superior a la personalidad, incluso al
alma, es cuando uno siente una intensa conexión con todo cuanto le
rodea, y tiene la sensación que está en su lugar, con su propósito, y
sincronizado con todos los lugares y todas las intenciones. Se conoce el
orden como un principio universal, y se está conectado con el propósito
de esta encarnación.
Por contra, cuando no
estamos alineados con esa plantilla, y nos sentimos desubicados de
nuestro propósito y misión, el campo aural en su quinta capa suele
aparecer distorsionado. No encajamos en el modelo global de la
humanidad, y no nos sentimos parte de todo lo que nos rodea. No
conocemos nuestro lugar en el gran esquema de las cosas ni nuestro
objetivo para con el mismo. De hecho, la idea de que exista tal cosa
quizá no tiene sentido para nosotros, y nos da la sensación de que no
encajamos o no sabemos cómo integrarnos en el mundo en el que vivimos.
La línea del Hara y la conexión con nuestro propósito
El
segundo componente (entre otros), que tiene una relación directa con
nuestro lugar en el mundo, es el llamado cordón dorado o línea del Hara.
Todos tenemos una línea energética, a modo de cordón de luz, que se
origina en un punto situado por encima de la cabeza, y a través de este
punto hacemos nuestra conexión directa con nuestro ser, nuestro Yo
Superior.
Mientras que el campo electromagnético
del aura se relaciona con nuestra personalidad y la forma de encajar en
la realidad de la que somos parte, el nivel del Hara se corresponde
directamente con la misión en la vida y con nuestro objetivo espiritual y
evolutivo. Es el nivel que nos alinea con el principal objeto de
nuestra vida, y es aquí donde uno establece y conserva su intención de
trabajar por un bien mayor mientras estamos encarnados.
A
nivel de estructura, este cordón tiene algo menos de un centímetro de
anchura y se extiende desde el centro de la esfera de consciencia del
ser humano, ubicado en el llamado noveno chakra o centro de consciencia
universal, hasta las profundidades de la Tierra. La línea desciende a
través del pecho, a la altura del timo y sigue bajando hasta el tantien,
en el abdomen inferior, por debajo del ombligo. A partir de aquí, se
prolonga desde el tantien hacia las profundidades del centro del núcleo
terrestre y es a través de ella que estamos conectados también a nuestro
planeta. Una comprobación rutinaria de nuestro sistema energético nos
permite auto detectar que el punto inferior de la línea del Hara en el
núcleo del planeta se desconecta con relativa facilidad, con lo que es
necesario un pequeño ejercicio regular, mediante la intención,
visualización o trabajo energético para reconectarnos al mismo. El
cordón dorado puede dañarse o desconectarse tanto por influencias
internas (desarmonización de nuestro sistema energético, bloqueos en
alguno de los puntos por donde el cordón pasa) o bien por influencias
externas (campos electromagnéticos que nos afectan, torres de alta
tensión, entes acoplados, etc.), de forma que es necesario restaurar
con la intención el cordón dorado para recuperar la conexión, tanto
hacia los planos superiores como hacia el planeta.
Ambos
componentes son parte de las estructuras que nos permiten sentir que
tenemos un lugar en el mundo, y de sabernos con un propósito que nos
guía y nos mantiene firmes ante los vaivenes de la realidad en la que
existimos. Con una simple meditación, visualización e intención, se
puede uno volver a alinear con ese propósito, trabajando para
reconstruir esa quinta capa del aura o volviendo a alinear de extremo a
extremo la línea del Hara. Diferentes técnicas de artes marciales hacen
esto último, así como diferentes técnicas de sanación energética
también. A nosotros, al menos, nos sirve para conocer un poco más de
donde viene esa sensación de desubicación y de sentirnos fuera de lugar
que a veces nos invade, y comprender que tiene su origen en componentes
dentro de uno mismo que han perdido su armonía y alineación, y que es
necesario volver a reconstruir para que sigamos siendo piezas del
engranaje mayor que dirige el proceso evolutivo de la raza a la que
pertenecemos.
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