Los sueños de los niños son para alimentarlos, nunca para quebrarlos

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Sara Tibet
Ojalá todos aquellos que estén cerca de algún niño tuviesen la disposición de alimentar sus sueños, de cuidarlos, de hacerles saber que no importa lo grandes que sean pueden llegar a materializarlos.
Todas las creencias que se nos inculcan de niños, son las que predominan a lo largo de la vida. Si a un niño se le hace consciente de su infinito potencial, es difícil que sienta limitaciones al momento de ir tras sus sueños.
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Aquellos que se encargan, con la excusa de proteger, de mostrar la realidad, de cortar las alas de los más pequeños, poca idea manejan de lo que están haciendo. Cuando un niño sueña, lo menos que podemos hacer es respetarle su sueño, debemos alentarlos, decirle que todo lo que desee lo puede lograr, que lo imagine, que lo toque en su mente y no debe sorprendernos cuando lo veamos con su trajecito de astronauta dirigiendo una importante misión.
Todas las limitaciones están solo en nuestra mente, el universo nos provee de infinitos recursos y posibilidades, a los que no sabemos muy bien cómo acceder, pero que están allí. El hecho de que como padres, como adultos, hayamos perdido la capacidad para soñar, que a todo le encontremos un pero, un techo, que todo lo intentemos racionalizar, no significa que los sueños le pertenecen a unos pocos, los sueños son para todos los que mantengan en su corazón la certeza de poder alcanzar lo que desean.
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Aquellos que saben que llevan a ese niño en su interior capaz de soñar, capaz de escuchar su corazón, viven la vida de manera diferente, por lo general hacen lo que les gusta y les resulta más probable sentirse a gusto con sus vidas, viviendo y disfrutando cada momento, caminando hacia donde su corazón les dicte.
Cuando dejamos ir a ese niño, cerramos la ventana que nos hace soñar, que nos hace conectarnos con la vida de una forma más creativa, queremos calcularlo y controlarlo todo y con facilidad nos frustramos al no obtener lo que deseamos, o pero al obtenerlo y que no sea como lo esperábamos, rescatemos a ese niño que jamás nos ha dejado, pero que nosotros hemos olvidado y compensemos ese abandono con el cuidado de nuestros hijos.
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Debemos cuidar los sueños de nuestros niños, tratando de no acelerarlos en sus ritmos, tratando de no ponerlos en posiciones competitivas. Puede resultar mucho más enriquecedor lo que aprenda un niño jugando en un parque que con cualquier sesión de tarea dirigida. Cada niño tiene su ritmo y necesita un espacio libre de agentes tóxicos que contaminen sus sueños. En caso de que no hayamos podido proteger nuestros sueños, tenemos una gran oportunidad de hacerlo con la de nuestros pequeños.

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