LOS 8 HÁBITOS INCONSCIENTES QUE TE LLEVAN A LA INFELICIDAD

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Nuestra conciencia puede igualarse a un iceberg. Hay una parte de nuestra mente de la que somos totalmente conscientes y reconocemos sin problemas, que sería la zona visible. La otra parte es el inconsciente, que incluye los procesos mentales, sentimientos, recuerdos e ideas que ignoramos pero que se pueden manifestar cada día sin que lo sepamos.
Muchos de estos procesos pueden ser negativos para nosotros, como ciertas formas de interpretar los sucesos de nuestro alrededor. De hecho, existen patrones de pensamiento que pueden hacernos muy infelices y que en Psicología se conocen como “distorsiones cognitivas”. A continuación, vamos a ver qué hábitos inconscientes son los que nos provocan malestar y contribuyen a hacernos infelices y cómo solucionarlos:

1. Formas negativas de interpretar las cosas.

Lo que sucede a nuestro alrededor simplemente son hechos que pueden ser tomados de mil maneras diferentes. Lo que es curioso es que un mismo suceso puede verse de forma negativa o de forma positiva.
Las personas infelices tienen el hábito de considerar los hechos que ocurren a su alrededor de forma que les causan malestar innecesariamente. Y, es más, es un patrón de pensamiento muy automático, inconsciente, y, por tanto, complicado de controlar. Algunos ejemplos de estas interpretaciones serían:
– Esperar consecuencias malas de cualquier suceso inesperado o nuevo (“voy a conocer a la familia de mi pareja, seguro que hago algo inapropiado”). Esta manera inconsciente de pensar acaba afectando al estado de ánimo, aumentando la ansiedad y el malestar, lo que puede acabar incrementando la probabilidad de que nuestros miedos se cumplan. Lo adecuado es afrontar las situaciones novedosas con apertura y actitud positiva, sin importarnos si las cosas van a salir bien o mal, sino tratando de sacar el máximo provecho de ellas.
Esa actitud se reflejará en lo que decimos y lo que hacemos. Así, estaremos más tranquilos, despreocupados y más cerca de nuestros objetivos.
– Exagerar y magnificar los aspectos negativos de las cosas y olvidar los positivos: tenemos la absurda costumbre de centrarnos en lo malo, darle vueltas y resaltar todo lo te hace sufrir esa situación. Sin embargo, siempre hay cosas positivas en casi todos los ámbitos de nuestra vida (por ejemplo: seguir saludables, tener éxito con nuestra pareja, una relación bonita con nuestros hijos, etc.) que tienden a olvidarse. ¿Y si recordáramos todas las cosas valiosas que hay en nuestra vida o hemos conseguido? ¿Y si tuviéramos en mente todas esas veces que luchamos y salimos airosos en vez de nuestros fracasos? Evidentemente, estaríamos siendo más felices sin perder la sinceridad con nosotros mismos.
– Visión extrema (“todo es blanco o negro”): o clasificar nuestras vivencias como “buenas” o “malas” sin darnos cuenta de lo complejo que es el mundo y todo lo que sucede en él. Muchos eventos pueden situarse en puntos intermedios, sin tener que valorarse de forma tan positiva o negativa. No es imposible cambiar nuestra forma de interpretar las cosas. Lo primero para ello, es ser conscientes de cómo nos tomamos las cosas que nos ocurren y empezar a sustituir el pensamiento que nos hace infelices por otro más ajustado a la realidad y que genere menos malestar.

2. Lo que nos decimos a nosotros mismos.

Este punto es muy parecido al anterior, pero quiero resaltar aquí concretamente cómo tratamos a nuestra propia persona. A veces se nos olvida que somos seres imperfectos pero valiosos, capaces, que tenemos días malos y buenos, y que debemos hablarnos con respeto y cariño.
Analiza qué es lo que te dices a ti mismo y huye de los pensamientos inconscientes que se vuelven automáticos del tipo: “debería ser mejor”, “tengo que trabajar más”, “debo ser la madre perfecta”, “siempre lo hago todo mal”, “ojalá no fuera tan torpe”, “ya estás pensando otra vez en lo mismo”, etc.
Estas cosas que nos decimos llevan implícitas ansias de perfeccionismo y demasiadas exigencias que nos desbordan y nos provocan estrés. Por eso es importante conocer nuestro propio valor, asumirlo y darnos cuenta de que debemos ser más comprensivos con nosotros mismos.
Así, podríamos cambiar estos pensamientos por otros como: “esto me ha salido mal, pero yo tengo muchas cosas buenas, quizás en la próxima va mejor”, “me siento orgullosa como madre”, o “hoy estoy cansado, voy a tomarme las cosas con más calma”.

3. Centrarnos en el pasado o en el futuro y no vivir en el presente.

Un error muy común es no pensar en el presente, sino gastar mucho tiempo pensando en cosas que ya pasaron o que se cree que ocurrirán el futuro. Preocuparse por lo que va a suceder puede provocar mucho estrés y además no tenemos seguridad real de que lo que pensamos vaya a pasar o no. Como vemos, esto es una tarea inconsciente que resulta inútil e incluso nos hace sentir mal.
Otro error es la idea de “podré ser feliz cuando consiga pareja”, o “cuando pierda peso, comenzará mi felicidad”. Ya que estás proyectando tu felicidad a un hecho futuro, ignorando que hoy por hoy, puedes sentirte feliz de otras formas y valorando otras cosas buenas de tu vida actual.
Lo único seguro que tenemos es que estamos viviendo en el presente, en el aquí y en el ahora. El pasado es algo que ya ocurrió y no podemos cambiar, y el futuro no lo conocemos. Por este motivo, nuestra conciencia debe estar orientada a lo que estamos viviendo en este preciso momento: ahora estás leyendo este texto, y es aquí donde deberías tener toda tu atención y enfocar tus pensamientos.
Actualmente muchas personas están entrenando esta capacidad de vivir el presente gracias a una técnica de meditación llamada atención plena o mindfulness. Existen estudios que confirman que esta técnica produce un mayor bienestar psicológico, por ejemplo, este meta-análisis.

4. Pensar que debemos estar siempre felices y estar triste es malo.

Es obvio que en la vida no siempre todo es como queremos: hay momentos duros que ponen a prueba nuestra fortaleza, fracasos inesperados, pérdidas, errores. Lo importante es concienciarnos de que esto forma parte de la existencia y reconocer que tenemos que vivirlo, no evitarlo.
Tendemos a tener la idea incorrecta, de forma inconsciente, de que tenemos la obligación de sentirnos siempre bien. Parece que siempre debemos sonreír, ser amables, estar activos… y no nos permitimos a nosotros mismos sentir rabia, dolor o ponernos a llorar. Esto hace que reprimamos nuestras emociones negativas, es decir, que las encerremos bajo llave. Sin darnos cuenta de que siguen ahí y no expresarlas puede afectar nuestra salud física y mental.

5. Intentar borrar u ocultar nuestros recuerdos traumáticos.

Unido a lo anterior, una capacidad propia de nuestro inconsciente es borrar u ocultar aquellas experiencias del pasado que han sido traumáticas o desagradables para nosotros. El objetivo de esto es protegernos temporalmente de ese dolor, fingiendo que no ha pasado.
Pero el recuerdo está almacenado en algún lugar recóndito de nuestra memoria y a veces se produce una lucha en la que intenta salir y nosotros no le dejamos, contribuyendo a nuestra infelicidad. ¿Cómo se superan estas memorias? El truco está en recordarlas. Es algo doloroso, pero que es necesario vivir para aceptarlas, asumirlas, aprender de ellas y, finalmente, superarlas.

6. Quedarnos pensando sobre los problemas y no actuar para resolverlos.

Esto es algo que no nos damos cuenta, pero es muy común. Recuerda cuando tienes cualquier problema cuánto tiempo dedicas a pensar una y otra vez sobre éste y realmente cuántas cosas haces para solucionarlo. La mayoría de las veces dedicaremos horas y horas a pensar sobre ello o comentárselo a nuestros amigos o familia, generándonos una gran cantidad de preocupaciones y malestar.
Lo ideal es centrar el pensamiento en la solución, estudiar las alternativas posibles y ponerse en marcha cuanto antes. Es la única manera de afrontar los problemas.

7. Actuar al servicio de las emociones que tenemos en cada momento.

Nuestro inconsciente es aparentemente incontrolable e instintivo, por eso se vincula con nuestras emociones más primarias. Hay momentos que los cambios emocionales pueden jugarnos malas pasadas, como tener un ataque de ira contra alguien ajeno a tus problemas.
Por eso, debemos aprender a controlar nuestras emociones y no dejar que éstas nos dominen a nosotros. Está bien que no nos censuremos y nos permitamos sentir, pero controlar en medida de lo posible cómo expresamos esas emociones para que sean adaptativas.

8. Compararse con otras personas.

Hay momentos en los que inconscientemente sentimos envidia o celos de los demás, ya que percibimos que éstos tienen cosas buenas que nosotros pensamos que no tenemos. Estas comparaciones constantes son típicas de personas que no son felices.
Esto provoca a la larga una importante frustración con uno mismo, y desprecio hacia los demás. Hay que ser realista y reconocer tanto las propias virtudes como defectos como las de los demás. A través de nuestro punto de vista, puede que la vida de otras personas se vea de forma distorsionada e irreal.
Por ejemplo, puede parecer que la vida de los demás es mucho más satisfactoria que la nuestra, pues sólo conocemos lo positivo e ignoramos sus problemas. Posiblemente las personas que envidiamos tengan o hayan tenido problemas y dificultades que ni siquiera nos imaginamos. Por eso, envidiar a los demás o sentirse mal por no ser como ellos es una pérdida de tiempo.
-Por Cinta Martos Silván-

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