Cuarenta piedras en el camino
El
proceso de crecimiento por el que todos pasamos camino a estadios
personales más elevados de consciencia pasa por muchos altibajos:
volvemos atrás cuando creíamos haber avanzado un montón, nos enredados
en problemas o situaciones que creíamos superadas, nos encontramos con
montañas que pensábamos que ya habíamos escalado, y volvemos a caer en
los mismos pozos de los que tanto trabajo nos había costado salir. Es
normal. Es así como funciona. El camino de crecimiento no nos lleva en
línea recta y sin retrocesos, más bien al contrario, cada cosa que
aprendemos, integramos y nos hace expandirnos, consiste en un montón de
pasos adelante y unos cuantos hacia atrás, hasta llegar a cristalizar y
afianzar ese algo nuevo, sea un nivel evolutivo, sea un conocimiento
convertido en sabiduría, sea una habilidad desarrollada y afianzada.
Funciona
como las olas que llegan a la orilla donde van erosionando una piedra
que lleva ahí quieta durante mucho tiempo, cada ola que llega la moja un
poco, la recubre, la envuelve, le quita un poco de la arena que tiene
alrededor, pero solo una de ellas, la ola final, es la que por fin
arranca la piedra de la playa arrastrándola de vuelta al mar. Si la roca
es un problema, un obstáculo o una meta que nos hemos propuesto, hay
miles de asaltos hasta que finalmente se conquista el castillo, y con
cada asalto que nos acerca un poco más nos alegramos y pensamos que ya
estamos casi a punto de conseguirlo, y con el siguiente paso que damos
resulta que nos quedamos a medio camino o incluso parece que hemos
retrocedido en el intento.
Pero teniendo esto en
mente, uno aprende a tomarse los objetivos con humor y sobretodo con
constancia. No hay nada que no se pueda conseguir con constancia, y
sabiendo que muchos pasos que demos adelante luego tendrán por ahí en
medio uno o más pasos hacia atrás. Lo que sucede es que los pasos
adelante nos parecen normales e incluso “lo que toca”, lo lógico siempre
es avanzar, y nos duele o nos desanima cuando vemos que, en algún
momento, parece que nuestra ola no llega nunca a alcanzar la piedra.
La necesidad innata de crecer
El
ser humano es un ser que por naturaleza propia siempre tiende al
crecimiento, pues las fuerzas interiores de la Creación que moran en
cada uno de nosotros, desde las partículas que forman nuestros átomos
hasta la consciencia del ser que somos no concibe la existencia si no es
como un proceso de crecimiento y aprendizaje en cualquiera de los
sentidos y formas en los que el concepto de aprendizaje pueda llevarse a
cabo. Como todo sirve para algo, incluso los pasos hacia atrás en pos
de objetivos de crecimiento y transformación interior están destinados a
que se aprenda o se consolide algo. Cada paso siempre es como una
piqueta puesta en la roca de una montaña para que mucha gente pueda
escalarla, aunque el primero que pone la piqueta nunca sube en línea
recta y sin tener que volver atrás cientos de veces para revisar,
ajustar, encontrar la mejor forma de poner los seguros, etc.
Los
que abrís caminos para otros estáis destinados a avanzar y retroceder
múltiples veces, estáis destinados a dar mil vueltas a las cosas antes
de comprenderlas, estáis destinados a sucumbir ante mil engaños y
desinformaciones antes de encontrar la fórmula que os permite
desenterrar la verdad y la información correcta. Como todo, además es un
gran juego, dentro de la burbuja holocuántica que representa vuestra
propia realidad individual, así que escalar la montaña para abrir camino
a los demás se convierte en una prueba de auto superación donde te
tienes que divertir mientras vas buscando la forma de sostener las
cuerdas que quizás alguna otra persona, en algún otro momento, quiera
usar para apoyarse en su propio camino de escalada personal. Que use tus
cuerdas no significa que siga tus pasos, simplemente se cruzan ambos
caminos y en esos puntos puede usar uno de los puntos de apoyo que otros
que van por delante nuestro, en sentido figurado y en cualquier
dirección, han puesto para ellos mismos y han dejado ahí para el bien
común de quien quiera usarlos.
Así, nadie está
destinado a seguir el camino evolutivo de nadie más, de hecho, es
imposible, ya que no hay dos hojas de ruta iguales en el universo que el
ser que somos haya podido copiar o calcar del ser de al lado. Cada
mónada, cada esencia, cada Yo Superior, cada SER tiene sus propias
ecuaciones de elección a la hora de preparar el sendero que desea
recorrer, y hay a quien le gusta ir a un ritmo y hay a quien le gusta ir
a otro. Hay quien escoge picos escarpados para ver desde la cima de la
montaña todo el valle y luego con vista de pájaro va animando a otros
escaladores con la información recogida desde sus alturas, y hay quien
escoge senderos amables y tranquilos y va explicando cada detalle del
mismo con minucioso detalle para los que no se paran nunca a ver los
paisajes.
Los que estáis destinados a trabajar
para asistir a los demás, os caeréis más de una vez de la roca, os
tropezareis más de una vez con las piedras, os perderéis en múltiples
laberintos una y otra vez, u os dará más de una rama en la cabeza al ir
mirando por todos lados las pistas de la supuesta senda correcta, pero
no importa, pues no deja de ser espectacular comprender cómo se puede
uno caer y gracias a ello encontrar nuevas técnicas para levantarse, no
deja de ser espectacular aprender como se puede uno chocar contra una
rama y enseñar a otros a no hacerlo, y no deja de ser espectacular darse
cuenta de lo estupendo que es ir abriendo camino y enfrentándose a lo
desconocido, para luego marcar con una X el punto en el camino y decir,
yo pase por aquí, cuarenta veces, antes de poder seguir adelante.
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