Rutinas que nos alejan de la espiritualidad y de una vida plena

Buddha can
Cuando alguien se encamina hacia un despertar consciente lo primero que siente es ruido, un ruido que va creciendo a medida que nos acercamos a la edad adulta. Una especie de electricidad estática que adormece los sentidos, que enmudece el anhelo interno, que hace que nuestra percepción del tiempo se vuelva veloz y sin medida, un punto en el que parece que todo deseo de una vida plácida y plena no sea más que el sueño inalcanzable de un niño o una niña que un día se permitió el lujo de soñar. Muchos a esto lo llaman madurez, una forma de volverse realista, pero que en realidad no es otro síntoma de que la sociedad te ha metido en su vorágine. En el juego de aquellos que se encargan de que te domine la imposibilidad, de aquellos que esperan que creas que la disconformidad es una enfermedad.
Cuando sientes que trabajas para hacer realidad el sueño de otro, cuando sientes que tu mayor deseo es que esta etapa de tu vida termine de una vez, cuando esperas ansiosamente un cambio que no llega, cuando te das cuenta de que el ruido que te envuelve hace que tus días parezcan minutos, cuando tu único deseo es tirare en el sofá para ver un programa de TV y desconectar como único premio merecido, estas de enhorabuena; todo esto quiere decir que existe una posibilidad férrea de cambio y que tú, y no la decisión de otro, puede producir el cambio.
Ser consciente del ruido, del vértigo y del vacío es mucho. Gran parte de la sociedad transita estas etapas sobre ruedas sin percatarse de que no van hacia ningún lado, y finalmente, llegan al lienzo final donde no tienen ni colores con los que poder pintar su flor de crecimiento interno.
El sistema está tan bien construido que resulta complejo dejarlo todo de golpe y cambiar, básicamente por que las primeras cadenas que nos atan a la vorágine nos ofrecen los bienes necesarios, como un hogar, alimento y agua. Y ya desde niños nos educan para comprender que no existe otra forma de sistema, que nuestro sistema es un bucle de reciprocidad que sirve para que todo funcione y que de una manera brillante es perfecto. Lejos de querer discutir esto, comprendemos que la mejor manera de cambiar no es abandonar el sistema, si no la manera en cual lo transitamos.
Las rutinas empobrecen los sentidos y las ganas de amar. Extirpan los deseos enfocándonos a la imposibilidad, y desnutren el alma hasta el punto de sentir tan poco que creemos que no existe.
En el otro extremo, vivir aferrado a la idea de la inexistencia del alma es un síntoma de que te has convertido en el títere robótico del sistema, en un amante de la materia, que engrasa el engranaje de la compra-venta y que poco más espera de si mismo.
Casi de una manera natural, las rutinas del día a día nos conducen a ello y darse cuenta de ello es esencial, obligatorio, para poder hacer de tu camino una forma de vida plena.
Tanto las evidentes, como las sutiles:
-Una mala alimentación
-Creer en la publicidad sin considerar que es un negocio.
-Delegar a otros tus propias responsabilidades.
-Aferrarse a la política como si ello pudiera cambiar tu vida.
-Vivir tomando la realidad de la prensa amarilla y sensacionalista.
-Escuchar constantemente malas noticias.
-Dejar que tus horas se escapen viendo a los títeres de la televisión.
-Comer a esta hora porque es la hora y no por hambre o necesidad energética.
-Querer vivir constantemente otra realidad sin ejercer ninguna acción.
-Creer que ser feliz a través de los antidepresivos es una forma de felicidad.
-Creer que sólo merecemos un día para nosotros mismos.
-Amar con necesidad y no con corazón. O dejarnos amar por otro desde su necesidad y no desde su corazón.
-Perder nuestro escaso tiempo libre entre alcohol y discotecas.
-Prestar dinero sólo a aquellos que sabemos con certeza que nos lo devolverán con interés.
-Liberarnos de nuestro dolor a través de generar dolor a otros.
-Mostrar una entera disponibilidad para aquellos que pretenden usarte.
-No mostrar disponibilidad para aquellos que necesitan tu ayuda.
-No aceptar la ayuda de quién está dispuesto a ofrecerla.
-Considerar que el que lleva un traje y corbata cara es un ser superior o envidiable.
-Creer que poseer un objeto más caro y mejor nos aumenta la calidad de vida.
-Malgastar tiempo y energía odiando aquello que no puedes cambiar.
-No adorarte por compararte con falsos ídolos.
-No dar cariño y amor a los animales.
-Dejar que te pisen o pisar a los demás.
-No cuidar a tu círculo cercano.
-No limpiar y airear tu casa.
-Dejar para mañana algo sólo por pereza.
-No atreverte a expresarte creativamente o a través del arte.
-Luchar contra tus problemas en vez de danzar con ellos y entenderlos.
-Dividir etnias, razas y clases entre superiores e inferiores.
-Creer que la madurez es una forma de aceptar la realidad tal y como nos la presentan.
-Creer que la verdad del todo reside en tu familia y no en uno mismo.
-No atreverte a decir Soy feliz aunque no termines de creértelo.
Nadie puede cambiar a nadie, tan sólo el motor interno de cada uno debe cambiar su rodaje o su anclaje para que la percepción de las cosas cambie. Los estados anímicos no son más que actitudes ante las cosas. Una actitud negativa trae consecuencias que se atenderán como negativas, una actitud positiva traerá a si la percepción positiva de las situaciones y un entendimiento maleable y suave. Hay muchas situaciones de la vida en la que se requiere una posición de observador y no de participante, no interferir es, en ocasiones, la mejor decisión. Desde la observación la persona gana tiempo para decidir de verdad que significa esto o aquello para uno mismo y así dejar de perseguir los resultados de los patrones de conducta errados que llevan siempre al mismo punto. Hoy pocas cosas podemos elegir, pero hay algo que es intocable, la elección de lo que queremos sentir de verdad.
FUENTE https://motordearkivo.wordpress.com

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares