LA VERDAD Y LA CREENCIA


La verdad libera, y nada más. Todo lo demás crea una atadura, una carga. Y la verdad no se puede encontrar mediante el esfuerzo intelectual, porque la verdad no es una teoría, es una experiencia. Para conocerla tienes que vivirla, y en eso es donde millones de personas yerran. Piensan que si pueden aferrarse a una creencia, les ayudará a encontrar la verdad. Poco a poco se asientan en la creencia, y la creencia no es la verdad. Es una teoría sobre la verdad: como si alguien se contentase sólo con palabras, escrituras, doctrinas, dogmas; como si un ciego empieza a creer que la luz existe, o alguien hambriento lee un libro de cocina, y cree en esto o en aquello, pero sigue hambriento. Esa no es la forma de satisfacer el hambre.

La verdad es un alimento. Hay que digerirlo, asimilarlo; hay que permitir que circule por la propia sangre, que lata en el propio corazón. La verdad tiene que ser asimilada en tu unidad orgánica. La creencia nunca se asimila, sigue siendo siempre un fenómeno sin relacionar.

Puede que seas hindú, pero el hinduismo sigue siendo tan sólo un concepto intelectual. Puede que seas cristiano, o mahometano, pero esas religiones no son partes orgánicas de tu ser. En lo profundo de ti, la duda continúa.

He oído una historia:

Titov, es astronauta ruso, volvió del espacio, y el Presidente ruso le preguntó en privado si había visto a alguien por allí. Según esta historia, aquél respondió:

-Sí, realmente vi a Dios.

A lo que el Presidente replicó:

-Eso lo sé, pero ya conoces nuestra política, así que, por favor, no se lo digas a nadie.

Después, Titov estuvo con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa. El patriarca le preguntó si había visto a alguien en el espacio. Titov, fiel a las instrucciones que había recibido, respondió:

-No, no había nadie.

-Eso lo sé –replicó el jefe de la iglesia-, pero ya conoces nuestra política, así que, por favor, no se lo digas a nadie.

Por debajo de tus creencias, sean cuales fueren, continúa la duda. La duda está en el centro, y las creencias en la periferia. De forma que, básicamente, tu vida está determinada por tu duda, no por tus creencias. Puede que seas católico, cristiano, teísta, pero dentro de ti la duda continúa.

He observado a muchas personas pertenecientes a diferentes creencias, sectas, pero en lo profundo, la misma duda. Y la duda no es ni hindú ni cristiana, ni mahometana. La duda es pura, simplemente duda. Para esta duda pura necesitarás confianza pura.

Esta pura duda que no tiene ningún adjetivo –hindú, cristiana, mahometana- no se puede destruir con conceptos, creencias, teorías o filosofías de hindúes, cristianos o mahometanos. ¿Qué se puede hacer con esta duda?

Un buscador auténtico no va en busca de alguna creencia que lo consuele. Más bien está tratando de encontrar en sí mismo un centro más profundo, que va más allá de la duda. Esto hay que entenderlo. Tienes que profundizar en tu propio ser hasta alcanzar tal punto de vitalidad, en el que la duda ha quedado atrás, en la periferia. En vez de hacer eso, la gente continúa aferrándose a sus creencias de la periferia, y la duda permanece en lo profundo. Hay que hacer justo lo contrario.

Profundiza más en tu ser. No te preocupes por la duda, pásala de largo. ¡Deja que esté ahí! No intentes ocultarte en una creencia. No seas un avestruz. Confronta la duda, y continúa más allá de ella. Ve más profundo que la duda. Entonces, llega un momento en tu ser... Porque en el centro más profundo, en el centro mismo, sólo hay vida. Una vez que has tocado ese centro profundo en tu interior, la duda es sólo algo lejano, periférico. Se la puede abandonar muy fácilmente.

Y no hay necesidad de aferrarse a ninguna creencia para poder dejar la duda. Simplemente ves su estupidez. Simplemente ves lo ridícula que es. Simplemente ves que la duda ha estado destruyendo tu vida, que la duda está desgastando constantemente tu ser, que ha sido muy venenosa. Simplemente viendo el hecho de que la duda ha sido venenosa y no te ha permitido celebrar, que estás perdiendo una gran oportunidad, simplemente la abandonas. No es que en vez de a la duda te aferres a una creencia.

Un hombre con confianza verdadera no tiene creencias, sencillamente confía, porque ha llegado a saber lo bella que es la vida. Y ha llegado a saber lo eterna que es la vida, sin tiempo. Ha llegado a saber que dentro de sí mismo está el reino de Dios. Se convierte en un rey, y no un rey en el sentido corriente de la palabra, porque ese reino que viene de fuera es un reino falso, un reino de sueños.

Puedes ser rey, pero serás un rey de baraja o, como mucho, el rey de cualquier nación. Sin valor alguno; sólo un símbolo falso, que no significa nada.

El reino auténtico está dentro. Y el hecho más asombroso es éste: que puedes continuar llevándolo en tu interior completamente inconsciente, sin darte cuenta de los tesoros que tienes, y que esos tesoros son tuyos: sólo tienes que reclamarlos.

La religión no es una búsqueda de creencias. La religión es un esfuerzo para llegar a conocer la base misma de tu ser, para tocar el fondo mismo de tu existencia. Esa experiencia del fondo de tu existencia es lo que queremos decir al usar la palabra “verdad”. Es existencia. Es una experiencia.

Así que no te dejes engañar por las creencias. Estate alerta, son engaños. Y a causa de esas creencias la gente no busca, porque una vez que piensas que sabes, que crees que sabes, ¿para qué buscar? Son mecanismos para evitar la búsqueda, porque la búsqueda es ardua, la búsqueda es difícil. Se romperán muchos sueños, se romperán muchas imágenes, y tendrás que pasar por muchísimo dolor. Ese dolor es necesario: te limpia, te da solidez, integridad; te hace madurar. Esos dolores son como dolores de parto, porque a través de ellos vas a renacer.

Las creencias son baratas; no cuestan nada. Con una simple inclinación de cabeza ya eres cristiano, o hindú o mahometano. Es demasiado barato. La verdad no puede ser tan barata. Tendrás que sacrificar muchos sueños que abrigabas. Tendrás que sacrificar tu imagen imaginaria. Tendrás que sacrificar muchas cosas que valoras demasiado en tu ignorancia. Tendrás que salir del estado nebuloso de tu ser en el que estás ahora mismo. Tendrás que elevarte sobre él. Y, por supuesto, subir a la montaña es difícil, y no hay ninguna montaña más grande que tú.

Llevas la cima más elevada, el Everest, dentro de ti. Y, por supuesto, la ascensión va a ser difícil. Pero la dificultad compensa, compensa tremendamente. Una vez que llegas a la cima –todo el esfuerzo, las dificultades, el desafío, la dureza de la escalada, y algo se va cristalizando en ti-, cuando llegas a la cima, no es sólo una cima lo que has alcanzado, te has convertido en la cima. Has conseguido una altura que nunca habías conocido. Estabas viviendo en un valle oscuro; ahora vives al sol.

Abandona las creencias para poder enfrentarte a tu duda. Confrontando la duda, enfrentándote a la duda, surge la confianza. Si dejas que esté ahí la duda, y no te escondes en ninguna otra parte, si te enfrentas a ella en toda su desnudez, el encuentro mismo hará que inmediatamente surja algo nuevo en ti, y eso es la confianza. La confianza surge al confrontar la duda, no al escaparse de ella; las creencias son un escape. Y las creencias son una falsa moneda, un sustituto de la verdad; parecen confianza, pero no lo son. En las creencias, la duda continúa por debajo como una corriente oculta.

En la confianza no hay duda. La confianza nunca ha conocido la duda, la confianza nunca ha encontrado la duda. Es igual que la luz, que nunca ha encontrado la oscuridad: en cuanto llega la luz, la oscuridad se dispersa, desaparece. Pero si tan sólo crees en la luz, eso no te va a ayudar. Vives en la oscuridad y sigues creyendo en la luz, ¡pero vives en la oscuridad! Y tu creencia en la luz no es una ayuda, es un obstáculo, porque si no creyeras en la luz, habrías buscado la luz. Al creer en la luz, piensas que te va a suceder. Está ahí. Un día u otro, por la gracia de Dios, te va a suceder. Continúas viviendo en la oscuridad, de forma que la creencia es un truco de la oscuridad para protegerse a sí misma. La creencia es un truco de lo falso para protegerse a sí misma. Estate en guardia.

No tengas miedo a la duda. La duda no es el enemigo; la duda es amiga. La duda simplemente te está diciendo que no has buscado en tu interior; por eso aparece la duda. Observa tu propia realidad, y la duda desaparece como la oscuridad. Trae la luz...
FUENTE http://oshoespiritual.blogspot.com.es

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