El manuscrito de los 6 poderes
De un autor desconocido
Mi experiencia de vida me ha
enseñado que existe un secreto para el éxito; éxito tanto en el plano
material como en el ámbito de bien-estar interior. El secreto está
reservado a aquellos que tienen la sabiduría de aceptarlo o, que lo
poseen naturalmente.
Como el número de mis días sobre
esta tierra está contado, he decidido legar, a las generaciones que me
seguirán, el saber que poseo, sea cual sea su forma de expresión.
No me excusaré por mis maneras, mis
palabras o mi falta de talento literario, éste último ¡habla por sí
mismo!. Mis herramientas habituales eran mucho más pesadas que una pluma
y, para acabar de ajustar, el peso de los años se siente en mis manos y
en mi cerebro; de modo que, mientras pueda, les relataré los hechos, y
lo que, a mi juicio es lo más importante. ¿Por qué es importante? ¿Cómo alterar la balanza sin dañar el fruto? ¿Cómo nutrirse de él?
Puedo encontrar las circunstancias
precisas en mi camino de vida. En un hombre de mi edad, los recuerdos de
su infancia son más frecuentes que los de sus percepciones más
recientes. Lo importante no es, pues, cómo voy a expresarme, sino la
idea que expreso, suponiendo que ella sea valiosa y les aporte una
ayuda significativa.
Mucho tiempo le di vueltas en mi cabeza a
la cuestión de saber cómo entregarles esta receta del éxito que me ha
sido dada descubrir. Lo mejor será sin duda entregárselas tal y como
ella me fue revelada. Esto quiere decir, que está en relación con la
historia de mi vida. Es como una receta de cocina cuyos ingredientes, el
modo de preparación y la sazón del plato son fáciles de realizar.
Que así sea, y que los hombres nacidos después de que yo me haya ido, puedan bendecirme por haberles legado este secreto.
Año de 1742, testamento del autor.
PRIMER PODER:
Debe uno dejar de
enceguecerse por los argumentos de una ocasión que se presenta, y
acordarse, en la ocasión, que un millón de magnificas promesas pesan
nada, en relación con la posesión de una sola pieza de dinero.
Cuando tenía 10 años, el alma de mi
madre toma su vuelo, y 2 años más tarde mi bien amado padre; la sigue.
Como yo era su único hijo, quedé solo. Los amigos de mis padres me
dieron cuidados, algún tiempo. De hecho, me ofrecieron un lugar bajo su
techo: un beneficio que yo aproveché durante 5 meses. De los bienes de
mis padres, nada quedó: -pero… con la experiencia de los años, comprendí
mas tarde, que esos, sus amigos, que me acogieron algún tiempo, los
habían defraudado- y que por consecuencia, me habían hecho daño.
De, desde la edad de 12 años y hasta
los 23 años, no les hablaré de mi vida, no serviría de nada a mi
propósito. Pero poco tiempo después, teniendo en mi posesión, 16
guineas, que había economizado del fruto de mi trabajo, tomé un barco
para Boston, en el que trabajé, a bordo, como carpintero, luego, como
carpintero marino.
No obstante haber trabajado siempre en los navíos en el malecón, el mar no me era saludable.
La suerte no puede ser retenida más que por la fuerza
La suerte sonríe alguna vez incluso a
los que se destinan a ser víctimas del carácter perverso . En todo
caso fue así para mí. Conocí la prosperidad, y con sólo 27 años era ya
el propietario de la empresa para la cual yo trabajaba anteriormente. La
suerte es una amante que debe ser conquistada. Ella no se entrega a los
indecisos. Es lo que debía asimilar como el…
SEGUNDO PODER:
La suerte es caprichosa, y
no puede ser retenida sino por la fuerza. Trátala con dejadez, y ella te
excluirá para preferir a otro más fuerte que tú (al menos conmigo, ella
se comporta así, como muchas mujeres que conocí).
En ese momento, “Desastre” (que
es uno de los heraldos de los espíritus indecisos y de las promesas no
cumplidas) me vino a visitar. El fuego quemó todo mi taller, no dejando
otra cosa que deudas y, no tenía yo la menor pieza para liberarme de
ellas.
Ensayaba yo: negociar con mis
acreedores, pedir ayuda a mis amistades, tratar de volver a partir de
cero, pero nada logré. El fuego había, parece ser, no sólo consumido mis
bienes, sino también la simpatía que por mí se tenía. Así, en poco
tiempo, no solamente había perdido todo, sino que tenía también deudas
con mis proveedores, y ellos me hicieron poner, por tal razón, en
prisión.
El infortunio no existe sino en la tumba
Hubiera sin duda podido salir
adelante, pero esta última indignidad; la prisión, me desmorona y me
entrega al resentimiento. Al cabo de un año me dejan en libertad, pero
ya no era yo, el mismo hombre optimista, feliz, contento de su suerte,
confiado en las gentes y del mundo entero; que había sido.
La vida tiene muchos caminos, y de
lejos se ve que, la mayoría de entre ellos llevan hacia abajo.
Cualquiera que sea su inclinación, ellos llevan al mismo lugar: el
infortunio. Lo que me lleva al…
TERCER PODER:
El infortunio no existe sino en la tumba. El hombre cuando está vivo no es infortunado.
Puede siempre hacer marcha atrás y
retomar la cuesta. Y hay siempre una inclinación más fácil para
ascender (aunque algunas veces más larga) y más adaptada a la situación.
Tus compañeros te influencian sin que tú lo sepas
Como yo era un buen carpintero,
encontré rápidamente empleo y con un buen salario, pero como había
degustado los frutos de la opulencia, la insatisfacción se apoderó de
mí. Me volví deprimido y amargado. Para consolarme, y olvidar todo lo
que había perdido, pasaba mis tardes en la taberna. No es que bebiese
mucho alcohol, salvo en cada ocasión, (ocasiones que se presentaban
seguido) y lo suficiente para tornarme alegre, ¡qué yo pudiese reír!,
¡Charlar y cantar con mis compañeros de infortunio! : y esto me lleva
al…
CUARTO PODER:
Busca mejor la compañía de los industriosos, pues los otros debilitarán tus energías.
Con el más mínimo pretexto, me era
placentero contar, la triste historia de todos los desastres que se
habían abatido sobre mí, y decir las pestes que pendían de aquellos que
me habían abandonado en lugar de socorrerme.
Peor aún, encontraba un placer pueril en
robar a mi empleador, cada día, algunos momentos de mi tiempo de
trabajo. Siendo esto, en mi opinión, mucho más deshonesto que un simple
robo.
Esta costumbre se acrecentó tanto que
llegó el día en que me desperté sin trabajo y sin ganas de trabajar… lo
que significó que me fue, en lo sucesivo, imposible encontrar trabajo,
después del empleador de Boston.
En efecto, puedes estar enfermo de tu imaginación
Era en ese entonces cuando yo me
consideraba un fracaso ambulante. Era como si fuera un caminante que,
descendía una cuesta, montaña abajo, tropezando. Más que tropezar, el
caminante rodaba y tomaba velocidad.
También entendí este estado,
descrito con el nombre de Ismaelita, quien es, parece ser, alguien que
quería al mundo entero, y quien creía que todo el mundo lo quería a él.
He aquí entonces el…
QUINTO PODER:
Un Ismaelita y un leproso sufren
del mismo mal a los ojos de los otros, pues ambos son abominaciones en
opinión de la mayor parte de los mortales –aunque hay grandes diferencia
entre los dos: el primero puede reencontrar una salud perfecta. El
primero se torna enfermo como efecto de su imaginación; el segundo tiene
el veneno en su sangre.
No voy a detenerme en la lenta
degeneración de mis energías. Nunca es bueno detenerse en sus
infortunios (Aunque sea bueno acordarse para dejar la lección). Me
bastará decir que llegó el día en que no tenía un céntimo con que
comprar ni un plato de comida, ni mi alojamiento, ni con qué vestirme.
Estaba pobre, me procuraba de tiempo
en tiempo algunos peniques o incluso chelines, pero rostro, cuerpo y
espíritu, demacrados y reducidos al estado de esqueleto.
Mi estado era tan deplorable –no
solamente por mi cuerpo- que, no era que pareciera, sino que era, era un
enfermo al borde de la muerte, pero; más por mi espíritu que por otra
cosa. Me imaginaba victima de ostracismo por el mundo entero hasta que,
visiblemente, había caído bien abajo. He aquí la SEXTA Y ÚLTIMA LECCIÓN
a aprender (lección que no puede ser expresada en una frase, ni
siquiera en un párrafo, pero que debe ser adoptada a partir del fin de
esta historia):
Estamos habitados por dos entidades
Recuerdo bien, las circunstancias en las cuales estaba.
Me despertaba a media noche.
Mi lecho era una pila de tablas provenientes de un taller donde había yo había trabajado.
El techo estaba hecho con un tonel. La
noche era fría, y estaba congelado aunque, paradójicamente, hubiese
soñado con lumbre y calor, y con la dilucidación [iii] de buenas cosas.
Pueden decir, cuando les relate el efecto que mi visión tuvo sobre mí, que yo deliraba.
Si fue así, espero que muchos de mis
lectores hayan de delirar también, de la misma manera que yo, y es esta
la razón por la que me lancé a la escritura de mi historia.
Es el sueño que me dejó en la
creencia… –de hecho, no en el conocimiento- de que yo estaba poseído por
dos identidades: y era la mejor de mis dos entidades la que me ofrece
la ayuda que yo había buscado, en vano, cerca de mis amistades. Escuché
describir este estado, como de un “desdoblamiento”. Pero…, un
doble no es más que la copia del original, y ello, no describe la
situación que viví. Voy a dejar de filosofar… Para mí la filosofía es
vana si no desemboca en resultados concretos.
Para acabar de ajustar , no es el
sueño mismo el que tuvo efecto en mí. Es la impresión que me dejó, y la
influencia que ejerció sobre mí, lo que me liberó de mis grilletes. En
otros términos, yo estimulaba mi otra identidad. Después de haber
afrontado una tormenta de viento y nieve, vi a través de una ventana mi
otra identidad. Él tenía buena apariencia y respiraba salud. Ante él,
brillaban las fogatas.
Emanaba de él, el poder y la fuerza. Él era musculoso tanto física como mentalmente.
Yo llamé tímidamente a la puerta, y
él me dijo: Entra. Pude leer una especie de sonrisa, como de burla, en
sus ojos, mientras me alcanzaba una silla para sentarme ante el fuego.
Pero no pronunció ni una palabra de bienvenida y, luego de haberme
calentado volví atormentado a mi refugio, martirizado por la vergüenza
que el contraste entre nosotros, había despertado.
Había una presencia conmigo, invisible para los demás
Es entonces, cuando me desperté; y
he aquí la parte sorprendente de mi relato: Al despertarme, no estaba
solo. Había una Presencia conmigo; invisible para los otros, como me
daba cuenta, por lo que sigue, pero que era real para mí.
La Presencia se me parecía, pero así mismo tenía resplandecientes diferencias.
Su frente, más alta que la mía, le
hacía parecer, así mismo, inflexible y pleno. Los ojos, claros,
directos, determinados, brillaban de entusiasmo y de resolución. Los
labios, el mentón, de hecho todo el rostro, eran dueños de sí y
decididos.
La Presencia era calma, resuelta, y
segura de sí. Yo me encorvaba, lleno de temblor, nervioso, angustiado,
inquieto con la más mínima sombra. Cuando la Presencia dio media vuelta,
la seguí, y no la perdí de vista toda una jornada, salvo en los cortos
instantes en que yo no osaba franquear la puerta por donde la Presencia
atravesaba. En esos casos yo esperaba con impaciencia y un respeto
mezclado con temor, que él volviera a salir, no pudiendo impedirme
admirar su temeridad, (¡se me parecía totalmente!, Pero y a la vez, ¡era
tan diferente!) Pues atravesaba sin dificultad los lugares por los que
mis propios pasos no osaban llevarme.
Pareciera que fuera designado a ir
por los lugares y ante las gentes que me habían hecho lo peor: oficinas
con las cuales otrora había hecho transacciones, hombres de negocios con
los cuales había pactado.
A lo largo de toda una jornada yo
había seguido a la Presencia, y en la noche, lo vi desaparecer tras la
puerta de una hostelería famosa por sus caros costos y su confort.
Retornaba yo a mi tonel y a mis tablas.
Esa noche no encontré a mi Mejor Yo
(así es como yo lo nombraba) en mis sueños, pero al despertarme, por
suerte él estaba a mi lado, con su sonrisa calma, de gentil burla en los
labios, sonrisa que no era ni de piedad ni de condescendencia. Esa
sonrisa me golpea de nuevo.
El día siguiente no fue distinto que
el primero, una repetición del precedente, y debía yo, aún, esperar
afuera, mientras que la Presencia estaba en los lugares donde yo hubiera
estado si hubiera tenido el coraje de ir allí. Es el miedo lo que
separa de su cuerpo al alma de un hombre y lo torna despreciable.
Numerosas veces, traté de deshacerme de todo eso, hablando, pero las
palabras quedaban bloqueadas en mi garganta, ininteligibles: y el día
terminaba como el anterior.
Me armo de coraje para hablarle a la Presencia
Así fue durante muchos días, uno
detrás del otro, hasta que cesé de contarlos. Poco a poco me di cuenta
de que esta asociación constante con la Presencia tenía en mí efectos.
Una noche que me desvelaba la Presencia a mi lado, tuve el coraje de
hablarle, claro que, con timidez…
“¿Quién eres tú?” Le pregunté, y yo
sobresaltado, me levantaba, ante el sonido de mi propia voz. La cosa
parecía dar placer a mi compañero que, me respondía con, me parecía a
mí, me nos burla que antes.
“Yo soy quien yo soy” fue la
respuesta. “Yo soy aquel que tú has sido; yo soy aquel que tú puedes ser
aún; ¿de dónde viene tu duda? Yo soy aquel que tú has sido, y que
abandonaste prefiriendo otra compañía. Soy el hombre hecho a la imagen
de Dios, que, antaño, poseía tu cuerpo. Era el tiempo en que habitábamos
juntos, no en armonía, pues no es posible, ni unificados, pues esto es
imposible, pero como los copropietarios que raramente se pelean por
tenerlo todo para ellos.
Luego te convertiste en un
achacoso, egoísta y exigente, como no podías tenerme más, me separé de
ti. Hay una entidad “positiva” y una entidad “negativa” en cada ser
humano nacido sobre la tierra. Aquella que es favorecida por la
encarnación, domina: la otro termina por abandonar, temporalmente o,
hasta siempre. Yo poseo todo lo que quiero.
Nada es tuyo. Este cuerpo que
habitamos los dos es mío, pero es impuro y por lo tanto no puedo
habitarlo. Límpialo, y tomaré de nuevo posesión”.
“¿Por qué me persigues?” Pregunté enseguida a la Presencia.
“Eres tú quien me persigue, y
no a la inversa. Tú puedes existir sin mí durante algún tiempo, pero tu
camino tornara sobre sus pasos, y su fin es la muerte.
Ahora que te aproximas a la
muerte, te preguntas si había tiempo de limpiar tu cuerpo de nuevo y de
invitarme. Descarta la voluntad e inteligencia de ese cuerpo, y podré
tomar posesión. Es la condición indispensable”
“Todo es posible a la entidad positiva de un hombre”
“Mi cerebro ha perdido todo poder” murmuré yo. “Mi voluntad está débil. ¿Puedes tú reparar todo eso?”
“¡Escucha!” Dijo la Presencia, y se estiraba mientras yo me encorvaba a sus pies.
“TODO es posible a la entidad
positiva de un hombre. El mundo le pertenece. Es su propiedad. Ella no
tiene miedo de nada, no fuerza nada, no se detiene ante nada. Ella no
demanda privilegio alguno, pero los obtiene. No domina y no sabe
retroceder. Sus demandas son órdenes; la oposición, funde a quien le
dirige la palabra; ella levanta montañas, cubre los valles, y viaja al
lugar donde el infortunio no existe.”
Enseguida me dormí de nuevo, y, cuando me desperté, estaba en un mundo diferente.
El sol brillaba y yo, escuchaba los
pájaros cantar por encima de mi cabeza. Mi cuerpo, ayer aún tembloroso e
incierto, estaba vigoroso y lleno de energía. Yo miraba mi lecho de
tablas y mi tonel con una divertida perplejidad, como si los viera por
primera vez, reconociendo el abrigo que ellos me habían deparado en las
noches, no obstante.
El ayer pasó, el hoy es mío
Los acontecimientos de la noche
revivieron mi espíritu, y buscaba la Presencia. No estaba más visible,
pero descubrí, agazapado en una esquina de mi refugio, achacosa,
deformada, desfigurada incluso, esfumada y desecha, mi entidad negativa.
Supe que mi entidad positiva había tomado de nuevo posesión de mi
cuerpo y consideraba al otro con burla y desprecio.
Pero no tenía tiempo para detenerme
sobre su suerte. Tenía que hacer – mucho que hacer-. ¡Raro que no haya
pensado en el día anterior!. Pero el ayer era el pasado, el hoy era mío,
y apenas comenzada.
Como era mi costumbre, anteriormente, yo
dirigía mis pasos hacia la taberna. Saludé a todo el que entraba,
sonreía a los saludos que retornaban.
Los hombres que me habían ignorado
durante meses me saludaron con afecto al pasar. Me dirigí hacia el baño,
luego, hacia la mesa del desayuno; enseguida, cuando pasé ante el
mostrador, dije al propietario:
“Quiero ocupar la misma pieza
que tenía antes si, por suerte, está disponible. En caso contrario, no
importa qué otra ocupe, mientras desocupan mi pieza”.
Me puse a trabajar sin formular pregunta alguna
Luego, salí y me fui hacia arriba,
hacia el lugar que me correspondía en el taller. En la construcción
había un gran remolque que los hombres cargaban con toneles para botar.
No formulé pregunta alguna, pasaba toneles a los hombres que los
apilaban.
Cuando se terminó, esta tarea, entré en
el taller. Había un banco libre. Me di cuenta de las cosas allí
apiladas. Era el mismo banco en el que otra vez había yo, trabajado.
Arremangué mi camisa y quité los objetos que obstaculizaban para el trabajo. Un momento más tarde estaba cepillando y tallando.
Había terminado, hacía ya más de una
hora, cuando el contramaestre entró en la pieza, y se detuvo,
sorprendido de verme ahí. Había ya un bella pila de pedazos de madera
perfectamente cepillados y ajustados, pues en ese tiempo yo era un
excelente carpintero: de hecho, no había otro mejor, pero, ¡OH! la edad
me ha quitado ese privilegio. Respondí a su muda pregunta con esta corta
pero explícita frase:
“Estoy de retorno al trabajo, Señor”
Él menea la cabeza y pasa a los otros bancos, examinando el trabajo de mis colegas, sin prestarme atención.
Cualquiera sea el bien que desees, es vuestro
SEXTO PODER:
He aquí el SEXTO Y ÚLTIMO PODER A
APRENDER , a pesar de todo lo que haya para decir: a partir de ese
momento fui un hombre que todo lograba, que pronto fue nuevamente
propietario de un taller, y luego, de todos los bienes que un hombre
desea poseer.
Ruego porque ustedes, que leen este
relato, sigan estas reglas y todo lo que ellas implican, pues de ellas
depende todo logro y todo lo que los logros impliquen:
– Cualquiera que sea el bien que desees, es tuyo. No tienes sino que tender la mano y tomarlo.
– Enseña que la conciencia del poder infinito que está en ti, toma posesión de todo lo que esté a tu alcance.
– No tengas miedo alguno, en ninguna forma que se dé, pues el miedo es una característica de la entidad-negativa.
– Si tienes un talento, un oficio, ejecútalo; el mundo debe sacarle provecho y también tú.
– Haz de tu entidad-positiva un compañero de tus días y tus noches. Si tienes en cuenta sus opiniones, no te engañarás.
– Recuerda, la filosofía es un conjunto de argumentos; el mundo, que es tuyo, es una acumulación de hechos.
No pidas a nadie permiso de obrar
Ve entonces, y haz lo que hay en ti: no tengas cuidado de los actos que te tornan diferente:
No pidas, a nadie, permiso para obrar.
La entidad negativa recauda favores: la entidad positiva los concede.
La suerte espera cada uno de tus pasos: tómala, pliégate a sus deseos, guárdala, pues ella es tuya, ella te fue destinada.
Comienza desde ahora, con estos preceptos presentes en vuestra memoria.
Extiende la mano y toma lo mejor, lo que
quizá nunca has utilizado, salvo en raras ocasiones, y de urgencia. La
vida es una situación de urgencia permanente.
Ella no espera sino una señal tuya
Tu entidad positiva está a tu lado
desde ahora; vacía tu mente, límpiala de pensamientos negativos, y
despierta tu ingenio. Ella tomará posesión de ti. Ella no espera sino un
signo tuyo.
Ponte en marcha esta noche; sal desde ahora a tu nuevo camino.
Mantén siempre cuidado. Que sea tu
entidad positiva la que te controla, la otra entidad va sin rumbo
alrededor de ti: pon atención de no dejarla entrar más en ti, si lo
hiciese no sería más que por un momento.
Mi tarea está cumplida. Escribí la receta del “éxito”. Bien seguida, no puede fallar.
Incluso si no comprendes perfectamente
mi propósito, tu entidad positiva compensara la falta y te dará la
respuesta. Es suficiente con leer y releer esta historia.
Confío a mi entidad positiva el cuidado
de transmitir, a las generaciones que me seguirán, el secreto de lo
positivo, lo que puede transformar todo: –el secreto para utilizar el
potencial ilimitado que está en ti, desde ahora y por siempre.
FUENTE http://www.shurya.com
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