La fuerza de la intención
La intención no sólo ha de ser clara, sino firme.
Aunque el ser humano comprendiera con
toda claridad sus posibilidades, eso no le haría progresar ni un paso
hacia su propia realización. Para estar en condiciones de llevar a cabo
sus posibilidades, ha de tener un deseo ardiente de liberación, tiene
que estar dispuesto a sacrificarlo todo, a arriesgarlo todo para
conseguir su liberación.
Podríamos aplicar aquí la analogía del
aprendizaje de un instrumento de música: aunque uno tenga a su
disposición los mejores métodos, aunque tenga un excelente profesor, y
aunque le guste mucho la música, si su intención es débil, si no tiene
gran interés por aprender y no está dispuesto a hacer el esfuerzo que
supone practicar el instrumento, nunca llegará a dominarlo.
Para seguir un camino interior, tiene
uno que desearlo libre y ardientemente. El alma no fuerza a la
personalidad; tiene que ser ésta la que, mediante una elección libre y
consciente, decida abrirle el camino al impulso del alma. Nadie está
obligado a seguir un proceso de transformación. Podemos seguir viviendo a
nivel del ego tanto tiempo como queramos. No es que esté «mal»; es
insatisfactorio, simplemente. La decisión está en nuestras manos, sólo
en nuestras manos.
Ahí es donde interviene la voluntad.
Para avanzar por el camino espiritual se requiere voluntad,
determinación y valentía. Porque, como ya hemos mencionado antes, cuando
el alma empieza a manifestarse, el ego se defiende tanto como puede, y
la lucha interior puede ser muy dura. Sólo una voluntad inquebrantable,
sostenida por lo que algunos han llamado la fe, puede permitirnos
superar las dificultades del camino.
Hay que precisar lo que significa
voluntad en este contexto, para comprenderlo bien. Aquí se trata de la
voluntad procedente del alma, con toda la flexibilidad, la apertura y la
consciencia que eso supone, no de la voluntad procedente de alguna
estructura del ego (rígida, psicópata o maso) que impone a toda la
personalidad un comportamiento automático e inadecuado a las
circunstancias. La confusión entre una voluntad y otra es muy frecuente;
y, pese a ser un componente importante en el camino espiritual, no
suele hablarse de ello.
La voluntad se asocia a menudo al poder,
y tiene una connotación negativa, como algo opuesto al amor. La
confusión procede del hecho de que tanto la voluntad como el poder
presentan aspectos muy distintos según que procedan del ego o del Ser.
Es cierto que, si uno tiene una
estructura fundamentalmente rígida, tendrá que estar muy atento a la
forma de utilizar la voluntad. Cuando la intención de hacer el verdadero
trabajo interior es muy fuerte, los resultados no tardan en llegar
porque se pone en marcha un proceso energético muy concreto. Podríamos
explicarlo diciendo que la fuerza de la intención abre la puerta a la
energía del alma, que utilizará entonces cualquier método para crear una
transformación real y profunda.
Comprender y cultivar la verdadera
voluntad, que es una cualidad del alma, es esencial en el camino. Puede
realizarse una especie de gimnasia de la voluntad: Ejercicios
«inútiles»… para reforzar la voluntad; es preferible ejercitarla con
independencia de las demás funciones psicológicas. Puede hacerse
llevando a cabo actos deliberados que no tienen otro objetivo que el
entrenamiento de la voluntad. Estos ejercicios, aunque en apariencia son
«inútiles», suelen ser muy útiles.
Mantened viva en vosotros la facultad de
hacer esfuerzos realizando a diario pequeños ejercicios inútiles, es
decir, siendo sistemáticamente heroicos todos los días en pequeñas cosas
innecesarias. Haced cada día algo por la sola y simple razón de que es
difícil, y de que preferiríais no hacerlo. De esta forma, cuando golpee
el momento cruel, no os derrotará porque estaréis preparados. El que se
ha acostumbrado día tras día, con regularidad, a concentrar su atención,
a dirigir su energía, verá recompensados sus esfuerzos. Si sobreviene
un desastre, se mantendrá firme como una roca, incluso aunque se vea
acorralado por la ruina, mientras sus compañeros de infortunio serán
barridos como briznas de paja.
En realidad, la intención de
transformación de una persona y la fuerza de su voluntad están muy
vinculadas a su grado de evolución. Si una persona está preparada
interiormente para dar el paso, para desprenderse de las viejas
estructuras y para vivir más a nivel del alma, su intención de
liberación será muy fuerte. Una persona menos avanzada no estará
interesada en ese tipo de trabajo. Para ella, es más apropiado continuar
construyendo el ego, viviendo sus limitaciones, experimentándolas
plenamente, con sus alegrías parciales y con sus penas. Su intención de
transformación no puede ser fuerte porque para ella todavía no ha
llegado el momento.
Apoyarse en la intención de
transformación parece sencillo, pero no es nada fácil. Porque el ego no
tiene ninguna intención de cambiar, ni está dispuesto a que se lo someta
a examen. Cuando una persona despierta, vive un conflicto interior del
que no siempre es consciente. La voluntad del Ser trata de acelerar el
proceso de transformación mediante un cambio radical del mecanismo de la
consciencia; la voluntad del ego trata de no cambiar nada en absoluto.
Una vez que la persona es consciente del
trabajo que ha de realizar y está dispuesta a seguir adelante en el
contexto del alma, puede utilizar algún método, que la ayudará como
herramienta eficaz. Cualquiera que sea el método, podemos decir que una
intención débil da resultados débiles, una intención fuerte da grandes
resultados. Y, a igual grado de intención, si la intención es fuerte, un
método mediano dará buenos resultados, un método muy bueno dará
excelentes resultados; pero, si no hay intención clara y fuerte, aunque
el método sea muy bueno no proporcionará resultados válidos.
Encontramos aquí de nuevo, bajo otra
forma, el tema de la libertad. En efecto, si lo que garantiza el éxito
del trabajo interior no es tanto el método utilizado como la voluntad y
la claridad del motivo de la persona, eso significa que cada ser humano
es totalmente libre para entrar en el camino de su transformación, su
decisión sólo depende de él. No depende de un método, de un terapeuta
brillante o de un maestro espiritual iluminado que lo dirija. El
verdadero trabajo interior, en particular el trabajo sobre el
inconsciente, no puede hacerse más que si la persona ha tomado la
decisión libre y consciente de hacerlo, y asume la responsabilidad de sí
misma.
Pero ¿hace falta un maestro?
Ésa es una pregunta que las personas se
hacen con frecuencia. La respuesta es sencilla si no se añade a ella
carga emocional alguna. En cualquier disciplina, es muy útil tener uno o
varios maestros que nos enseñen. Sería una gran pérdida de tiempo
tratar de inventar de nuevo las matemáticas, por ejemplo, bajo pretexto
de independencia. ¿Por qué no puede uno beneficiarse de los
conocimientos adquiridos por la humanidad a lo largo de los siglos? Los
más grandes artistas han tenido su maestro.
Además, en el camino hacia el dominio de
sí mismo, es bueno ir en busca del conocimiento, de la enseñanza, de la
información y de la inspiración que pueden aportarnos los verdaderos
maestros, los que comparten sus conocimientos pero se niegan a jugar el
juego de la ilusión y de la dependencia. También es absolutamente normal
que les mostremos respeto y gratitud por lo que nos aportan. Pero no
hay que caer en la trampa de proyectar sobre «el Maestro» un cuerpo
emocional tal vez cargado en exceso y que uno es incapaz de controlar;
eso sería muy inadecuado.
Dar y recibir una enseñanza forma parte
de la ley que lleva a compartir. Hay que recibir la enseñanza o los
consejos con agradecimiento, pero sabiendo que es cada uno el que tiene
que utilizarlos en función de su intención y de sus propios recursos, y
no esperando que sea el otro el que haga el trabajo en su lugar.
Cuando la personalidad expone claramente
su intención de transformación en un contexto consciente, está dándole
luz verde a la actuación del alma.
Cuando uno se sitúa en el contexto
adecuado, si la intención consciente es clara y fuerte, entonces entra
en acción el poder del alma, y se puede obtener su ayuda. El método es
menos importante que la pureza, la inteligencia y la fuerza de la
intención con las que se trabaja. Esos aspectos no son los que hacen el
trabajo de liberación propiamente dicho, pero son llaves indispensables
que abren la puerta a una real transformación interior.
Fuente: Sincro Destino 2012
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