La Energía de los Duendes



  • La energía de los duendes es una energía simpática y traviesa pero que  siempre se esconde tras un buen corazón. Indepedientemente de cuál sea nuestra edad, con los duendes trabajamos la energía inherente a las edades más tempranas de un niño: la perplejidad, el asombro, la capacidad de maravilla, los fines inesperados, los sucesos nuevos y mágicos, la improvisación, la diversión, la ilusión, el juego, la experimentación.
    Con la energía de los duendes aflora a nuestro mundo lo fácil, lo espontaneo, lo natural, la risa, la sorpresa y la aceptación o adaptación al instante, siempre que éste último no interfiera en el propósito del alma. Es como si los duendes nos conectaran con nuestro mago interior, ése malabarista que se oculta en nosotros y que nos enseña a lidiar con el ahora en sintonía con el ser, en coherencia con lo que hemos venido a hacer en esta existencia y, por supuesto, a conservar un as en la manga. Por lo tanto, los duendes van a enseñarnos a reflejarnos en nuestro espejo para clarificar lo que somos y descartar lo que no somos y, de este modo, encontrarnos a nosotros mismos y conocernos mejor, ser conscientes de nuestros límites para aprender a restarles importancia y, en cambio, identificar nuestro potencial para enfocarnos en él, desarrrollarlo, llevar a cabo nuestra misión y dejar de estar perdidos, aparentar lo que no somos.
    La energía de los duendes también está conectada con el agradecimiento ya que un niño es capaz de contemplarlo todo con una mirada fresca, libre de juicio o expectativa y, por tanto, con esta visión renovada y pura valora, reconoce todo lo que se muestra ante sí como un regalo. Por tanto, no duda en tomarlo y distrutar de él. Los niños disfrutan de cada momento porque ellos se aman a si mismos y, por tanto, aman todo cuanto les rodea y en base a ese amor, a pesar de su corta existencia, saben por instinto que tienen el derecho natural a disfrutar de cuanto les ofrece la vida. Incluso lo más sencillo o simple, ellos pueden mirarlo con admiración o asombro, algo que no hacemos los adultos pues hemos perdido esa capacidad de sorprendernos o maravillarnos que si recuperáramos, nos convertiría en cada instante en personas nuevas, frescas, libres, diferentes, sin condicionamientos, en total armonía con el ser. Además, los niños siempre están llenos de energía, se despiertan felices y activados, por tanto, los duendes en respuesta a esa misma energía (que yace dormida en los adultos pero que los duendes saben reconocer en nosotros) van a traernos cambios rápidos y sorpresas continuadas a nuestra vida (para despertar al niño que somos).
    Los duendes van a ser capaces de traer novedades a nuestra existencia, al igual que un niño concibe su vida no como una rutina sino como un juego en el que más que observar y quedarse al margen: participa, experimenta, expresa y toma cada ahora y lo disfruta, como si de la mayor de las sorpresas y bendiciones se tratara. Es como si los niños fueran capaces de vivirlo todo como si de un pequeño milagro se tratara, y, en eso, los duendes van a ser nuestros maestros. A veces, es como si los niños se embelesaran con aquello que consigue llamar su atención. Ese estado de embelesamiento es propio de un ser despierto que agradece de forma natural y que entra totalmente en contacto con el objeto de su atención. Esto le permite reconocer aspectos que a otros les pasan inadvertidos y ésa es una valiosa virtud en la que los duendes pueden convertirnos en doctos.
    Los duendes se acercan a los corazones honestos y puede también atraérselos dejandoles pequeñas ofrendas en un lugar habilitado para ellos en el hogar, por ejemplo, en un pequeña casita que les colocaremos para ellos o, si no, en algo tan simple como un objeto a modo de recipiente: un vasito, tinaja pequeña, bandeja, platito. Allí depositaremos pequeños manjares (que iremos cambiando) como semillas, frutitas, galletitas y dulces caseros. Les encanta que preparemos bizcochos o tortas caseras y que depositemos unos trocitos para ellos en su espacio reservado el cual es aconsejable tener junto a flores, plantas y minerales ya que los duendes aman la naturaleza. Los duendes también valoran que guardemos el secreto de las pequeñas y sorprendentes muestras que nos irán dando de su presencia en nuestras vidas.
    Autora texto: María Jesús Verdú Sacases
    Texto inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual

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