Ven al momento presente – Eckhart Tolle
De
las cosas pequeñas a las cuales honramos y proporcionamos cuidados
nacen las cosas grandes. La vida de todas las personas está hecha de
detalles. La grandeza es una abstracción mental y una fantasía del ego.
La paradoja está en que la base de la grandeza está en honrar los
detalles del presente en lugar de perseguir la idea de la grandeza. El
momento presente siempre es pequeño en el sentido de que siempre es
simple, pero en él se encarna el mayor de los poderes.
Es sólo cuando estamos en consonancia con el momento presente que logramos acceso a ese poder.
En lugar de esforzarte en pos de la
“grandeza”, dale honra y cuidado a lo que forme tu realidad en ese
instante. Haz de esto la práctica espiritual de este mes.
Haz una lista de tus quejas habituales y
sobre la frecuencia en la que te quejas de cosas durante el día. Presta
especial atención al quejarse sin un propósito de enmienda, ese tipo de
queja que no provoca un cambio positivo en una situación o en una
persona. Por ejemplo, el quejarse del tráfico, el tiempo, el tener que
esperar en una cola o al teléfono. También quejas sobre algo que alguien
hizo o dijo (o por el contrario no hizo o no dijo), quejas sobre tu
familia, el trabajo, la economía, la salud y determinados grupos de
personas. Nota esa voz que articula la queja en tu mente. Nota que sólo
está intentando llevar la razón, sentirse superior o sentirse más
separado del resto. Cada vez que notes esta voz quejándose, pregúntate
si puedes aceptarla como lo que es en realidad: un patrón antiguo en tu
mente, la voz del ego. No es quien tú eres en realidad. ¿Quién eres tú
entonces?… Eres el/la que reconoce la voz.
La mente existe en un estado de «nunca
tener suficiente», por lo que siempre ambiciona más. Cuando te
identificas con la mente, te aburres y te inquietas fácilmente. El
aburrimiento significa que la mente tiene hambre de nuevos estímulos, de
más alimento para el pensamiento, y que su hambre no está siendo
satisfecha.
Este mes, cuando te sientas aburrido e
inquieto, observa la sensación de estar aburrido e inquieto. A medida
que vayas dándote cuenta de estas sensaciones, empezará a surgir algún
espacio y quietud en torno a ellas. Al principio sólo habrá un poco,
pero, conforme crezca la sensación de espacio interno, el aburrimiento
empezará a disminuir en intensidad y significado. De modo que incluso el
aburrimiento te puede enseñar quién eres y quién no eres.
Emplea tus sentidos plenamente. Trata de
estar donde estás. Mira a tu alrededor. Simplemente mira, sin
interpretar. No son los pensamientos lo que te interesa, sino el acto
mismo de la percepción.
¿Puedes separar el pensamiento de la percepción?
¿Puedes mirar sin que la voz de tu cabeza comente, saque conclusiones, compare o intente explicar algo?
Observa
la luz, las formas, los colores, las texturas. Sé consciente de la
presencia silenciosa de cada cosa. Sé consciente del espacio que permite
que cada cosa sea. Escucha los sonidos; no los juzgues. Algunos sonidos
pueden ser naturales –agua, viento, pájaros- y otros son artificiales.
Unos pueden ser agradables y otros desagradables. Pero no diferencies
entre bueno y malo. Deja que cada sonido sea como es, sin interpretarlo.
Escucha el silencio debajo de los sonidos.
Cuando miras y escuchas de este modo,
puede que percibas una sutil sensación de calma, que al principio casi
no se nota. Algunas personas la sienten como una quietud de fondo. Otras
la llaman paz.
Cuando la conciencia ya no está
totalmente absorbida por el pensamiento, parte de ella permanece en su
estado original sin forma, no condicionado. Esto es el espacio interior.
Imagina que alguien te dice algo grosero
o con intención de molestarte. En lugar de caer en la reacción
inconsciente y en la negatividad, en lugar de atacar, ponerte a la
defensiva o retirarte, deja que las palabras te atraviesen limpiamente.
No ofrezcas resistencia. Es como si ya no hubiera nadie que pudiera
sentirse herido. Eso es perdón. Así es como te vuelves invulnerable.
Tanto si se trata de una alarma de
automóvil, de una persona grosera, de una inundación, un terremoto o la
pérdida de todas tus posesiones, el mecanismo de resistencia es el
mismo.
Permite que el ruido, la grosería, o
cualquiera que sea la causa de la reacción negativa, te atraviese. Ya no
golpea con una “pared” sólida en tu interior. Siéntete como si te
estuvieras volviendo transparente, por así decirlo; como si no tuvieras
la solidez de un cuerpo material.
¿Pasas buena parte de tu vida
esperando? Esperar es esperar a las próximas vacaciones, a tener un
trabajo mejor, a que crezcan los niños, a establecer una relación
significativa, a triunfar, a hacer dinero, a ser importante, a
iluminarte.
La espera es un estado mental. Significa
que quieres el futuro y no quieres el presente. No quieres lo que
tienes y quieres lo que no tienes. Cuando esperas estás creando un
conflicto inconsciente entre tu aquí y ahora –el lugar donde estás-, y
el futuro proyectado –el lugar donde quieres estar-.
Puedes mejorar tu situación de vida,
pero no puedes mejorar tu vida. La vida es lo primario, es tu Ser
interno más profundo. Ya es total, completa, perfecta.
Renuncia a la espera como estado mental.
Cuando te sorprendas (este mes) cayendo en el estado de espera…, sal
inmediatamente. Ven al momento presente.
Tiempo y mente son inseparables. Retira el tiempo de la mente y esta se para.
Estar identificado con la mente es estar
atrapado en el tiempo, mediante el recuerdo y la anticipación. El
pasado te da una identidad y el futuro contiene una promesa de
salvación, de una realización de algún tipo. Ambas son ilusiones.
Cuanto más te enfocas en el tiempo
–pasado y futuro- más pierdes el ahora, lo más precioso que hay. La vida
es ahora. Es tu único punto de acceso al reino informe e intemporal del
Ser.
Sal de la dimensión temporal lo más
posible en la vida cotidiana. Si te resulta difícil entrar directamente
en el ahora, comienza observando la tendencia mental habitual a escapar
de él. Haz morir el pasado cada momento. No lo necesitas. Refiérete a él
sólo cuando sea absolutamente relevante para el presente. Observarás
que el futuro suele imaginarse como mejor o peor que el presente. Si el
futuro imaginario es mejor, te dará esperanza o expectativas
placenteras. Si es peor, crea ansiedad . Ambas son ilusorias. La auto
observación permite la entrada automática de más presencia en tu vida.
El silencio es un portador de la
Presencia aún más poderoso que las palabras. Escuchar el silencio, donde
quiera que estés, es un modo fácil y directo de estar presente. Aunque
haya ruido, siempre hay silencio en medio y por debajo de los sonidos.
Escuchar el silencio crea inmediatamente una quietud dentro de ti. Sólo
la quietud interna puede percibir el silencio externo. ¿Y qué es la
quietud sino presencia, conciencia liberada de las formas de
pensamiento?
Ser consciente de la calma significa
estar inmóvil. Estar inmóvil es estar conscientes sin pensamientos.
Nunca eres tan esencialmente, tan profundamente tú mismo como cuando
estás en calma. Cuando estás en calma, eres quien eras antes de asumir
temporalmente esta forma física y mental llamada persona. Eres también
quien serás cuando la forma se disuelva.
Haz una lista de las actividades diarias
que realices con frecuencia. Incluye actividades que consideres que no
tienen importancia o que son aburridas, tediosas, irritantes o
estresantes. No incluyas nada que de verdad odies o detestes hacer ya
que en ese caso será necesario básicamente aceptarlas o dejarlas de
hacer. La lista puede incluir cosas como ir al trabajo y volver, hacer
la compra, hacer la colada, o cualquier cosa que encuentres aburrido o
estresante de la vida cotidiana. Entonces cuando estés en mitad de la
realización de dichas actividades, utilízalas como un vehículo para
estar despierto, un vehículo para esta alerta. Concéntrate al máximo en
la actividad y siéntete verdaderamente presente, además toma conciencia
de la quietud que hay de fondo detrás de la actividad. El objetivo es
traer conciencia a las actividades cotidianas y gracias a ello ser capaz
de encontrar el disfrute en ellas, el gozo del Ser.
Las identificaciones más habituales del
ego guardan relación con las posesiones, con el trabajo, con tu estatus y
reconocimiento social, con el conocimiento y la educación, con la
apariencia física, con las habilidades personales, con las relaciones,
con tu historia personal y familiar, con los sistemas de creencias y
también con las identificaciones colectivas: nacionales, raciales,
religiosas y otras. Ninguna de estas identificaciones eres tú.
La identificación con la mente crea una
pantalla opaca de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y
definiciones que bloquean toda verdadera relación. Esa pantalla se
interpone entre tú y tú mismo, entre tú y tu prójimo, entre tú y la
naturaleza, entre tú y Dios; crea la ilusión de separación, la ilusión
de que tú y el “otro” estáis totalmente separados.
El ego no quiere que se ponga fin a sus “problemas” porque estos son parte de su identidad. ¿Quién serías sin tu infelicidad?
Cuando ya no hay nada con lo que identificarse, ¿quién eres tú?
Este mes, cuando estés con otras
personas, en el trabajo, con la familia o en algún otro lugar, préstales
toda tu atención. El motivo original para relacionarse con la persona
(comprar o vender algo, solicitar o proporcionar información, etc.) pasa
a ser secundario. Practica el no querer nada de la gente que te rodea.
Simplemente estar con ellos, estar presente.
El ver y escuchar “de verdad” a los
demás será tu práctica. Presta atención a tu propia capacidad o
incapacidad de estar totalmente presente con los demás. Toma conciencia
de la voz en tu cabeza que te distrae del momento presente. Date cuenta
del campo de Presencia que se genera entre tú y esa persona. ¿Qué
cambios notas en la interacción?
El dolor que creas en el ahora siempre
surge de una falta de aceptación, de una resistencia a lo que es. La
intensidad del dolor depende del grado de resistencia al momento
presente, y ésta a su vez depende de lo fuerte que sea tu identificación
con la mente. La mente siempre trata de negar el ahora y de escapar de
él.
Trabaja siempre a favor del momento
presente, no contra él. Haz del presente tu amigo y aliado, no tu
enemigo. Esto transformará milagrosamente tu vida.
Una práctica espiritual simple pero
radical es aceptar lo que surja en el Ahora, dentro y fuera. Acepta
cualquier cosa que contenga el momento presente como si lo hubieras
elegido.
Averigua si tienes algún problema en este momento. No mañana, ni dentro de diez minutos, sino ahora.¿Tienes un problema ahora?
Cuando aceptas profundamente este
momento tal como es –tome la forma que tome- estás sereno, estás en
paz. Cuando aceptas lo que es, cada momento es el mejor.
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