El Cuerpo astral y los viajes por el espacio tiempo
Aristóteles
llamaba pneuma al aura y decía que forma parte esencial del hombre y de
los animales. Más tarde, según se dijo en otro capítulo, los
esoteristas ampliarían este concepto diciendo que el cuerpo astral del
ser humano tiene aspecto luminoso y que es susceptible de separarse del
cuerpo físico y atravesar los muros y cubrir enormes distancias, porque
no está hecha de materia física normal.
Como
es lógico, también la ciencia ha querido investigar en este
controvertido terreno del cuerpo astral y del desdoblamiento, consciente
de que este fenómeno está íntimamente relacionado con otros
paranormales, como son la telepatía, la telekinesis y las apariciones,
entre otros.
La
Asociación Médica de Florida declaró en setiembre de 1977 que
la autoscopia, o acto de ver el propio cuerpo cuando se desprende de la
envoltura carnal por su propia voluntad, es una realidad. Y dio a
conocer varios casos estudiados, en los que se produjo este curioso
desdoblamiento: un estudiante drogado, se vio a sí mismo tendido en el
suelo. Un anciano de 76 años contempló a los médicos cuando estaban
luchando por salvar su vida. La Asociación recogió hasta 50 casos de
personas que estuvieron al borde de la muerte y vieron su cuerpo desde
fuera de él. Sin embargo, algunos no se atrevieron a declarar lo que
vieron, por temor a ser víctimas de las burlas, pero lo hicieron
finalmente, al ver que no eran los únicos que habían tenido valor.
En
las Blue Mountains del estado de Virginia hay un Instituto Monroe donde
se enseña a los alumnos la sincronización hemisférica, o armonización
de los hemisferios cerebrales. Por medio de las vibraciones sonoras se
puede explorar, dicen, los diversos estados de la conciencia, entre los
que figura el cuerpo astral. Es decir, que mediante estas experiencias
pude lograrse que los alumnos liberen el espíritu y floten en el
espacio.
A
pesar de que domina aun un fuerte escepticismo en torno a los
fenómenos paranormales, crece el número de laboratorios de
investigación que se dedican a estudiarlos. En la década de los 70, el
Scientific Research Institute, con sede en el Palo Alto, California,
realizaba experiencias para explorar los poderes de la mente. Contaron,
en una de ellas, con tres psíquicos del estado, que sentados en una
habitación en penumbra, y habiéndoseles dado las coordenadas de lugares
que jamás habían visitados, fueron capaces de describirlos como si
acabasen de verlos. Sin embargo, los críticos dijeron que no hubo
viajes con la mente, sino una gran memoria de los voluntarios, que se
habían puesto de acuerdo con los científicos.
Pero
si estas tres personas pudieron haber leído varios informes detallados
sobre lugares que iban a visitar, no podrá decirse lo mismo de Lola
Reppengham, una mujer canadiense ciega desde hacía 20 años. Un día
descubrió que podía concentrarse y visualizar la casa de la persona con
quien estaba hablando. En cuanto esa persona se iba, se relajaba y se
veía a sí misma dando vueltas para ir a donde se le antoje. En la
universidad de Toronto realizaron diversas pruebas con ella y se llegó a
la conclusión de que los ciegos pueden captar, de manera intuitiva, la
forma de los objetos a pesar de hallarse a enorme distancia.
La calabresa que podía estar en dos sitios al mismo tiempo
En
el sur de Italia se encuentra la región de Calabria, una de las más
atrasadas del país. En el pueblo de Paravati nació en 1924 Natuzza
Evolo, quien iba a asombrar al mundo por ser dueña de curiosos dones:
ve y habla a los espíritus, produce estigmas en sus manos, sabe
diagnosticar cualquier enfermedad y, sobre todo, puede estar en dos
sitios al mismo tiempo. Está casada y tiene cinco hijos, y está muy
orgullosa de los poderes que Dios le concedió, que comenzaron a
manifestarse desde que era una jovencita.
Sudaba
sangre por la frente y los ojos durante la Semana Santa. Además, muchos
paisanos suyos la vieron por la calle, aunque sabía que estaba en su
casa. Cuando su doble abandonaba el cuerpo para ir de visita, dejaba
siempre huelas de su paso, para que todos lo supieran, como eran las
manchas de sangre o el cambio de lugar de los objetos. El Dr. Valerio
Marinelli, de la universidad de Calabria, que ha estudiado este caso,
posee 52 testimonios de estas bilocaciones. Una de ellas sucedió en el
mes de agosto de 1975. La profesora Jole Gualteri se encontraba en
Castellamare del Golfo, en Sicilia, cuando vio al despertar una mañana
manchas de sangre en su almohada. Como sabía que la sangre no era suya y
conocía de la existencia de Natuzza telefoneó a su esposo para que
fuera a visitarla en su casa de Paravati y le preguntase si nada
sucedió la noche anterior.
“Sabía
que vendría usted a verme”, dijo la mujer, “porque anoche visite a
Jole y le deje unas manchas de sangre en la almohada y unas señales de
mis dedos”. Más tarde, la señora Gualteri observó las huellas de los
dedos, que no había visto al principio.
Otro
caso curioso fue aquel en que intervino Vicenzo Lacquaniti, que sucedió
en Rosarno, a 15 kilómetros de Paravati, en 1955. Una noche oyó fuertes
golpes en la puerta. Agarró la escopeta, temiendo que fueran ladrones
los causantes del ruido. Su mujer despertó y fue detrás de él.
Encontraron a Natuzza en compañía de su padre y su tío, ya difuntos. Una
semana después, se encontraron con Natuzza, quien dijo riendo a
Vicenzo: “¿A quién querías matar la otra noche con tu escopeta?”
Otra
mujer italiana que causo también sensación de la prensa y en los
medios científicos fue Anna Monaro, en la década de los 30. No fue por
que su cuerpo astral abandonase ocasionalmente el cuerpo, sino por que
se manifestaba de manera tan prodigiosa que, con justa razón, fue
conocida como “la mujer luminosa de Pirano”. En 1934 sufría de asma y
por espacio de varias semanas estuvo emitiendo, mientras dormía, una
extraña de luz de su pecho. Los científicos no supieron explicar el
fenómeno, pero algunos más listos atribuyeron la cosa al
electromagnetismo contenido en el organismo de Anna.
Cierto
Dr. Proti declaró que su débil constitución, aunada a sus ayunos y
fervor místico, incrementaron los sulfitos en la sangre. Como el poder
irradiador de la sangre pertenece al rango ultravioleta y los sulfitos
pueden ser estimulados por rayos ultravioletas, se producía la
luminosidad. Otros sabios atribuyeron ésta a la proliferación de
bacterias o a la secreción de adenosina susceptible de producir las
luces. Casos como el de Anna Monaro han sido más frecuentes de lo que
pudiera creerse, en su mayoría silenciados por los propios familiares. Y
resulta curioso observar que, en ocasiones, estas apariciones del aura
posean tantos puntos en común con los casos de combustión espontánea.
Por
ejemplo, la revista English Mechanic del 24 de septiembre de 1869
citaba lo sucedido una señora que, al ir a acostarse, descubrió una
luminosidad en los dedos de su pie derecho. Los frotó y la luz se
extendió por todo el pie. Introdujo el pie en el agua y tardó una hora
en desaparecer esa luminosidad. ¿Era una variedad del aura observada en
tanta gente, que se ha dicho obedece a motivos espirituales? Este
fenómeno ha sido observado entre los santos, en numerosas ocasiones
–igual que la levitación-, y tal vez de ahí la expresión “relucir” o
“brillar de felicidad”. El Papa Benedicto XIV decía que una luz rodeaba a
veces a cabeza o el cuerpo de algunos alumnos, de manera difusa. Uno de
ellos fue san Francisco de Paula, cuya cabeza solía estar rodeada de un
halo.
Experiencias clásicas de bilocación
Se
cuenta del griego Hermotino, quien vivió en el siglo IV a. C. Que podía
abandonar su cuerpo a voluntad y viajar a donde le viniera en gana.
Como su mujer deseaba reunirse con mayor frecuencia con su amante, quemó
el cuerpo inerte del marido cuando andaba viajando por el espacio. Fue
por esta razón, explican las viejas crónicas, que se prohibió a las
mujeres entrar en los templos.
Otro
caso notorio fue el del papa Pio V, quién encontrándose en el
Vaticano viajó en espíritu hasta la bahía de Lepanto, donde la
cristiandad luchaba en contra de los musulmanes al mando de don Juan de
Austria. Se encontraba al sumo pontífice examinando unas cuentas con
el tesorero Busotti cuando perdió la noción de las cosas. Se sintió
transportado a Lepanto y cuando volvió en sí declaró entusiasmado a los
testigos que Dios había derrotado a los infieles. Los testigos anotaron
la hora y el día e informaron a los cardenales. La confirmación de la
victoria no tardó el llegar.
Nadie
puede afirmar, en Lepanto, que hubiera visto al papa. Pero no puede
decirse lo mismo en lo sucedido al cardenal Alfonso de Liguori, la
mañana del 21 de septiembre de 1774. Oficiaba una misa en Florencia,
visiblemente fatigado a causa de una enfermedad de la que se estaba
restableciendo. Al llegar a su casa se dejó caer en un sillón y perdió
el conocimiento. Tardó dos días en recobrarlo. Durante ese tiempo, el
doble del cardenal visitó al papa Clemente XIV en su lecho de muerte.
Este hecho insólito sería confirmado por los prelados que acompañaban al
sumo pontífice: no dejaron de ver la figura silenciosa del cardenal
Liguori.
Este
es un hecho que los fuertes traumas emocionales parecen liberar una
enorme energía psíquica, que se manifiesta por medio de premoniciones
siempre fatales o por visitas astrales a familiares o seres con los que
se tienen lazos estrechos de amistad. La naturaleza altera entonces su
esencia para generar fenómenos fuera de lo normal. Opinan algunos
investigadores de los fenómenos paranormales que los fantasmas son
simples visiones tridimensionales que reflejan la memoria de quienes
están a punto de morir o pasan por una fuerte crisis emocional.
De
acuerdo con el Dr. Genady Sergeyev, físico y decano de la
parapsicología soviética, todos irradiamos una emanación hiperfísica, a
la que llamaba bioenergía, que es absorbida por los muebles, las
paredes y otros objetos que nos rodean, o es lanzada al espacio. Esta
bioenergía no desaparece totalmente en el momento de enfermar gravemente
o de morir un individuo, sino que puede organizarse para constituir al
fantasma, vivo o muerto. Un caso de fantasma vivo sucedió en Inglaterra
en octubre de 1886. Un caballero vio a una linda joven rubia, vestida de
color marrón, adornada con un collar, que leía en la sala de una casa y
desaparecía repentinamente. Solamente él veía la aparición, que siguió
presentándose en los siguientes días. En agosto de 1888, el hijo de
este caballero inglés llegó de Australia acompañado de su esposa, que
era exactamente igual a la joven de la aparición. Y había en ella algo
muy curioso: las apariciones habían coincidido con una grave enfermedad
que mantuvo a la joven en un constante estado febril. Confesaría ella
más tarde a su suegro que a veces creía estar leyendo en su casa de
Inglaterra.
En
unas de sus cartas, el filósofo francés Descartes (1596-1650) describía
una curiosa experiencia que vivió en Suecia. La reina Cristina había
creado una biblioteca real donde hablaba con el francés de filosofía y
matemáticas. Un erudito que habitaba en Dijon y trabajaba en la
traducción de un poema griego no lograba comprender, terminó exhausto y
fue a acostarse un rato. Durante su sueño, su espíritu viajó a
Estocolmo y estuvo en la biblioteca real, donde halló un libro que le
permitió seguir adelante con el trabajo. Se sintió tan satisfecho que
despertó y corrió a acabar el trabajo, no sin antes escribir en un papel
los versos que leyó en Suecia. Al siguiente día escribió a Descartes
para preguntarle si la biblioteca era tal como había soñado y si
existía el libro consultado, en el lugar que le indicaba.
Descartes
le contestó de inmediato. La descripción de la biblioteca había sido
sumamente fiel y encontró el libro donde le dijo su amigo en la carta.
Era un libro difícil de conseguir, pero se comprometió a hallar un
ejemplar y enviárselo. Lo malo de esta anécdota es que jamás se dio el
título del libro que tanto interesaba traducir al erudito de Dijon, ni
tampoco cual era la obra consultada en la biblioteca real de Estocolmo.
Siendo
el tema del cuerpo astral tan fascinante, ofreceremos varios ejemplos
más, sucedidos antaño o en los años cercanos a nosotros.
Son historias sorprendentes casi increíbles
Eran
las 3:34 horas de la tarde del 22 de junio de 1893 cuando el
barco Victoria se hundió a corta distancia del puerto de Trípoli, de
resultas de la embestida del Camperdown, en el curso de unas maniobras
navales ordenadas por el almirante sir George Tryon, de a marina de Su
Majestad. Al parecer, el culpable del accidente fue el propio almirante,
quien dio una orden disparatada que fue cumplida por los capitanes de
los barcos siniestrados. Sin embargo, de ha dicho que Sir George no se
hallaba en Trípoli en aquel momento, sino en Londres, donde su esposa
daba una fiesta. Algunas personas mostraron enorme placer al ver que el
almirante se encontraba presente. Lady Tryon, en cambio se mostró
sorprendida, pues lo creía en el mar Mediterráneo. Quienes dirigieron
la palabra al almirante no recibieron respuesta: parecía absorto en sus
pensamientos. En aquel momento se hundía a bordo delVictoria. Prefirió
hundirse con la nave antes que pasar toda la vida avergonzado por su
estúpida acción naval.
Sue
Loyd, estudiante de la universidad de California en Los Ángeles, se
encontraba una noche de abril de 1965 en la cama de unos laboratorios.
Habían dispuestos los científicos en su cuerpo un electroencefalógrafo,
una máquina para medir la presión arterial y la humedad y la
electricidad de la piel, un indicador del movimiento de sus ojos y otros
equipos de medición. De repente, el EEG alertó a los técnicos. La aguja
había dejado de marcar las ondas theta y delta que corresponden al
sueño normal. Aparecieron entonces las ondas Alfa, lo que significaba
una cosa: Sue estaba sufriendo una experiencia astral. Su conciencia
estaba abandonando su cuerpo para ir en busca de un número dejado por
los técnicos en un armario.
Poco
después, la joven despertó y dijo el número exacto. Había tenido ya
experiencias semejantes en su infancia, pero era la primera vez que la
estudiaban con métodos científicos. Las ondas alfa caracterizan a estos
estados y aparecen en sacerdotes budistas y en faquires que sufren
estas experiencias. Hubo una segunda prueba, la noche del 17 de abril de
1965. Al despertar, Sue informó que se sintió flotar y que caminaba
por la calle. Fue embestida por un automóvil y sufrió un fuerte dolor.
Días más tarde se averiguó que una joven había sido apuñalada por un
desconocido en el mismo lugar y que Sue vivió su fin.
Elizabeth
Sebben era alumna de astrología en el Colegio estatal de Jersey. Estaba
casada y era madre de tres hijos. Su madre le había le contado, cuando
era aún una niña, historias de santos y de milagros. A veces se iba al
patio trasero de su casa y caía en trance, en el curso del cual se veía
a si misma. Contaba sus experiencias a las compañeras de la escuela,
pero al ver que la miraban como una loca, dejó de hacer comentarios.
Prefirió escribirlos en su diario. Aprendió a mejorar la técnica de sus
viajes astrales. Cuando nació su primera hija, su espíritu la abandono y
no sufrió dolor alguno en el parto. Lo contemplo desde afuera de su
cuerpo. A veces iba a visitar a su madre, sin moverse de su casa, y le
contaba lo sucedido.
Un
ejemplo de su viaje astral protagonizado por un personaje importante
fue el que efectuó un amigo de Goethe, el consejero Johann Friedrich
Rochlitz. Este hombre había viajado a la ciudad de Weinar, para pasar
unos días con el escritor. Le sorprendió un fuerte aguacero y llegó
empapado a casa de Goethe, quien había tenido que salir. El ama de
llaves le prestó la bata y las zapatillas del escritor. Rochlitz tomó
asiento en su silla y se durmió. Y, de repente, se encontró en el
camino de Belvedere, frente a Goethe, quien le preguntó por qué se había
puesto su bata y su zapatilla. Y mientras esto sucedía, el escritor,
acompañado de su amigo Klemm, tenia un encuentro el amigo que había
venido desde Leipzig a verlo y pronunciaba las palabras que Rochlitz
reproduciría más tarde.
El misterio de la teletransportación
Cuando
no es el cuerpo astral el que se desplaza, sino el cuerpo físico, de
un lugar a otro, en su totalidad, se dice que se produce
una teletransportación. Fue Charles Fort el que dio este nombre al
fenómeno increíble de cambiar de lugar un objeto o un ser vivo, por
medios psíquicos, aunque la distancia a recorrer sea enorme. El caso del
soldado español que desapareció en las Filipinas para encontrarse de
manera casi milagrosa en la plaza mayor de la ciudad de México, podría
encajar dentro de los fenómenos increíbles. Y, sin embargo, son
numerosos los ejemplos conocidos de teletransportación.
El
escritor inglés Wellesley Tudor Pole dio a conocer lo sucedido en una
noche de tormenta de diciembre del año 1952, cuando esperaba en una
estación inglesa del tren que debería llevarlo a su casa, en Sussex. El
tren venía con mucho retraso. El hombre miraba la hora del reloj de la
estación, comparándola con la suya. Y, de repente se entró en su casa.
Tenía la ropa y los zapatos secos, lo cual era imposible: de haber
salido caminando de la estación se habría mojado. Y en 1655, un hombre
que vivía en Goa, colonia portuguesa en la India, fue juzgado
severamente por la Inquisición por practicar la magia. Según se dijo,
aquel sujeto se encontró de improviso en Lisboa; a pesar de existir
entre los dos puntos una distancia de varios miles de kilómetros, había
sido teletransportado.
Pero
el caso más sorprendente conocido, ha sido sin duda el que vivió en
varias ocasiones sor María de Ágreda. Esa monja había nacido en 1602 en
el pueblo de Ágreda, en la Soria española. Siendo superiora de un
convento solía caer con frecuencia en profundos éxtasis, en curso de los
cuales no sólo tenía extrañas visiones, sino que se teletransportaba a
la otra orilla del Atlántico, donde estuvo realizando un admirable papel
de misionera.
Todo
vino a descubrirse el día que unos frailes franciscanos llegaron a unas
tierras de la Nueva España y encontraron unos indígenas que les
pidieron ser bautizados. ¿Quién les había enseñado la doctrina
cristiana? Una mujer vestida con largo ropaje oscuro y una toca, que
aparecía de repente para irse al poco tiempo, de forma igualmente
misteriosa. El padre Alonso, superior de los franciscanos, quiso
sorprender a la religiosa. Fue en vano. De regreso a España, tuvo
ocasión de conocer a sor María de Ágreda y le habló de la misionera
fantasma. Se asombró el franciscano al ver que la monja conocía aquellas
tierras mejor que él y que incluso hablaba la lengua indígena. Al
final, la monja tuvo que confesar que fue ella quien catequizó a los
indios. Este curioso episodio figura en las cartas de sor María de
Ágreda.
Fue
famosa en su tiempo la iglesia Stella Maggs –como lo había sido mucho
antes el escocés Daniel Douglas Home por realizar un acto idéntico-, que
lograba traer hasta ella lo mismo un jarrón con flores que un collar,
una caja con su contenido y objetos orgánicos. En cierta ocasión logró
materializar unos huevos de granja, que trajo de Australia, en unos de
los cuales había pintado una señal en rojo. Además, la
teletransportación –primero desmaterialización y en el mismo acto la
materialización- era instantánea.
¿Era
posible que Stella hiciera lo mismo que en Viaje a las
estrellas? Recordará el lector esta serie de televisión, donde el
capitán Kirk, el señor Spok y otros miembros de la tripulación de la
nave Enterpriose podían teletransportarse desde su nave a cualquier
planeta, sin tener que recurrir a una cápsula espacial. Jamás tuvieron
el problema que sufrió el personaje de la novela la mosca, de George
Langelaan. Al realizar una prueba con su máquina teletransportadora se
introdujo una mosca y al llegar al otro punto se encontró con un cuerpo
normal y una cabeza de mosca.
¿Es posible viajar por el tiempo?
Algunos
científicos de vanguardia, de mente más abierta, comienzan a opinar
que la línea recta no es lo que se creía, la distancia más corta entre
dos puntos en el espacio, sino que existen caminos más cortos que
permitirán algún día realizar viajes al pasado o al futuro. Y añaden que
esto es matemáticamente posible. Existe en el espacio, según ellos, lo
que han dado en llamar “gusaneras” o “agujeros en el espacio”, que
permitirán realizar estas dos operaciones, viajar de manera instantánea
por el espacio y por el tiempo.
En
el caso más asombroso conocidos de viajes por la cuarta dimensión –es
decir, por el tiempo- parece haber sucedido la mañana de 14 de octubre
de 1943 en un bar del puerto fluvial de Filadelfia, capital de
Pennsylvania que atraviesa el río Delaware. Quienes se encontraban en la
taberna afirmarían después de haber visto a tres marineros desaparecer
de repente, así como unos obreros de los astilleros vieron
desvanecerse en el aire un destroyer. Y en la base naval de Norfolk,
situada en el estado de Virginia, vieron aparecer al barco, surgido de
la nada. Lo sucedido iba a ser publicado por la prensa, pero llegó una
orden tajante del Pentágono: debía guardarse el máximo silencio sobre
lo sucedido. Este caso se recrearía más tarde en la película “El
experimento Filadelfia”
En
1955, cuando era vendedor de automóviles en la ciudad de Washington,
Morris K. Jessup, quién había estudiado astronomía en la universidad de
Michigan, escribió un libro sobre los OVNIs y los principios en que se
basaban para realizar largos viajes en cosa de segundos: la antigravedad
y la teoría del campo unificando ideada por Albert Einstein. Se
dirigió entonces a un legislador para invitarlo a crearon programa
destinado a establecer viajes espaciales tan efectivos como económicos.
El
13 de enero 1956 llegó a su poder una carta escrita por cierto Carlos
Miguel Allende, quien se haría llamar también Carl Allen. Le explicaba
que en octubre de 1943 la Armada había utilizado la teoría de Einstein
mencionada en su libro para llevar a la práctica lo que se dio en
llamar Philadelphia Proyet: se trataba de teletransportar un barco de
guerra desde los muelles de Filadelfia hasta el área de Norfolk,
distante unos 380 kilómetros, para regresarlo al mismo lugar minutos más
tarde.
La
experiencia resultó, pero produjo unos efectos secundarios tan
desastrosos que debió ser abandonado el proyecto: muchos tripulantes
del barco enloquecieron. Pero Allende había podido entrevistar a varios
testigos. Poco después, Jessup fue invitado a acudir a la Oficina de
Investigaciones Navales de la capital norteamericana, donde le
entregaron un ejemplar de su libro, lleno de anotaciones, que un
desconocido les había enviado. Jessup reconoció la escritura: era de
Allende. ¿Por qué se interesaban en aquel asunto las autoridades
navales? Jessup quiso saber más de aquel misterioso y acudió a la
dirección dejada por el escurridizo Allende en su carta. Encontró sólo
una granja abandonada. El 20 de abril de 1950, el cuerpo sin vida de
Morris K. Jessup fue hallado en su automóvil. No se supo si se había
suicidado o lo asesinó el desconocido. Años más tarde, en un verano de
1969, Allende declaró públicamente que todo había sido una farsa. Sin
embargo, diez años más tarde se desdijo de esta declaración.
Desde
la antigüedad, el hombre ha intentado definir un extraño fenómeno, del
que casi todas las culturas nos hablan, pero del que aún hoy día, apenas
conocemos su proceso. Este fenómeno es conocido como “Viaje Astral”,
desdoblamiento astral, proyección astral o también EEAC (Experiencias
Exterior Al Cuerpo, o extra corpórea)
El
ser humano es un compuesto de cuerpo y alma, pero más que cuerpo es un
alma. Estos cuerpos están unidos por un cordón de plata. Cuando la
persona duerme, cuerpo astral sale del cuerpo físico por la glándula
pineal rumbo a la quinta dimensión o mundo de los sueños. En el sueño y
con el ALMA en estado inconsciente, sin saber el porqué, podemos viajar a
otras ciudades, a otros países, hablar con personas que no conocemos,
hablar con las ALMAS de personas que ya murieron, ver cosas que van a
suceder, etc. Al despertar, el ALMA penetra nuevamente al cuerpo físico y
es posible que la persona traiga o no el recuerdo de sus sueños.
Un
viaje astral es el llamado desprendimiento del cuerpo, pero simplemente
es un cambio de conciencia del cuerpo físico al cuerpo astral. Todos
cuando dormimos tenemos siempre viajes astrales inconscientes, llamados
sueños. En el plano astral, nosotros recuperamos vitalidad y fuerza, por
eso es tan necesario dormir. Al nosotros desprendernos del cuerpo,
estamos conectados por el cordón de plata, que es un hilo que va de mas o
menos el abdomen, hasta el cuerpo astral. En el cuerpo astral, nosotros
viajamos a la velocidad del pensamiento, que es lo más rápido que
existe. Por lo tanto, si pensamos en estar en un lugar, aparecemos en
ese lugar, y si pensamos en regresar, ya estamos en el cuerpo terrestre.
http://cppcaba.blogspot.com.es/2014/05/cuerpo-astral-y-viajes-por-el-espacio.html
Fuente: http://www.luzarcoiris.com/cuerpo-astral-y-viajes-por-el-espacio-tiempo/
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