NO TE DES LA ESPALDA
No le des la espalda a lo que eres.
Lo
que eres te trasciende, vive a través tuyo, es tu ser verdadero alejado
de todo sueño en el que soñar no sea vivir. Y vivir no sea amar la vida
y el despertar del durmiente.
No
te des la espalda a ti mismo ni para ver tus alas. Están hechas de luz,
como estrellas que tejen plumas luminiscentes, porque de luminiscencias
están hechos los caminos que viniste a recorrer. Pero los ves
embriagados de dolores de parto, como si cada momento te abocara a un
nacimiento en el que vivir significa traer a la luz con dolor.
En
tus pasos dados vivo Yo y en aquellos que esperan ser caricias de un
camino que, labrado a llanto y risa, desean ser realizados sin pesada
carga que portar.
Al
caminar te caminas, al besar el tiempo pesadas cadenas recaen sobre ti,
al forjar tus miedos conviertes en dura roca la sutil esencia que te
anima. Pero cuando te ves tal cual eres, lo que eres: ser radiante,
amante de la vida, mano tendida, gozo sin sollozo, bendición de la razón
que se aparta y cristalina roza el cielo y convierte en flores
pensamientos sin colores…, tocas con las nubes las puntas de tus dedos y
en tu cielo, en cada cielo, descubres que amores como sones de la vida
florecen como dones.
Así
que no le des la espalda a lo que eres porque, si lo haces, el olvido
que arrastras en este mundo de tiempo y miedo se volverá pesada losa
sobre todo recuerdo y todo afán por descubrir los misterios de la vida.
No
le des la espalda a lo que eres, no reniegues sin renegar de tu propia
luz y del corazón que late en tus entrañas. No mueve sangre, ni líquida
esperanza de acumular días como piedras o como flores. Lo que late es el
alma.
No
le des la espalda a lo que eres. Porque, aún no sabiendo lo que eres,
lo sabes pero lo olvidas y echas a tu espalda las heridas no el vuelo,
ni las alas, ni el viento, ni el más puro sentimiento ni la luz que lo
compone, ni el cielo que te cobija porque, siendo lo que eres, cuando
miras allá arriba sencillamente miras.
Y
el más puro sentimiento no será como un lamento derramado por el
viento, sino luces de colores vestidas de mil flores que adornan el
santo rostro de lo que eres. Te has vestido con olvido y olvidado
pereces a lo que parece.
El águila se
vistió de viento y el viento de atardeceres que buscan ser amanecidos,
como tiempos que en presente merecen ser vividos como instantes
permanentes.
Se lo que eres y aléjate del olvido.
Se lo que eres y aléjate del olvido.
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