*Los cuerpos sutiles, el proceso de fallecimiento, transición y preparación de la nueva vida
El proceso de fallecimiento, paso de un periodo
que llamamos entre vidas y posterior reencarnación es un hecho bastante
aceptado por una mayoría de personas, culturas y tradiciones. No todo el mundo
cree que existe algo más allá de nuestro cuerpo físico, pero sólo es necesario
un poco de desarrollo personal para ver que somos mucho más que un simple trozo
de materia orgánica. Los que ya tenemos nuestras pruebas personales de la
reencarnación y de quienes somos, en muchos casos tampoco tenemos demasiado
claro cómo funciona todo ese proceso, nada sencillo por otro lado,
tremendamente planificado y bien definido, y mucho más complejo de lo que, en
muchas ocasiones, podemos llegar a pensar.
El ser humano está compuesto por varios cuerpos
sutiles que se superponen al cuerpo físico y se interpenetran unos con otros.
Estos cuerpos, además del cuerpo denso, químico y orgánico que es el cuerpo
físico, son el llamado cuerpo etérico o vital, el cuerpo emocional, el cuerpo
mental y el cuerpo espiritual. Este último, el cuerpo espiritual, es lo que por
otro lado algunas personas suelen definir como el cuerpo causal o alma, aunque
aquí las definiciones varían según la línea que estudies. En algunos textos, el
alma suele ser el compendio de estos cuerpos sutiles inferiores y llamamos
espíritu a la “chispa” o matriz de luz que los usa como vehículo evolutivo. En
otras tradiciones, el cuerpo espiritual es el alma, y los cuerpos sutiles son
simplemente capas que la recubren, mientras que el espíritu es un componente aún
más interno que no todas las personas poseen. Para hacerlo fácil, hablaremos
del espíritu como el cuerpo espiritual y de los cuerpos etérico, emocional y
mental como los componentes del alma.
El proceso del fallecimiento
Cuando llega nuestra hora de abandonar el plano
físico, lo primero que sucede es que el cuerpo etérico, el cuerpo emocional, el
cuerpo mental y el espíritu abandonan, normalmente por la parte de la cabeza,
el cuerpo químico. En todos los aspectos, en esos primeros momentos, seguimos
siendo “nosotros” al completo, simplemente no tenemos ya un vehículo orgánico
del cual preocuparnos. A lo largo de los próximos tres días, aproximadamente,
el cuerpo etérico o vital se irá desintegrando. Se produce lo que conocemos
como la primera desoma, es decir, ha ocurrido la “primera muerte” y dejamos
atrás todo lo que no nos sirve de la parte densa de nuestra vida. Puesto que el
cuerpo etérico sólo sirve de “molde energético” del cuerpo físico, al no existir
este último, el cuerpo vital tampoco es necesario ya. Aun así, este cuerpo
etérico que posee aún remanentes energéticos de todas las experiencias vividas
por el cuerpo físico las traspasa al siguiente cuerpo sutil antes de
desintegrarse el cuerpo emocional, de forma que en este cuerpo emocional
llevamos una carga muy importante de información sobre la parte física y
etérica de nuestra anterior encarnación.
La segunda desoma en el plano astral
Mientras que la muerte del cuerpo se produce en
el plano físico, y la desintegración del cuerpo vital en el plano etérico, el
siguiente paso del proceso de salida de una encarnación se hace ya en el plano
astral. Aquí es cuando cruzamos ese “túnel” de luz, y aparecemos normalmente en
una de las regiones de los planos inferiores de este plano astral. Como todo nivel evolutivo, está dividido en
siete regiones principales, siendo las tres primeras el llamado bajo astral, la
cuarta el medio astral, y las tres siguientes el alto astral. Aquí, dependiendo
del nivel evolutivo de cada uno, al cruzar y salir del plano etérico
apareceremos en la zona que nos corresponda por frecuencia de vibración.
En estos momentos, el espíritu lleva consigo al
completo el cuerpo mental, el cuerpo emocional, y la carga
energética/experiencial del cuerpo etérico, en lo que algunas tradiciones
ocultistas denominan el “átomo simiente”, que vendría a ser algo así como el
contenido energético básico que contiene toda la información del cuerpo sutil
en cuestión. Así, nuestro cuerpo emocional lleva un “átomo simiente” o carga
energética del cuerpo etérico anterior que le servirá al espíritu para preparar
en el futuro el molde físico de su nueva encarnación.
En estos momentos, ese espíritu, suponiendo que
se trate de un alma “normal” (en el sentido de que no sea un alma errante o de
niveles evolutivos superiores a la 3D, que entonces es otra historia aparte),
pasa por un periodo de revisión de vida, en el cual revisamos y volvemos a
sentir, principalmente porque se hace a través del cuerpo emocional, todo
aquello que nos ha ocurrido en la encarnación que acabamos de dejar atrás.
Mientras estamos haciendo está revisión, también el espíritu realiza una
limpieza de aquello que ya no le es necesario, y traspasa toda la información y
carga energética que desea usar de nuevo del cuerpo emocional al cuerpo mental.
Se produce lo que se llama la segunda desoma, la segunda muerte. En cursos de
proyección astral, se puede aprender también a proyectarse con el cuerpo etérico
a cuestas, con el cuerpo emocional y mental, o sólo con el cuerpo mental.
Cuanto menos “carga” lleves, más “alto” en los planos internos puedes “subir”.
Ahora, ese espíritu está envuelto sólo por el
cuerpo mental, y los dos “átomos simiente” o remanentes energéticos del cuerpo
etérico y del cuerpo emocional de la vida o vidas anteriores, con aquello que
ha decidido mantener para la siguiente encarnación.
La preparación de la nueva vida, el plano mental
El siguiente paso del proceso ocurre en el
siguiente nivel de los planos internos, el llamado plano mental. También
dividido en 7 subniveles, los cuatro primeros se asocian a ideas y conceptos
relacionados con el pensamiento y la mente concreta, mientras que los tres
superiores se asocian a la mente y el pensamiento abstracto. De aquí nacen las
fuerzas arquetípicas, los conceptos, las ideas, que luego caerán hacia el plano
físico para tomar forma y manifestarse como el mundo que conocemos.
Es en este plano donde también nuestro cuerpo
mental realiza una limpieza de aquello que no es necesario mantener para la
siguiente vida y es donde se empieza a planificar la entrada de nuevo en el
plano físico.
De vuelta para abajo
Así, una vez hemos visto las diferentes
opciones que tenemos, hemos escogido lugar, línea temporal, fecha de entrada,
lecciones principales a experimentar, misión a cumplir, etc., ese espíritu,
revestido sólo de un fino envoltorio que es el cuerpo mental, inicia su
descenso al mundo físico de nuevo. En un plis plas pasa por el plano astral,
donde se forma de nuevo la nueva capa que se va a convertir en el nuevo cuerpo
emocional que vamos a tener, usando como semilla para que este germine el
remanente energético que trajimos de la vida anterior (de ahí que le llamen
átomo simiente). Ahora, en estos momentos, el nuevo espíritu tiene ya un cuerpo
mental con la información sobre su propósito, y un cuerpo emocional recién
creado con los remanentes de las vidas anteriores que no fueron desechados. El
siguiente paso entonces es crear el cuerpo etérico, así que, con materia del
plano etérico, bajando un nivel más hacia el plano físico, en otro instante el
espíritu se reviste de un nuevo cuerpo etérico, que posee ciertas
reminiscencias de los cuerpos usados en anteriores encarnaciones. Este cuerpo
etérico marcará cómo será el nuevo cuerpo físico, hasta el mínimo de los
detalles, de forma que si se planea que ese espíritu tenga algún “defecto”, es
aquí en este cuerpo etérico donde se diseña ese defecto.
Además, este cuerpo etérico es el que se
proyecta y se inserta sobre el bebé en formación en el útero de la madre, sobre
el nuevo cuerpo físico que ha de nacer, que a su vez trae la configuración
genética heredada de los padres. Si un cuerpo físico tiene un defecto genético
heredado, pero el espíritu no considera oportuno manifestarlo, el cuerpo
etérico no lo incluirá en el “molde” y ese defecto no se manifestará. Si ese
cuerpo físico no trae ningún “defecto” pero el alma necesita alguna disfunción
para su aprendizaje, se incluirá en el molde y ese cuerpo físico que ha de
nacer lo manifestará.
Así, en ese momento, cuando el nuevo ser humano
nace, tiene un cuerpo físico creado por la configuración genética de los
padres, un cuerpo etérico resultado de las decisiones del espíritu para la
nueva encarnación y con la carga remanente que ha permanecido de los anteriores
cuerpos físicos ocupados, un cuerpo emocional nuevo que trae los remanentes
energéticos de lo vivido en las últimas vidas y lo que se considera necesario
para ésta, y un cuerpo mental que trae consigo las instrucciones, planes
evolutivos, lecciones, misión, etc. que habrán de ejecutarse para ese espíritu,
que está entonces recubierto, encarnado, en un nuevo bebé, y que inicia una
nueva aventura en el plano físico.
Comentarios
Publicar un comentario