EL DORMIR Y LA MUERTE

Foto: EL DORMIR Y LA MUERTE

Al dormir todo el mundo confía en que despertará a la mañana siguiente, que uno se vuelve inconsciente, pero eso no produce ningún tipo de susto, porque también se sabe que por la mañana la conciencia regresará a su lugar habitual, retomará su actividad plena y continuará la  vida desde donde la dejó. También se conoce muy bien el ciclo completo de actividad y descanso, que se  experimenta cada 24 horas, y por esa razón no se le da importancia. Del mismo modo, resulta siempre agradable acostarse como forma de mitigar el cansancio acumulado durante el día, tras una dura jornada de trabajo porque de ese modo uno se despreocupa de todo, especialmente cuando se es consciente que la Naturaleza renovará los tejidos celulares desgastados durante la noche, y por la mañana uno se levantará razonablemente descansado y fresco. 

Los Maestros de la Sabiduría Antigua siempre sostuvieron que se siente lo mismo en el proceso de la muerte, que no es otra cosa que una forma de dormir más prolongada, porque el dormir y el morir son períodos de descanso para la conciencia Humana y así como al dormir le sigue un despertar para el mismo cuerpo, lo mismo sucede con la muerte, en su debido proceder, ya que le sigue un despertar en el cuerpo de un recién nacido. Es decir, la desaparición en un plano supone la aparición automática en otro y, desde luego, constituye un alivio el momento en el cual se puede desechar ese caparazón viejo y desgastado, en la seguridad de que se empieza otra vida con un soporte nuevo que siempre resultará más fuerte y  mejor que el anterior; y es que aun cuando se envejece, no se debe centrar la atención en la muerte, porque solamente cambia o muere el cuerpo físico y ello representa únicamente un paso más en el proceso universal de repetición que cíclicamente se manifiesta en todos los aspectos de la Madre Naturaleza. La conciencia puede desaparecer en un plano, para aparecer en otro, finalizando  un ciclo para iniciar uno nuevo. Así pues, la vejez no necesita, ni debiera ser un período de retrogradación o disminución de las facultades espirituales e intelectuales ya que en este período de la vida, la vitalidad del cuerpo físico es reducida sensiblemente para darle una libertad enorme a las expresiones de las facultades espirituales e intelectuales del ser humano que, por otra parte,  pueden estar activas y continuar expandiéndose aún hasta el mismo momento de morir. Ciertamente, siempre queda mucho que hacer y mucho más que aprender a través de la experiencia, tomando siempre en cuenta que ningún esfuerzo se desperdicia, y que si aún en esta vida no se pudieran utilizar  las últimas experiencias, no hay duda de que constituirán una enorme plusvalía para el próximo renacimiento o encarnación. Por eso es importante dirigir la visión interna hacia delante, no hacia atrás, aún hasta el final, recordando que la Muerte no es una aliada ciega; sino una vía pública. Se cierra al anochecer pero se vuelve a abrir al amanecer.

Angel Luis Fernández.


Al dormir todo el mundo confía en que despertará a la mañana siguiente, que uno se vuelve inconsciente, pero eso no produce ningún tipo de susto, porque también se sabe que por la mañana la conciencia regresará a su l
ugar habitual, retomará su actividad plena y continuará la vida desde donde la dejó. También se conoce muy bien el ciclo completo de actividad y descanso, que se experimenta cada 24 horas, y por esa razón no se le da importancia. Del mismo modo, resulta siempre agradable acostarse como forma de mitigar el cansancio acumulado durante el día, tras una dura jornada de trabajo porque de ese modo uno se despreocupa de todo, especialmente cuando se es consciente que la Naturaleza renovará los tejidos celulares desgastados durante la noche, y por la mañana uno se levantará razonablemente descansado y fresco.

Los Maestros de la Sabiduría Antigua siempre sostuvieron que se siente lo mismo en el proceso de la muerte, que no es otra cosa que una forma de dormir más prolongada, porque el dormir y el morir son períodos de descanso para la conciencia Humana y así como al dormir le sigue un despertar para el mismo cuerpo, lo mismo sucede con la muerte, en su debido proceder, ya que le sigue un despertar en el cuerpo de un recién nacido. Es decir, la desaparición en un plano supone la aparición automática en otro y, desde luego, constituye un alivio el momento en el cual se puede desechar ese caparazón viejo y desgastado, en la seguridad de que se empieza otra vida con un soporte nuevo que siempre resultará más fuerte y mejor que el anterior; y es que aun cuando se envejece, no se debe centrar la atención en la muerte, porque solamente cambia o muere el cuerpo físico y ello representa únicamente un paso más en el proceso universal de repetición que cíclicamente se manifiesta en todos los aspectos de la Madre Naturaleza. La conciencia puede desaparecer en un plano, para aparecer en otro, finalizando un ciclo para iniciar uno nuevo. Así pues, la vejez no necesita, ni debiera ser un período de retrogradación o disminución de las facultades espirituales e intelectuales ya que en este período de la vida, la vitalidad del cuerpo físico es reducida sensiblemente para darle una libertad enorme a las expresiones de las facultades espirituales e intelectuales del ser humano que, por otra parte, pueden estar activas y continuar expandiéndose aún hasta el mismo momento de morir. Ciertamente, siempre queda mucho que hacer y mucho más que aprender a través de la experiencia, tomando siempre en cuenta que ningún esfuerzo se desperdicia, y que si aún en esta vida no se pudieran utilizar las últimas experiencias, no hay duda de que constituirán una enorme plusvalía para el próximo renacimiento o encarnación. Por eso es importante dirigir la visión interna hacia delante, no hacia atrás, aún hasta el final, recordando que la Muerte no es una aliada ciega; sino una vía pública. Se cierra al anochecer pero se vuelve a abrir al amanecer.

                                                                                          Angel Luis Fernández.

Comentarios

  1. ¡Elarte de envejecer!
    Por definición, en su primera acepción: Arte…”Virtud, disposición y habilidad para hacer alguna cosa”.
    Por desgracia para nosotros los humanos, no todos somos ¡virtuosos!, condición que se obtiene por herencia innata, o también… con esfuerzo. Esta última, la más meritoria, puesto que lleva inmanente una inquebrantable voluntad, para lograr el objetivo deseado.
    Ser viejo per se, no es ninguna virtud, si no hemos logrado encontrar el propósito de nuestra existencia; de ahí que se es viejo en vano…la más de las veces.
    En un mundo donde el esfuerzo, sólo está encausado al bienestar físico, nos olvidamos de luchar por encontrar nuestra verdadera identidad… ¡Ser o “No Ser”!... He ahí el dilema.
    En el Ser, nuestra naturaleza física- animal, las ¡calamidades! nos agobian; más en el “No Ser”… nuestra parte ¡divina espiritual!, la física-animal pasa a ser sólo un instrumente a nuestro propósito supremo…¡EVOLUCIÓN!, a “imagen y semejanza del Universo”, puesto que el ¡Hombre! es, un microcosmos del macrocosmos.
    Alcanzar el ¡propósito supremo!, es la mayor virtud a que el Hombre debe anhelar, obteniendo por añadidura…el vigor de la juventud, la placidez de la vejez…templanza y sabiduría; además…el poder de decidir el momento de su ¡vuelo supremo!... alcanzada la libertad y la belleza de su ¡Alma!, migra a su ¡origen!, en un vuelo sin retorno…”bajo agni, la luz del día, en Luna creciente, cuando el Sol viaja al Norte por seis meses…quienes en ese entonces “mueren”, alcanzan el ¡Absoluto!...si en ÉL se sacian”.
    Ese es el destino trascendental del ¡Hombre!...privilegio de unos pocos.

    Tom Sawyer

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