El Eje Espiritual del Mundo



Los Himalayas y los Andes crean un eje espiritual planetario. El Sri Yantra tántrico y la Chakana andina nos muestran tal relación. De su análisis detallado observamos que en la polaridad por ambos definida, los Andes simbolizan el eje espiritual femenino y los Himalayas el masculino.
EN MUCHAS CULTURAS y tradiciones el Árbol del Mundo conecta los tres mundos: el superior, el intermedio y el inferior. Constituye una escalera interdimensional hacia otras realidades. Como alegoría también la encontramos en diversas culturas del continente americano como la maya, azteca, olmeda, mixteca, mapuche e inka, entre otras. Tales tradiciones suelen representar al Árbol del Mundo en relación a las cuatro direcciones cardinales:  norte, sur, este y oeste. Con ello, el tronco del árbol se transforma en un eje, el Axis Mundi, que señala el punto medio en el que convergen todas las direcciones; aquella quinta dirección desde la que nos podemos desplazar hacia arriba o abajo, hacia afuera o adentro, hacia el macrocosmos o el microcosmos. En la cosmovisión andina, tal alegoría viene representada por la Chakana.




La Chakana nos representa los tres mundos: el de arriba (Hanan Pacha), el del medio (Kay Pacha) y el de abajo (Uku Pacha). Para el andino, la realidad intermedia del aquí y ahora, aquella que nosotros habitamos, surge del equilibrio entre pares complementarios. Tal realidad se manifiesta en el punto de cruce entre el abajo y el arriba, el centro y la periferia, el interior y el exterior, lo femenino y lo masculino, y la tierra y el cielo.
Así, el círculo central de la Chakana representa a la Pachamama, o Madre Tierra, en cuyas entrañas se ubica el mundo de abajo, central, interior y femenino. El cuadrado exterior simboliza a Pachatata, el Padre Cosmos, en cuya periferia se halla lo masculino, sutil y cósmico. De su unión, intersección o cruce, del equilibro entre ambos, surge el mundo medio que habitamos.
Sorprende observar cómo en el tantrismo practicado en los Himalayas, es decir, en las antípodas de los Andes, exista un símbolo muy parecido a la Chakana llamado Bhupura.


El Bhupura sirve de base a muchos yantras. Los yantras son diagramas místicos observados en estados de profunda meditación. Son manifestaciones del plano causal, de todos los posibles el más sutil, y que podríamos considerar equivalentes al mundo de arriba. Bhupura significa ciudad (Pura) de la Tierra (Bhu) y lo forman un cuadrado con cuatro portales de acceso. Cada uno de los portales está orientado hacia una de las cuatro direcciones cardinales, igual que las cuatro aspas de la Chakana.


El espacio-tiempo
TANTO LA CHAKANA como el Sri Yantra constituyen una representación de lo mismo: de la Creación, con sus distintos planos de existencia o niveles de vibración. Como una escalera, que nos lleva de lo sutil a lo denso o viceversa. En terminología científica diríamos que representan el Universo en su totalidad, con su origen, su manifestación como espacio-tiempo, sus distintos grados de densidad, y su posible final.
Para el andino, el concepto de espacio-tiempo es pacha. De ahí que la Chakana constituya una representación de los tres pachas o niveles del espacio-tiempo: superior, medio e inferior. Para el tántrico es akasha, la más sutil de las cinco notas cósmicas, aquella que crea el vacío, el espacio-tiempo en cada sucesivo plano de densidad (loka), para que las restantes cuatro notas (aire, fuego, agua y tierra) puedan también manifestar y crear.
Ambas culturas saben que espacio y tiempo definen las dos caras de una moneda, lo mismo pero visto desde dos ángulos opuestos. De ahí que en Hindi se utilice la misma palabra para decir ayer y mañana (kal), y en Quechua la misma para decir “el año pasado” o “el año más distante en el futuro” (kunan wata). Cuando observado como tiempo, éste se nos muestra cíclico. Cuando observado como espacio, se nos proyecta curvo. El ciclo y la curvatura constituyen dos conceptos finitos por definición, es decir, poseen un inicio o punto de emanación, el cual es a su vez el punto final de reabsorción. Tanto en la Chakana como en el Sri Yantra, tal punto nos viene simbolizado por su centro.
En cambio, Occidente consideró durante muchos siglos que el tiempo era lineal y el espacio plano; que ambos eran infinitos y que uno nada tenia que ver con el otro. Entonces, apenas hace cien años, los unió en el concepto de espacio-tiempo, para percatarse que el espacio era curvo (lo cual lleva necesariamente a una percepción cíclica del tiempo). Tales propiedades los hizo finitos, y como finitos que parecían ser, debían poseer un punto de emanación o inicio, y un punto de reabsorción o final. A tal punto la Ciencia lo llamó la singularidad, a la emanación la llamó Big Bang, y a la reabsorción Big Crunch.
Cuando intentamos representar geométricamente algo cíclico (en el tiempo), que es a su vez curvo (en el espacio), que emana de un punto (la singularidad), y es reabsorbido por ese mismo punto, el resultado es el toro.


Éste equivale a una representación, utilizando el lenguaje geométrico, de lo mismo que intentan representar tanto la Chakana como el Sri Yantra. Los tres nos informan que el Universo emana de un punto (la singularidad), se manifiesta (explosiona), para ser entonces reabsorbido (implosiona) en ese mismo punto, para de nuevo volver a manifestarse, en un latido perpetuo, que nunca tuvo inicio ni final.
Unión de pares complementarios
PERO EL SRI Yantra y la Chakana también nos informan del origen de esa Creación, de su primera causa, algo que la Ciencia Occidental suele eludir para centrarse más en el cómo y obviar el porqué. Según las filosofías tántrica y andina, tal origen surge de la unión entre dos pares complementarios. El Sri Yantra lo simboliza mediante sus nueve triángulos centrales. Cuatro de ellos apuntan hacia arriba, para representar a Shivá, la Conciencia; los restantes cinco apuntan hacia abajo, simbolizando Shakti, la energía. De su intersección surge la Creación en su primer estado de manifestación, el más sutil.


La Chakana, en cambio, lo muestra mediante la circunscripción de tres círculos y tres cuadrados, donde cada par circulo-cuadrado representa un pacha, uno de los tres mundos. Los círculos constituyen representaciones del principio femenino, de la Pachamama, la Tierra, del Universo interior. Los cuadrados representan el principio masculino, Pachatata, el Cielo, el Universo exterior.


La cultura mapuche, de raíces también andinas, posee un símbolo parecido para representar lo mismo. Es el llamado Kultrún, utilizado para decorar el tambor ceremonial. El tam-tam del tambor construye una reproducción sonora del latido del Universo, de su expansión y contracción, mientras que el símbolo del Kultrún pintado sobre el cuero nos estaría aportando la reproducción visual de lo mismo.


En el Kultrún también observamos la unión entre pares complementarios que lleva a la manifestación de la realidad fenoménica. Tal unión viene simbolizada por el arco iris, ubicado en cada uno de los cuatro puntos cardinales. El arco iris simboliza la armonía surgida de la unión entre la luz solar y la lluvia , es decir, la unión entre dos pares complementarios. La luz solar es fuego, y la lluvia es agua, simbolizando pues el Sol y la Luna, llamados por el inka Taita Inti y Mama Qilla, o por el tántrico Surya y Chand. O la luz solar es el Cielo, y la lluvia la Tierra, llamados Pachatata (Padre Cielo) y Pachamama (Madre Tierra) por el inka, o Shiva y Shakti por el tántrico.
El centro
Tanto en el Sri Yantra tántrico, la Chakana andina, o el Kultrún mapuche, así como en los símbolos de muchas otras culturas, el centro simboliza el punto de emanación o generación de la fuerza creadora. Sin embargo, la gran diferencia entre el Sri Yantra por un lado, y la Chakana o el Kultrún por el otro, la encontramos justamente en cómo perciben e interpretan ese centro.
Para el andino el centro de la Chakana es Pachamama, la Madre Tierra, el mundo de abajo, mientras que la periferia es Pachatata, el Padre Cosmos o el mundo de arriba. De ahí que la energía ubicada en el centro sea llamada hucha, la cual vibra con un mayor grado de densidad; mientras que la de la periferia es sami, de tipo más sutil.
De forma similar, el arco iris mapuche nos aparece algunas veces representado por una banda azul que bordea la banda superior del tambor, la cual constituye el cielo (Huenü); una amarilla intermedia representando el sol o la luz del día (Antü), y una verde inferior, cercana al centro, que simboliza la Tierra (Mapu)[9. Fuente: “La Cruz del Cultrún Mapuche” por Alicia Carballo].
Vemos pues que la gente de tierra (pobladores indígenas del mundo) suelen ubicar a la Madre Tierra en el centro de su simbología, y representarla mediante un círculo, mientras que el Padre Cosmos se hallaría en la periferia. Es decir, las vibraciones densas ocupan la posición central, y las más sutiles la periférica.
En cambio, observamos cómo para las culturas de aire (Oriente), el cuadrado simboliza la Tierra y el círculo el Cielo. Por ejemplo, tal relación no sólo la encontramos presente en el Sri Yantra, con el bindu (círculo central) para representar el punto cósmico de emanación, y el cuadrado periférico (Bhupura) para representar a la Tierra; sino que también se halla presente en la cosmovisión de la antigua China, donde “Cielo Redondo y Tierra Cuadrada” constituyen su concepción del espacio cosmológico, conocida como Tian Yuan Di Fang. Constituye una inversión de conceptos que también la observamos en Ashvattha, la Higuera Sagrada del Hinduismo, cuyas raíces están en el Cielo.
Así, la gente de tierra considera que nacimos del vientre redondo de la Madre Tierra, para entonces evolucionar desde ese centro hacia la periferia. A medida que evolucionamos, vamos adoptando el orden cósmico. Simboliza un orden basado en el cuadrado, con sus cuatro caras o direcciones, para una vez alcanzado, involucionar de nuevo hacia el vientre que nos engendró.
Por el contrario, la gente de aire (Oriente) nos considera nacidos del huevo cósmico (Hiranyagarbha), también redondo y ubicado en el centro. Entonces, una vez manifestado el nivel de emanación más sutil, fuimos incrementando nuestra densidad vibratoria, o lo que es lo mismo, disminuyendo la frecuencia, hasta alcanzar el mundo material de la prefería, el mundo terrestre. Tal percepción queda reflejada en el Sri Yantra, con los distintos niveles vibratorios que define.


Conclusión
DE TODO LO dicho se puede intuir que como eje espiritual del planeta que parecen ser, los Andes constituyan la polaridad femenina, al ubicar lo femenino y denso en el centro; mientras que los Himalayas representan la masculina, al colocar lo masculino y sutil en ese mismo punto central.
El problema surge cuando negamos uno de los pares, para considerar que sólo el otro es divino. Ni la andina, ni la taoísta, ni la tántrica cayeron nunca en ese error, pero muchas son las filosofías y religiones que, intentando alcanzar la siguiente octava[10. Hace referencia a la serie natural de octavas, la cual se explicará en un futuro artículo. Así como existe la serie de números naturales, y que son: {1,2,3,4,5,..., ?}; también existe una serie de octavas naturales, la cual es {1,2,4,8,16,32,64,...,?}. Observamos como primera expresión la unidad (1), seguida de la paridad (2), y así sucesivamente hasta el infinito. De ahí que cuando se dice “intentar alcanzar la siguiente octava” se esté haciendo referencia al intento de explicar la Creación no como resultado de la paridad entre dos elementos complementarios (e.g. masculino/femenino) sino como resultado de la interacción entre un solo elemento. Si bien como argumento es válido, resulta mucho más difícil de concebir pues la naturaleza nos brinda abundantes ejemplos de creación a partir de dos elementos complementarios (e.g. sexo) y no tantos a partir de uno (e.g. clonación).], para expresar la Paridad como Unidad, se quedaron negando uno de los pares, generalmente el femenino, para adoptar una visión masculina de Dios. Al negar la paridad, cayeron en la dualidad, en el dualismo del bien y del mal.
Caduceos dibujado por Rama y Eliot Lash.

Esa ha sido la percepción predominante durante la Era que justo cerramos, en la que una de las dos serpientes de esa paridad fue equiparada al mal, y desterrada del Paraíso Terrenal, por un acto de desobediencia de nuestra parte femenina. Por ello, en la Era que apenas iniciamos, será importante recuperar la mencionada paridad, pues tanto pensar en el Padre Cosmos, hizo que nos olvidáramos de la Madre Tierra, cosa que nos ha conducido a la presente crisis medioambiental.
Nos toca pues volver a aprender el mensaje de tierra, aquel que nos cuenta cómo nosotros, al igual que el árbol, necesitamos crecer tanto hacia arriba como hacia abajo; y que sin unas raíces proporcionales a la copa, la más suave brisa puede tumbarnos. Y aquellos que deseen saltar una octava más arriba (y más abajo), para desde la Paridad alcanzar la Unidad, que se aseguren de hacerlo una vez hayan integrado plenamente esa Paridad. Que no lo hagan adoptando uno de los dos elementos que definen la Paridad, para negar el otro, pues se van a quedar como árbol sin raíces. 
 Marc Torra (Urus) para mastay.info

GHB - Información difundida por http://hermandadblanca.org/

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