CUENTOS DEL TIBET: LA PREDICCION DEL ASTROLOGO


  Los tibetanos, al igual que otras gentes de los países de Oriente, siempre han creído en la astrología y han consultado a los astrólogos. Había, hace mucho tiempo, un monarca muy poderoso  que reinaba despiadadamente, como si no tuviera sentimientos. Era un rey cruel y despótico, pe-  ro a menudo consultaba a los astrólogos, tal vez porque temía que otros pudieran vengarse de él  por los actos crueles a los que había recurrido sin reparo. En una ocasión oyó hablar de un astrólogo que era muy preciso en sus predicciones. Enseguida le hizo llamar. Pero el monarca estaba harto de que los astrólogos, por miedo a ser arrestados o a perder la cabeza, le mintieran,  le suavizaran las predicciones o le hicieran oír lo que pensaban le gustaría escuchar. Por eso,  en cuanto tuvo al astrólogo ante él, el monarca le previno: - Si me mientes te arrestaré de por vida. Quiero que me hagas un estudio muy profundo y me di-  gas lo que ves más relevante.  -Así lo haré, majestad-dijo el astrólogo.  Durante días el astrólogo hizo sus cálculos e interpretaciones. Después se encontró de nuevo  con el rey.  - ¿Qué es lo más relevante? preguntó al punto el rey.  - Os he prometido franqueza y la tendré -dijo el astrólogo-. Lamento decíroslo, señor, pero la  muerte os robará la vida en siete días.  El rey se sobrecogió espantado. Seguramente, pensó, como tenía tantos enemigos, alguno de ellos  estaría maquinando para quitarle la vida. ¿Qué hacer? Lo mejor era recluirse durante más de siete días en un refugio inexpugnable. Dio órdenes de construir uno muy seguro. Durante seis días  edificaron una pequeña fortaleza realmente inexpugnable. El monarca solicitó que cuando se introdujese en ella clausurasen las ventanas y la puerta con un sólido e impenetrable muro y que  apostaran su guardia personal alrededor del refugio. Una vez hubiera pasado el día séptimo, podría abandonar la fortaleza y regresar a palacio.  El monarca entró en la fortaleza el sexto día. Nada más alojarse en ella, se clausuraron las  ventanas y la puerta. El rey suspiró aliviado. "Ahora estoy seguro. Mis enemigos se llevarán un  chasco. ¡Pobres estúpidos!" Pero de repente, sobrecogido, el monarca descubrió que había una  rendija en uno de los muros. "¡Maldita sea! -se dijo-. Por esa rendija a saber qué podrían hacer los que intrigan contra su rey". Con su propia saliva y un poco de arena hizo una masilla y  la colocó sobre la rendija. Volvió a suspirar aliviado. "¡Por fin estoy realmente a salvo!", pensó. Unas horas después, sin embargo, se extinguía todo el oxígeno de la fortaleza. Al amanecer  del séptimo día, el monarca moría por asfixia.

  EL SABIO DECLARA: EL ÚNICO REFUGIO SEGURO ESTÁ EN EL CORAZÓN BONDADOSO.

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